Desde que he salido de casa me siento excitada.
Me he vestido pensando en lo que quería hacer, mi estómago se contrae ante la expectación.
Me miro en el espejo y me muerdo el labio. Tengo los pezones muy duros, se ven a la perfección gracias al sujetador que me he puesto, no está pensado para cubrir nada, al contrario, lo que hace es envolver la parte baja de mi pecho, dos piezas de encaje cubren los laterales, pero no los pezones, ni la parte central. Es casi como llevarlos al aire, enmarcados por flores negras y una tira elástica que une los tirantes y los enmarca por arriba.
Encima me he puesto solo una americana larga, que no pienso abrochar en momento alguno.
Sobre mi coño desnudo una falda corta y elástica.
Ya me noto mojada.
Me he maquillado para resaltar mis ojos oscuros y los labios jugosos. He dejado mi melena rubia y lisa peinada hacia un lado.
Me pongo unas gotas de perfume sabiendo con exactitud hacia dónde voy.
Contactó conmigo a través de uno de mis relatos, le encanta mirar, le encanta tocar y está dispuesto a cumplir mi fantasía.
Cojo el coche. Nada más subir respiro alterada al notar el cinturón en contacto directo con mi piel.
Me ocupo de abrir bien la americana y que se vea que no llevo bragas. Me subo la falda, los dedos me tiemblan. Ajusto los espejos puesto que antes ha sido mi marido quien ha conducido el coche. Él no está, se ha ido con nuestra hija y yo me dispongo a ponerme en marcha.
Salgo del garaje, la luz del sol me da de lleno. Me pongo las gafas de sol mientras mis tetas se alzan deseosas de que las miren.
Conduzco alejándome por la calle principal del pueblo. Cruzo los dedos para que ninguno de los dos semáforos se pongan en rojo, no lo hacen. En parte me decepciono y en parte siento alivio. Me he propuesto no cubrirme en ningún momento. Los otros conductores parecen ajenos, con la mirada puesta en el asfalto en lugar de en mi escote desnudo.
Una moto me adelanta, no mira, pasa un camionero de frente, tampoco. Todo el mundo parece demasiado ocupado en sus pensamientos y en la carretera para fijarse, lo cual me altera, me anuda las tripas.
Sé que hay un punto en el que no tengo escapatoria. Conduzco con la lujuria humedeciendo mi entrepierna, voy despacio, hurgando en las lunas delanteras de los que vienen de frente. Nada.
Me maldigo un poco y al mismo tiempo me lleno de expectativas, en dos minutos alcanzaré un semáforo a las afueras, cerca de la zona de supermercados, en la que suele ponerse un tipo de color, muy simpático, vende pañuelos o ambientadores, siempre sonríe. Escoje esa zona porque es muy transitada, porque el semáforo solo permanece abierto unos cinco coches, es un cruce difícil, por lo que permanece cerrado bastante rato.
Paso la primera rotonda, llego a la segunda y vislumbro la luz verde. Hay bastantes coges. Aprieto mis muslos, abro bien la americana y pellizco mis pezones.
Estoy muy cachonda.
Cuento los coches, el corazón se me acelera al mismo ritmo que yo dejo de presionar el acelerador, quiero que me pille, quiero que me vea, quiero que me atrape.
Aflojo, aflojo, bajo la ventanilla, solo queda un coche delante y veo su silueta alta. El semáforo se cierra y yo me relamo pisando el freno.
Lo veo mirarme, él sí que me ve, sonríe, como siempre y mis tetas desnudas se endurecen.
—Hola —me saluda deteniéndose al ver la ventana abierta.
—Hola —le respondo enfrentándome a sus ojos que se recrean en mi cuerpo expuesto.
—¿Quiere unos pañuelos? ¿Un ambientador? —pregunta sin quitarme los ojos de encima. Tengo la garganta seca.
—¿No tienes nada para el calor? Tengo mucho.
—Ya veo —responde sin dejar de sonreír.
Paso la lengua por mis labios, me siento arder, no le he mentido.
—¿Puedo? —me pregunta alzando las cejas. Asiento, él mete la mano y me toca un pecho, lo amasa y yo gimo. No tarda nada en bajar la mano y ponerla en mi coño, separo las piernas y dejo que me meta un dedo mientras vuelvo a gemir, lo hace un par de veces.
El semáforo cambia de color y alguien pita.
—Tengo que irme —suspiro excitada.
—Que tengas una buena tarde —responde sacando la mano, con su característica sonrisa pala lamerse el dedo.
Piso el acelerador, estoy temblando, lo miro a través del retrovisor y me fijo en cómo me observa hasta que pasa a ser un punto en la lejanía.
Me siento tentada a coger la siguiente rotonda dar la vuelta y que vuelva a tocarme, pero no lo hago.
Sigo conduciendo hasta el centro comercial. Me meto en el parking y voy hasta la plaza más cercana a las escaleras mecánicas.
Cuando salgo del coche me abrocho la americana y bajo un poco la falda.
Voy hasta el bar en el que he quedado, me pido un café con hielo, me siento en la mesa acordada y una vez allí separo las rodillas.
Abro el sobre de azúcar, lo remuevo. Hay bastante gente si alguien mira verá que no llevo bragas.
¿Me estará mirando?
¿Habrá llegado ya?
Cojo uno de los cubitos y lo llevo entre mis muslos, estoy tan caliente que no me cuesta nada metérmelo. Una chica que pasea con su novio me ve, yo disimulo, pero no presiono mis muslos. Me obligo a quedarme así, mientras noto como se va derritiendo la porción de agua helada.
Mi corazón se acelera.
Doy un sorbo al café, hace mucho que dejé de tomarlo así, aunque hoy me apetece, oscuro, cliente, excitante, igual que la situación.
Bebo y gimo para mis adentros.
Oigo una silla que se arrastra, abro los ojos y me encuentro con un hombre que me mira.
¿Será él?
No tengo ni idea de cómo es su rostro, solo me ha mandado fotos de su polla y yo de mi cuerpo envuelto en lencería.
Puede que no lo sea, pero igualmente me mira y me ofrece una inclinación de cabeza. Yo le sonrío. Abierta, mojada, con el agua empezando a encharcar mi falda negra.
Miro mi móvil, lo pongo en modo selfie bajo la mano y disparo, la primera sale borrosa porque me tiembla el pulso, la segunda queda mejor, se la mando al correo electrónico.
El hombre me sigue contemplando interesado, no se ha perdido nada de lo que he hecho.
Mi teléfono vibra.
Recibo un mensaje en respuesta y ese hombre no tiene nada en las manos. Lo cual me excita.
Se está tomando un refresco.
En el mensaje de respuesta mi lector me dice que me está viendo, y lo que quiere que haga con el cubito antes de ir a la tienda, hacia el probador.
Su propuesta me sofoca, me gusta y… ¿Por qué no?
Llevo mi mano a mi coño y rescato lo poco que queda del bloque de hielo.
Me pongo en pie y camino hacia el hombre de la mesa de en frente que me contempla excitado.
No hablo, me limito a dejar caer el hielo en su bebida, mojar sus labios con mis dedos mezclados en fluido y agua fría, y dejar que él me magree el culo.
—Estás muy buena.
—Tengo prisa.
—Te invito.
—Puede que otro día —zanjo.
Me voy, y entro en una tienda grande, de esas que tienen un poco de todo, me desabrocho el botón de la americana y camino con las tetas bamboleándose dentro del tejido.
Veo a uno chicos mirarme y darse de codazos, creo que se me ha visto un pezón. Camino hasta la zona de probadores con un vestido en la mano, está cerca de donde están ellos. Me ocupo de entrar y no cerrar del todo la cortina mientras me quito la chaqueta, estiran el cuello y se codean. Ya han visto que estaban en lo cierto y me ven las tetas.
Me bajo la falda y me quedo así, mirándome al espejo, saco el móvil y me tomo algunas fotos para mandárselas.
Responde de inmediato que me está viendo y no se refiere al mail.
Veo una silueta en el marco, está apoyado en él y me mira. Sabe que eso es lo que me gusta, lo que me excita, y yo a él.
Mira en dirección al banquito que hay. Tiene la entrepierna abultada y se toca por encima.
Me siento, separo los muslos y me pongo a masturbarme para que me vea. Con la mano izquierda me pellizco los pezones, con la derecha estimulo mi clítoris hinchado y me follo con los dedos. Él se saca la polla y empieza a masturbarse, mientras coge el móvil y me graba.
Me agito como una hoja, estoy tan jodidamente cachonda que apenas puedo controlarme.
Él entra, no le freno, coloca el móvil de manera estratégica para que siga grabando y se arrodilla entre mis muslos para comerme el coño.
Enredo mis piernas en su cuello y dejo que su lengua me bata coco yo hago con los huevos al hacer una tortilla.
Gimo fuerte.
La cortina no está cerrada y eso me pone de los nervios, pero de los buenos.
Tironeo de su pelo oscuro, mientras él no me da tregua. Se sigue tocando, follándome con la lengua, metiéndome los dedos de la mano libre.
—Sí… —gimo sin control.
No aguanto, no puedo, me siento tan zorra, que me corro sin pedir permiso, en su boca. Me tambaleo, él no deja de comerme el coño y hace que me sacudan dos orgasmos, veo que los chavales nos observan. No digo nada. No puedo, estoy demasiado inmersa en la situación.
Se retira con la boca llena de mi corrida, me pide que no cierre las piernas y se la sigue meneando hasta que un chorro de esperma caliente impacta contra mis tetas, mi vientre y mi coño. Se ordeña hasta que no queda nada y después me pasa la mano por el cuerpo, para que su leche me penetre.
Cuando ha terminado me pide que me quede quieta. Coge el móvil y me tira una foto. Se aparta y se marcha.
Ese era el trato, sin nombres, sin obligaciones, solo una situación morbosa para ambos.
Con la sensación de lo prohibido enroscándose en mis tripas, me levanto, trastabillo un poco. Me siento sucia, usada, justo como deseaba.
Me visto sin haberme probado el vestido, paso por el lado de los chavales que murmuran lo zorra que soy y que si quiero ellos me follan entre los tres.
No he venido a eso.
Paso de largo y vuelvo a mi coche.
Cuando me siento recibo un mensaje nuevo.
Es del vídeo que nos ha hecho el lector. Soy incapaz de no mirarlo y no tocarme viéndolo.
Me hago una paja y me corro de nuevo.
Todo es demasiado excitante, demasiado intenso.
Sé que esto es solo el principio, que ahora que lo he probado, no voy a poder parar.
Me desabrocho el botón de la americana y conduzco con las tetas fuera para llegar a casa.
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Espero que te haya gustado el relato, ¿eres de los que te gusta mirar? Espero tu mensaje. Miau.