Usuario:
 Contraseña:
 CREAR CUENTA  Recordar Clave  Ayuda
 4.051 Lectores conectados [ Comunidad de Cams +18 ]  23.915 Autores | 139.674 Relatos eróticos 
NOVEDADES CATEGORÍAS TOP100 AUTORES BUSCADOR
TODORELATOS » LÉSBICOS » ROMA DE ROJO | CAPÍTULO 2
[ + 
Fecha: 20-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Lésbicos

Roma De Rojo | Capítulo 2

KarahG
Accesos: 834
Valoración media:
Tiempo estimado de lectura: [ 12 min. ]
 -   + 
1 | Códigos de sangre. Version para imprimir

Capítulo 2 |

Incluso, hasta los ángeles tienen sus planes malévolos y yo, no caí del cielo.

No le tengo miedo a la pérdida.

Quizás, he vivido tantos años con el temor de perder “algo”, que me acostumbré a la idea de que todo en esta vida es pasajero. Tétrico, ¿verdad?

Mientras contemplo lo pálido de mi rostro en el reflejo del espejo, viene a mi mente una frase que muchos conocemos—“no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”—y ya mi cuerpo, no resiste un golpe más. Esta soledad amenaza con volverme loca. Necesito amar, sanar… sentir otra vez en mi pecho, el triunfo glorioso de su amor adormeciendo el dolor. Supongo que me acostumbré a ella.

¿A quién quiero engañar? Esto es lo que soy y no hay marcha atrás.

Ya no.  

Soy alguien que no nació para amar ni para ser amada. Un ser despreciable y oscuro que no encuentra su propio rumbo.

Sigo tan perdida que creo que en verdad si estoy muerta. O al menos, muerta en vida. Mis memorias solo son vagos recuerdos de huida. De escapes semi decentes de la realidad. Maldigo una y otra vez a los dichosos médicos de mierda. Tenía que haber muerto en verdad hace años atrás, cuando mi querido abuelo apretó el gatillo en contra de su nietecita bastarda de dieciséis años. 

Sonrío como idiota al mirar nuestra primera fotografía juntas.

El amaretto ha hecho lo suyo ya. Gracias a todo lo que existe por inventar el alcohol.

Miro con mis ojos entrecerrados la pizca de bebida que le queda a la botella. Con razón le encuentro menos conciencia a la vida que de costumbre.

En noches tan largas como esta, reafirmo, que todos y cada uno de nosotros necesitamos una inspiración—una fuerza divina—, que nos ayude a enfrentar el día a día. Algo con matices coloridos que nos haga olvidar lo gris y amargo de la vida. Incluso, hasta los perversos más temidos, necesitamos eso. Luces en medio de la oscuridad. Tú eras mi luz.

“Eras”. Repetir eso en el término del pasado me hace recordar lo obtuso de mi futuro. ¿Qué tengo? Nada. ¿Qué tendré? Nada. ¿Qué soy? Todo y nada a la vez.  

Las palabras de mi delirante subconsciente alcoholizado, me hieren con su puñal realista. La has perdido y esta vez… para siempre.

Lanzo con rabia la botella contra la pared viendo como los pedazos de vidrio se esparcen por toda la habitación.

—¡Gianzo! —grito a todo pulmón.

• • •

No tengo idea de como lo hago, pero me las arreglo para curvar mis labios hacia arriba en una analogía de sonrisa tan forzada, como mis ganas de estar aquí.

—Me marcho ya si no le molesta—murmuro.

—Por supuesto, su turno ha acabado. La veré mañana.

—Buenas noches, Sandro.

—Buenas noches, Sabrina—me contesta sonriente.

Recogiendo mi mochila en la taquilla del restaurante, me encojo de hombros en mi chaqueta y me encamino a la puerta. Afuera, en el aire frío de la tarde en la ciudad, tomo una respiración profunda.

Me siento a morir.

Haga lo que haga, no es suficiente para llenar el vacío en mi pecho; un vacío que ha estado presente desde que hui como una cobarde del apartamento—y de la vida—, de Kaiara. Este doloroso vacío me recuerda la pérdida. Camino a la parada del autobús con la cabeza hacia abajo, mirando mis pies y contemplando la necesidad de comprar de una buena vez un auto. Puedo permitirme uno, bonito y nuevo. O quizás… sigo esperando la presencia de Gianzo y la camioneta.

Cierro la puerta de golpe a ese pensamiento inmediatamente. No. No pensaré en ella. Trato de mantener mi mente tan en blanco como me resulta posible. No puedo pensar en Kaiara. No quiero empezar a llorar otra vez, no en medio de la calle.

El apartamento sigue tan vacío. Me siento en mi pequeño sofá. Enciendo la televisión de pantalla plana, entonces ya hay sonidos que llenen el vacío y me ofrezcan algo de compañía. Pero no estoy escuchando o viendo nada. Mis funciones cognitivas se han esfumado de mi cuerpo. Miro fijamente la pared de ladrillo. ¿Cómo es posible que me siga sintiendo así por una decisión que yo misma he tomado? Estoy entumecida. No siento nada excepto el dolor. Ya no sé por cuánto tiempo más podré soportar esto.   

El timbre de la puerta me despierta de mi angustia, y mi corazón da un vuelco. ¿Quién puede ser? ¿Será ella? Me levanto y presiono sin fuerzas el intercomunicador.

—Paquete para la señorita Moretti—una fatigosa e inmaterial voz responde, y la decepción choca de bruces contra mí. Lentamente me hago camino escaleras abajo y encuentro a un joven masticando—excesivamente—, goma de mascar. Alzo las cejas. Él sujeta una caja grande y tiene el cuerpo apoyado contra la puerta principal.

El paquete es ligero. Dentro hay varias rosas blancas y un pequeño sobre. Lo abro y veo nuestra primera fotografía juntas, algo rasgada y arrugada. Detrás, tiene un pequeño escrito.

Te daría las gracias por existir, pero es demasiado romántico.

Solo quiero que tengas esto, como un último recuerdo.

Ocupaba un espacio privilegiado en mi vida, ahora, solo en mi mente.

Cuídese mucho, señorita Moretti.

Miro fijamente la letra. La reconozco. Es de Kaiara. Se expande mucho más el enorme agujero en mi pecho. No hay duda, esto fue su idea. Disculparse, haciéndome sentir a mi culpable por haberla dejado. Es demasiado doloroso pensar acerca de ello. Examino las flores. Son hermosas, y no puedo tirarlas a la basura por mucho que quiera. Así, que me hago camino en la cocina para tratar de encontrar algo que se asemeje a un florero.

Yo amo a esta mujer, pero no. No puedo ceder.

Me ha engañado en proporciones que segura estoy, nadie toleraría. Casi muero en su propio apartamento a manos de un parricida enviado para acabar con su vida. ¡Mierda! ¿No se da cuenta de que no llegará a nada así? Soy capaz de ponerme por un instante en sus zapatos y se lo que se siente cargar con las culpas ajenas, pero… Puede elegir. Puede cambiar. Puede hacerlo. Y cuando ella lo haga, estaré aquí, esperándola. Si no es ya… demasiado tarde.

Y así la rutina continua: me levanto, lloro, trabajo en el restaurante, duermo. O bueno, al menos trato de hacerlo. No siempre puedo escapar de ella en mis sueños. De esos ojos verdes que me miran anhelantes. Y la música… Trato de evadir hasta el dichoso sonido de los comerciales, que me hacen estremecer.

No le he hablado a nadie, ni siquiera a Camila, mi mejor amiga. No tengo la capacidad para charlas sin sentido en estos momentos. No, no quiero nada de esos sermones alentadores. Me he convertido en mi propio estado de reclusión social. Un mundo devastado, destruido por la guerra, dónde no hay un solo árbol que crezca con verdes hojas, y los amaneceres son tan lánguidos y oscuros como la noche. Puedo permitirme interactuar impersonalmente en el trabajo con algún que otro comensal, pero es solo eso… trabajo. Si decido hablarle a Camila, me romperé aun más y tendré que decirle la verdad, porque no parará de hacer preguntas hasta que—como siempre—, tenga la información que desea. Me destrozaré más. Y ya no queda nada vivo en mí que se pueda destrozar.    

Encuentro difícil comer. 

Pero en las cenas me las arreglo para que al menos una taza de yogurt caiga en mi estómago. Sobrevivo gracias a las sopas instantáneas que tenía guardadas—un total insulto a mi título de chef profesional—, y la cafeína, que es la que me hace andar, pero me tiene todo el día con los pelos de punta por la ansiedad.

Me siento en el sofá y empiezo a revisar un poco de correspondencia antigua en mi email, para tener algo que hacer con todo este tiempo libre y pienso, que estoy sumamente agradecida en hacer las horas extra en el restaurante, de lo contrario. Hubiera enloquecido con antelación.

Sandro, mi jefe, ha comenzado a hacerme preguntas personales, porque sabe—obviamente—, de mi ruptura con Kaiara. En la cocina no hacen más que murmurar por lo bajo sobre ese tema. Me desagrada un poco, pero es lo normal cuando se tienen citas con alguien de la talla y categoría de la señora Di Marco. Soy educada, pero necesito mantenerlos a todos a un brazo de distancia, fundamentalmente, a Sandro.

De repente, el sonido de una notificación en mi celular me saca de mis pensamientos. Rápidamente reviso para ver quien es.

¡Santa mierda! Es Kaiara.

MENSAJE DE TEXTO:

Kaiara: —Espero que no hayas olvidado que mañana es la apertura del bar de Luca. Si gustas, puedo acompañarte. Ir en autobús no es muy cómodo. Hazme saber.

Lágrimas nadan en mis ojos. Precipitadamente dejo el sofá y corro como loca al baño para escapar de las garras de mi propio celular. La inauguración de Luca. Mierda. Lo había olvidado por completo y le prometí mil veces que iría. Mierda. Mierda y mierda. Kaiara está en lo cierto. ¿Cómo voy a llegar hasta allí en autobús? No es muy elegante que digamos, además, tendría que caminar varias calles sola y en la noche. No. No es muy conveniente que digamos.

Presiono mi frente mientras me miro al espejo. ¿Por qué demonios Luca no me ha llamado para recordarme eso? Ahora que lo pienso, ¿por qué ni siquiera Camila me ha llamado? He estado tan distraída que no he notado que mi celular está en modo no molestar.

¡Rayos! ¡Soy tan idiota!

Suspiro e intento controlarme.

¿Puedo verla otra vez? ¿Podré soportarlo? ¿Quiero verla en verdad? Cierro mis ojos e inclino la cabeza hacia atrás, mientras la pena y el anhelo, recorren todo de mí. Por supuesto que quiero verla.

Tal vez es una buena oportunidad para decirle que he cambiado de opinión… No, no, no. No puedo estar con alguien que asesina personas como si fuera un deporte, alguien que me ha dicho montones de veces que es incapaz de amar. 

Recuerdos torturantes destellan a través de mi mente, su gentileza, su educación, la forma en la que me hace el amor, aunque no sabe amar, sus besos, sus caricias, su oscura, amenazante y sensual mirada pervertida que me enciende. La extraño. Han sido días, días de agonía que se han sentido como una maldita eternidad.

Envuelvo mis brazos alrededor de mi cuerpo, abrazándome, estrechándome, manteniéndome junta. Presa de mi propia indecisión. La extraño. Realmente la extraño… La amo. Simplemente ella es el amor de mi insignificante vida.

Lloro hasta quedarme dormida en la noche, deseando no haberme marchado, deseando que ella pudiera ser diferente, deseando que pudiéramos estar juntas. ¿Cuánto tiempo durará este horrendo sufrimiento abrumador? Estoy en un maldito purgatorio.

Sabrina Moretti, estás en el trabajo. ¡Se quema la comida!

Debo ser fuerte, pero quiero ir a la inauguración de Luca. Y en lo más profundo y masoquista de mi ser, quiero ver a Kaiara. Tomando una profunda respiración y sacando el sartén del fogón, texteo un mensaje de respuesta.

MENSAJE DE TEXTO:

Sabrina: —Hola Kaiara. Lindo detalle hacerme sentir como una mierda. Apreciaría el aventón de Gianzo. Nos vemos a las siete.

Revisando mi teléfono me doy cuenta de que ya ha recibido el mensaje.

Todo está aparentemente bajo control y los pedidos están saliendo en tiempo, así que me escurro como puedo a un rincón y le marco directamente a Luca.

—Hola Luca, soy Sabrina.

—Pensé que te había tragado la tierra—su tono es tan cálido y acogedor que es casi suficiente como para empezar a llorar nuevamente. Estoy demasiado emocional.

—No puedo hablar mucho, ¿a que hora debo estar hoy en el bar?

—¿Vienes en serio? —suena feliz.

—Sí, por supuesto—sonrío, mi primera sonrisa genuina en días, mientras me imagino su amplia sonrisa.

—A las nueve y treinta.

—Nos vemos entonces. Adiós Luca.

—Nos vemos Sabrina.

MENSAJE DE TEXTO:

Kaiara: —¿A que hora quieres que tu fiel escudero Gianzo pase por ti?

MENSAJE DE TEXTO:

Sabrina: —A las nueve y treinta empieza. ¿Qué hora sugieres? Termino a las siete.

MENSAJE DE TEXTO:

Kaiara: —Odio la impuntualidad. A las siete y treinta te recogeré. Estoy deseando verte.

MENSAJE DE TEXTO:

Sabrina: —Si Gianzo no es el que viene por mí, no tengo más remedio que verte. Nos vemos.

Oh mi… voy a verla otra vez, y por primera vez en días, mi espíritu se eleva un poco y me permito preguntarme como ha estado.

¿Me habrá extrañado como yo a ella? Probablemente no. ¿Habrá encontrado mi reemplazo sexual? La idea de otra mujer en su cama me aborrece. El pensamiento es tan doloroso que lo deshecho inmediatamente. Miro la cocina hecha un caos en solo minutos, necesito ponerme manos a la obra y organizar los pedidos, mientras trato de expulsar a Kaiara de mi mente otra vez.

Pero todo lo que hago es en vano. Mientras doy órdenes acomodando mi uniforme de chef, visualizo el rostro de Kaiara la última vez que la vi, mientras dejaba su apartamento. Su expresión torturada me persigue. Recuerdo que ella no quería que me fuera, lo cual fue un obstáculo significativo para mí a nivel emocional. Quizás es el puente que me mantiene estancada sin poder avanzar. ¿Por qué me quedaría cuando las cosas se salieron de control a ese nivel? Estuvimos siempre evadiendo la realidad, hasta que ella llegó a la puerta, sosteniendo un arma apuntando directamente a mi cabeza.

Girándome de lado, dándole los últimos retoques a un espagueti, me reconozco a mi misma, que por loco que suene, ella piensa que no merece ser amada. ¿Por qué se siente de esa manera? ¿Tiene algo que ver con su rol en la mafia? ¿Las disputas con su disfuncional familia materna? Mis pensamientos me asedian hasta horas cercanas al fin de mi turno.

¡Finalmente son las siete!

Recojo mi chaqueta y mi bolso. Esta vez he dejado la mochila. Veo a Sandro inusualmente atento conmigo. Sospecho que es por el vestido negro que he elegido, y mis tacones. No está acostumbrado a verme con algo que no sea el uniforme. Pero eso no me importa ahora. Trato de calmar mis nervios. ¡Voy a verla!

—¿Tienes una cita esta noche? —pregunta Sandro mientras camina conmigo hacia la salida.

—Si y no. No, realmente.

Me arquea una ceja, su interés es claramente marcado.

—¿Novia? ¿Novio?

Me sonrojo. Que indiscreto.

—No, una amiga. Ex novia.

—Quizás mañana quieras tomar un trago con los chicos y conmigo luego del turno. Lo mereces—sonríe, y una desconocida emoción revolotea sobre su rostro, haciéndome sentir incómoda.

Colocando sus manos en sus bolsillos, pasa a través de las puertas dobles. Frunzo el ceño a su espalda. Beber con el jefe, ¿será una buena idea esa? Sacudo mi cabeza en negación. Tengo una noche con Kaiara Di Marco, si sobrevivo a eso, entonces podré pensar en que hacer mañana.

Afuera, en la cuneta, Gianzo está esperando. Abre la puerta trasera del auto. Miro vacilante a Sandro, que no me quita la vista de encima. Está mirando hacia la camioneta con desdén. Giro y entro en la parte de atrás, y ahí está sentada, Kaiara Di Marco, vistiendo un traje negro, sin corbata, con una camisa blanca abierta en el cuello. Sus ojos verdes resplandecen al mirarme.

Mi boca se seca. Se ve jodidamente hermosa, excepto, porque frunce el ceño con su típica mirada de regaño. ¡Oh, mierda!

Descubre la Comunidad de Webcams +18 de TodoRelatos
Conecta, comparte y vibra en vivo con las cámaras.

comunidad.todorelatos.com
© KarahG

Valore y Comente los relatos que lee, los autores lo agradecerán y supondrá una mejora en la calidad general de la web.
 Comentarios sobre este Relato (0)
\"Ver  Perfil y más Relatos de KarahG
 Añadir a Lista de Favoritos
 Reportar Relato
« VOLVER A LA PÁGINA ANTERIOR IR ARRIBA  ▲
 

📹 WEBCAMS +18: 1.000 Monedas Gratis!