☑ Legal: Los personajes de esta historia (y de todos mis relatos) son mayores de edad.
🟥 ATENCIÓN: Para llevar el hilo de esta historia recomiendo leer antes mi relato: Viendo follar a mis padres. Dicho relato fue una simple ocurrencia y que ahora he convertido en serie. Disfrutadla.
EPISODIO II
Sabrina se encontraba de pie frente al espejo de su habitación, un decorativo e imponente espejo enmarcado en madera negra con unas dimensiones de 180x60 en donde podía contemplar su reflejo de cuerpo entero, su figura adolescente.
Esperó un par de minutos mientras se sonreía consigo misma. Estaba casi segura de que su hermano gemelo no tardaría en espiarla desde donde siempre acostumbraba.
Ocurría con frecuencia, cuando coincidían viendo la televisión en la sala de estar. Ella se levantaba para ir a su dormitorio y pocos segundos después oía los pasos de su hermano haciendo lo mismo, yéndose a su propia habitación. Le había tomado tiempo descubrir el comportamiento voyeurista que su hermano venía llevando a cabo desde hacía un par de años, cuando logró abrirle una abertura a la pared de madera que separaba su habitación con la de ella. Desde entonces, sus sospechas de que él la espiaba estaban bien fundadas y ella conocía muy bien su método.
⮌ Un día, cuando este no estaba en casa, tuvo la oportunidad de entrar en su habitación en busca de los auriculares de su móvil, los que su hermano acostumbraba a tomar prestados sin notificarle, algo que solía irritarla. Esa tarde algo captó su atención. Había un taburete alto cercano a la pared de madera que dividía ambos dormitorios y a juzgar por unas leves manchas contenidas en esa zona tuvo la intuición de que su hermano subía a ese taburete aunque no sabía las intenciones. Se acercó y montó en el taburete, le echó un ojo a la pared no tardando en descubrir el orificio.
Asomó un ojo y entonces comprendió el por qué había un orificio a esa altura. Era el lugar donde estaba ubicado su armario por lo que si el orificio hubiese estado más abajo no podría observarla.
—Este desgraciado me ve —dijo Sabrina— y quién sabe cuánto tiempo lleva en esto.
Aquella tarde se la pasó en su habitación meditando la posibilidad de reprocharle y acusarle ante sus padres, pues, no había dudas: el taburete, el orificio por donde podía verla por casi toda la habitación. Cuántas veces la había espiado al vestirse o desvestirse, caminar desnuda por el dormitorio, dormir sin ropa, estimularse con sus dildos.
A pesar de la rabia, se contuvo. No acusaría a su hermano, buscaría el momento de hablar con él y hacerle saber que estaba al tanto de su travesura.
Pero esa noche cambiaría de idea ya que le resultó interesante saberse espiada y deseada por su hermano; la rabia había menguado, las sensaciones irían cambiando.
A partir de aquel día, continuó su rutina, como si nada hubiese pasado, se desvestía, presumía su figura ante el espejo, dormía completamente desnuda y cuando por primera vez se masturbo sospechando que su hermano la espiaba lo disfrutó más que las anteriores veces. A la hora de la ducha deseaba ser espiada pero no había manera, la ventana del baño daba hacia el jardín, él no se atrevería a asomarse, no lo creía tan evidente. Su hermano era algo tímido, reservado y al mismo tiempo un enfermito que vivía espiándola y casi por seguro, masturbándose.
Con el pasar de los meses, Sabrina llevó más lejos el entretenido y excitante juego de sentirse observada ya que notaba cuando quedaba a solas con él que este le echaba unas miraditas morbosas y es que ella, no era para nada timida a la hora de presumir su figura. Solía vestir en casa ropa muy ligera, shorts diminutos, tops ajustados, además de andar siempre descalza o en medias. Eso sí, cuando sus padres no estaban presentes. Ya luego no importaba mucho el hecho de que la regañaran al llegar, lo que importaba era el morbo al estar a solas con su hermano y saber que este la deseaba en secreto.
Hubo mañanas y también tardes en las que Sabrina ubicaba su móvil en un lugar bien camuflado y echaba andar el botón de REC. Al rato, luego de pasearse por la casa, trapear los pisos, limpiar muebles y cuadros en la sala de estar, platos y cubiertos en la cocina, tomaba su móvil sin que su hermano se percatara y se iba a su habitación a reproducir la grabación en la que su hermano -que había sido filmado sin saberlo- la observaba con deseo, mientras ella hacía las actividades del hogar que le encomendaba su madre cada día al desocuparse de sus estudios. ⮎
Desde entonces habían pasado dos años y un poco más, Sabrina ya conocía las bondades y los placeres del sexo, algo que su hermano aun no. No era más que un niñato con la autoestima baja que desde pequeño, cuando notó que su pene tenía vida propia se fue acostumbrando a las pajas, al porno y al espionaje de su bella hermana gemela, además de ser un pésimo estudiante que a duras penas y gracias a la exigencia de sus padres había podido al menos avanzar aunque con un promedio bajo.
Sabrina inició el excitante show de quitarse la ropa intuyendo que Denis la observaba por el orificio desde la otra habitación.
Esa tarde luego de llegar de la universidad se había quedado un rato sentada en la sala de estar y aunque su hermano estaba presente no se habían dirigido la palabra. Él era demasiado reservado, timido, de muy pocas expresiones, además, lo acontecido una semana atrás, con sus padres follando, lo hundía más en la timidez y vergüenza hacia su hermana que fue la que lo sorprendió masturbándose y eyaculando mientras observaba a sus padres en pleno acto.
"Ya vengo, voy a ducharme" fue lo único que le dijo Sabrina en ese momento.
Ahora estaba frente al espejo, desnudándose. Llevaba su hermoso cabello alisado de color castaño oscuro el cual hacía semanas había recortado un poco, pues, sentía que lo tenía demasiado largo, algo en lo que su novio no estuvo de acuerdo, pues, adoraba tomarla de su larga cabellera en los momentos más intimos.
Vestía una blusa blanca de mangas largas, lo primero de lo que se despojó y lanzó a la cesta de ropa quedando sus pechos aprisionados por un lindo sujetador tipo soft cup de color carne. A continuación se quitó los monos tipo yoga, de color gris oscuro.
Cada prenda que se quitaba lo hacía con lentitud, con erotismo, sabiéndose observada y deseada. Se quitó los tacones cerrados, ahora lucía más pequeña, 165 cm. Cuando se desprendió del sujetador se colocó de costado frente al espejo y en dicha posición quedó frente al orificio. Tenía unos pechos hermosos al natural, levemente caídos y unos pezones color rosa de unos tres centímetros de circunferencia.
Sabrina era blanca, como la nieve. De hecho, sus amistades la apodaban blancanieves.
Comenzó a bajarse poco a poco la panti que cubría su sexo, evitando reirse, pues, aunque le ponía saber que la espiaban también le causaba gracia su personalidad atrevida.
Cuando quedó completamente desnuda alzó ambas manos como si estuviera crucificada, llevaba un mes sin depilarse, a su novio le encantaba que llevara vello púbico entonces se quedó meditando si a su hermano le excitaría o la preferiría totalmente depilada.
A su mente vinieron todos los halagos y dichos morbosos de sus novios, sabía muy bien de la belleza fisica con la que la naturaleza la había bendecido y el efecto que había causado en sus parejas.
Se quedó por un momento así en esa pose de crucifixión, luego se dio la vuelta quedando de espalda al orificio.
Sabrina tenía un cuerpo muy curvilineo, siendo su trasero algo muy llamativo y deseado. Hombres de todas las edades se lo recordaban casi cada día como si ya ella no lo supiera.
Caminó hacia su armario, único lugar donde el vouyerista de su hermano no podría verla, tomó la toalla y volvió a aparecer en la escena para luego volver a desaparecer entrando al baño, lamentando el hecho de que su hermano ya no podría verla.
Al salir del baño recordó las miraditas que su hermano le dedicada cuando se paseaba por la casa recien salida de la ducha. Sabrina estaba decidida a acometer su plan. El momento bajo la ducha solo bastó para reafirmar sus intenciones.
Era una chica atrevida, con caracter dominante, de tomar la iniciativa, de aventurarse, de cometer errores y aprender de ellos, de arriesgarse, de fracasar y volver a intentarlo, de disfrutar de la vida sin tomarse las cosas tan a pecho.
Se dirigió nuevamente a su armario, desapareciendo de la vista de su hermano que sin duda estaba atento a cada uno de sus movimientos. Al volver frente al espejo colocó un conjunto de lencería sobre la cama, a un costado del espejo. Era nada más y nada menos que el mismo conjunto usado por su madre la vez que la sorprendió en el acto con su papá. Lo había tomado a escondidas del armario de ella, ese día por la mañana.
Sabrina vistió cada prenda de lencería con sutileza y sensualidad, emocionada de saber que su hermano probablemente la estaba contemplando a la distancia. El elegante y sensual sujetador volvía a cubrir sus tan deseados pechos, aprisionándolos, brindándole cierto placer. Un sujetador negro con detalles intrincados, copas suaves y moldeadas brindando un realze de su busto. La braguita, también de color y con la misma confección del sujetador, el liguero y las medias pantis, suaves y sedosas. Por último, los mismos tacones que usó su madre esa tarde. Sabrina sintió un leve corrientazo en la entrepierna debido a los pensamientos incestuosos que abordaron su mente en microsegundos, no con su hermano, sino con su padre, al que oyó esa tarde proferir insultos hacia su madre.
Salió de su dormitorio, caminó unos pasos hasta la puerta de la habitación de Denis. Un poco más adelante estaba la de sus padres, a los que había pillado en pleno actual sexual hacía una semana atrás luego de encontrar a su hermano masturbándose.
Introdujo la llave en la cerradura y al instante la puerta de la habitación de Denis se abrió, algo que él no se esperaba.
—¡Sabrina! —expresó Denis con una cara de estupefacción, sorpresa e incredulidad bastante graciosa al ver a su hermana irrumpir en su habitación de la que suponía que solo él tenía llaves.
A Denis solo le faltaban unas gafas cuadradas para parecer el propio nerd tontoleco sorprendido por la desnudez de una femina a escasos metros de él.
No era feo. Era un muchacho de buen parecer, aunque siempre despeinado y descuidado que con el transcurrir del tiempo había perdido el interés por relacionarse. Los videojuegos, las malas compañias y algo de pornografía lo habían conducido a una especie de mundo paralelo en el que se conformaba con su actitud despreocupada de la vida, procrastinar en sus estudios. Solía pensar que en un futuro podría tomarse en serio los estudios. Por ahora, la diversión con sus amiguitos -los únicos con los que lograba desenvolverse-, el porno y disfrutar de la desnudez de su hermana era lo único que le motivaba.
De piel amarillenta, cabello corto, ojos negros, de buen cuerpo, atlético pero despreocupado por su apariencia, higiene, vestimenta, vivía discutiendo con sus padres que no veían la manera de ayudarle a mejorar su conducta y su modo de vida.
Una semana atrás, su madre semidesnuda y siendo embestida por su papá era lo más hermoso que habían visto sus negros ojos en sus 18 años de vida pero ahora su hermana acababa de subirse al podio, con tan solo presentarse ante él vestida de tal manera y aunque ya la había visto desnuda cientos de veces, contemplarla a escasos centímetros de él tuvo un impacto mucho más profundo y significativo.
Y eso que no estaba del todo desnuda, sus formas estaban cubiertos por el sensual conjunto de lencería.
Denis andaba descalzo, sin franela, solo vestía un short y en ese momento se lo acomodaba. Para Sabrina estaba más que claro que su hermano se había estado masturbando.
—Otra vez tú masturbándote, Denis —dijo Sabrina con un rostro risueño. Cerró la puerta con seguro y dio dos pasos adelante.
—¿Qué? No. —negó Denis.
—Te gusta mirar a papá y mamá follando, ¿no? —continuó Sabrina.
—¿Qué dices? No, lo que pasó fue, eh, yo, o sea, primera vez que los veía.
—¿Ah, sí? Pero por lo visto, te encantó tanto como para hacerte una paja.
Denis guardó silencio.
—Tienes suerte de que no saben que estuviste ahí. ¿No has hablado de eso con ellos?
Sabrina quiso indagar en el asunto.
—No —dijo Denis, secamente.
⮌ Ella sí había tenido una conversación con papá, pues, su madre estaba muy apenada. En esa conversación que se suscitó en la cocina el día después, su padre le pidió perdón por la escena.
—¡Ay, papi! Normal, sois jovenes, tenéis derecho a disfrutar de la sexualidad.
Alfredo (papá) tenía 41 años, Andrea (mamá) 38.
—Sí, mamí, pero igual, debimos tener cuidado.
—Eres un pillo, papá, me ha traumado esa escena —dijo Sabrina en ese momento y se echó a reir a carcajadas—. No pasa nada, papá. Take it easy.
Desde entonces Sabrina y su papá intercambiaban miradas cómplices, como si algo los hubiera conectado desde esa conversación. Sabrina también notó que papá le miraba de un modo incorrecto aunque disimulado. ⮎
Denis trataba de no mirarla, era evidente que la presencia de su hermana lo excitaba, solo que su timidez lo dominaba.
—Y por lo visto, también te encanta mirarme—, y también pajearte mientras me miras.
—No, ¿qué dices, cómo así?
—Ay, Denis, por favor, ¿para qué es ese agujero hacia mi dormitorio? ¿Vas a negar que te la pasas mirándome? Que te subes a ese taburete todos los días a mirarme y a pajearte como lo hacías ahora mismo. ¿Lo vas a seguir negando?
—Pues, yo, eh...
—Mírame —dijo Sabrina.
Y empezó a desnudarse sensualmente frente a él, mientras mantenía su rostro risueño. Se desabrochó el sujetador y lo lanzó a la pequeña cama de Denis, a su izquierda, una cama en desorden, llena de ropa, cosas y hasta comida. Luego se quitó la braga, la que también lanzó a la cama.
En el rostro de Sabrina no había indicios de timidez alguna, todo lo que hacía lo disfrutaba, con segurida y atrevimiento, disfrutando del momento, de lo muy reservado que era su hermano, incapaz de tomar la iniciativa.
—Mírame, Denis, mira mi cuerpo. Ya lo has visto muchas veces pero no tan cerca como ahora.
Sabrina se acercó a él y quedaron frente a frente.
—¿Te masturbas observándome por ese huequito?
—Sí —admitió mirándola a los ojos.
Sabrina lo empujó con sus manos suavemente hacia atrás, hacia atrás, hacia atras hasta hacerlo sentar en una silla sin mangos que había cerca del armario de Denis, también desordenado como casi todo lo de él.
Sabrina sonreía mientras conducía a su hermano, disfrutando plenamente de cada movimiento. Se agachó y lo despojó del short que lo cubría, no tenía ropa interior y cuando la prenda fue jalada, emergió su pene de 19 centímetros que debido a la circunstancia fue creciendo y creciendo rápidamente hasta eregirse por completo.
Denis no podía esconder la calentura que su hermana le generaba y ahora la tenía tan cerca, en su propia habitación, despojándole de la única prenda que vestía y ahora ella le observaba el pene.
Pero Sabrina ya sabía de penes a su corta edad, el de su hermano era uno más aunque uno muy bueno y si bien es cierto que un pene de 13, 14 o 15 centimetros es suficiente para estimular correctamente el coño de una hembra, a Sabrina le ponían cachonda los hombres vergudos y su hermano lo era.
Sabrina se abalanzó sobre Denis aunque a paso suave, delicada. En pocos segundos logró introducirse ella misma el pene de su hermano en su estrecho coño.
—Ohh! —gimió Denis.
—¿Te gusta? —dijo ella.
—Dios! —gimió Denis
Sabrina hizo movimientos de cadera a un ritmo suave mientras sentía el pene de su hermano ocupar todo el interior de su coño, Denis gemía y ella disfrutaba como toda una profesional.
—Ohh! —continuaba Denis—, me correré.
Y es que la escena no podía ser más morbosa. Era su hermana, maldición, su jodida y buenísima hermanita, la que tantas veces había observado desnuda caminar por su habitación, dormir desnuda, masturbarse con sus dildos.
—Aguanta —dijo Sabrina con la voz levemente excitada—, ¿reconoces este conjunto? Es el mismo que usó la puta de mamá mientras papá se la follaba.
Denis no daba crédito a lo que oía, a las expresiones usadas por su hermana, no tenía dudas de que en cualquier momento estallaría en un sufrido orgasmo. Su hermana acababa de referirse a su madre como una puta.
—¿No es así como le dijo papá? continuó Sabrina—. Puta, perra.
Denis no aguantó y empezó a sufrir, le sobrevino el orgasmo y con ello una descontrolada eyaculación
—Ahhhhhh —gimió en voz alta mientras su cuerpo reaccionaba de un modo que nunca había sentido.
Sabrina continuaba moviéndose sobre él de manera suave mientras sentía como su hermano la llenaba de semen.
—Ahhhh, ahhhhh, ahhhhh —gemía Denis perdiendo la noción del tiempo y el espacio.
Lo que estaba viviendo era inédito, incomparable, era una experiencia única.
Pasaron más de 40 segundos. Es mentira que el orgasmo de un hombre dura pocos segundos, la intensidad también cuenta, el dolor que sufre el pene al eyacular, no son solo unos 10 segundos, es mucho más. Denis eyaculó en el coño de su hermana en cantidades industriales y cuando su pene dejó de escupir semen, el orgasmo continuaba, la intensidad lo torturaba.
Por un momento Denis se vio como en otro mundo, en otro planeta, el tiempo tal vez se detuvo, era una sensación indescriptible, una sensación que lo elevaba, casi como expulsarlo del cuerpo.
—Llegaron, llegaron —dijo Sabrina.
Denis ni se enteró cuando Sabrina se levantó, tal era la intensidad del momento que por poco y se desmaya.
—Párate, párate, que mamá te está llamando.
Denis salió del ensimismamiento y pudo oir que su madre le llamaba.
—Denis, estás ahí —dijo su madre desde fuera.
—Sí, mamá, ya salgo.
—Sal, atiéndelos y si preguntan por mi diles que vine y volví a salir pero que volveré pronto. Si preguntan más cosas, inventa —dijo Sabrina.
Denis se arregló como pudo, se colocó un bóxer, el short, una franelilla y salió a atender a sus padres, siempre preguntones y atentos.
Cuando volvió a la habitación, Sabrina lo empujó hacia adentro y volvió a ponerle seguro a la puerta, le bajó el short a Denis y tomándolo del pene lo condujo hasta el baño.
Y apenas entraron al baño, Sabrina se arrodilló y empezó a chuparle el pene.
—¿Cuánto te mide?
—19.
Sabrina empezó la felación, excitadísima por conocer la extensión del miembro de su hermano, hediondo a semen. No le importó. Chupó y lamió como toda una profesional mientras Denis disfrutaba incrédulo la primera mamada de su vida, una mamada antológica. Llegó a pensar que estaba soñando y que en cualquier momento despertaría, pues, eran habituales los sueños húmedos con su bella hermana.
—Yo limpié el semen que dejaste en el pasillo esa vez —dijo Sabrina, interrumpiendo por un segundo la mamada—, Mamá y papá no saben que estuviste observándolos.
Esta vez Denis aguantaría más de cinco minutos para la suerte de su hermana a la que tanto le gustaba meterse un pene a la boca y cuando su timido hermano le avisó que estaba por correrse, ella dijo con rostro de excitación y perversión, con su tierna y dulce voz:
—¡Échamela en la boca!
La frase desencadenó el desenfreno y locura absoluta en todo el organismo de Denis que . . . jadeó mientras eyaculaba en la boca de su hermana, siendo ella que le sujetaba del pene. Perdió levemente el equilibrio y por instantes sentía sus piernas desfallecer debido a la intensidad del momento, la preciosa cara de su hermana, los chupetones que ella brindaba a su pene, el dolor del placer de eyacular. Jadeó e hizo buen ruido y aunque sus padres desde lejos pudieran haber escuchado sus gemidos de placer y dolor, bastaba con inventarse la respuesta.
Denis acababa de hacerse hombre y todo se lo debía a su hermana que había resultado ser la mejor de las sorpresas pero también se lo debía a sus padres. Gracias a ellos, su hermana lo vio masturbarse y estaba seguro de que gracias a esa escena, ella pensó en llevar a cabo el prohibido, morboso y a la vez delicioso incesto, además, entre gemelos.
¡Dios! —continuó gimiendo con sufrido y agudo placer.
Gracias también a los profesores de inglés y matemática que se ausentaron aquella tarde, gracias a sí mismo por no irse con sus amigos a la sala de videojuegos, gracias al universo, tal vez esa tarde se habían alineado los planetas.
Y ahora qué, pensó Denis mientras su hermana continuaba devorando sus 19 centímetros como si de un delicioso postre se tratara.
«Mi hermana es la puta de mis sueños», pensó.
Si bien, era cierto que era muy timido, en su mente, allí donde nadie podía ingresar era el peor de los pervertidos, donde podía proferir todo tipo de insultos a su madre mientras se masturbaba fantaseándola, con la escena en la que papá la embestía aún fresca en su memoria, donde tranquilamente podía llamar puta y zorra a su hermana cuando le dedicaba pajas al verla por el orificio, era allí en su escondite mental donde Denis, el calladito, se permitía ser un sádico cuyos pensamientos de llegar a hacerse del conocimiento público darían de qué hablar.
Lo cierto es que a pesar del gran numerito que se había montado su hermana y de la inmensa y satisfactoria experiencia, Denis estaba apenas probando un bocadito de lo que realmente tenía su hermana para ofrecer.
A los pocos minutos, Sabrina salía de la habitación de su hermano como si nada, vistiendo una franela larga de Denis que la cubría hasta los muslos, no llevaba braga, solo llevaba el sujetador del conjunto de lenceria y andaba descalza.
—Muchacha, ¿En qué momento llegaste que no me di cuenta? —preguntó su madre levemente sorprendida.
—Estaba en mi habitación, mamá —respondió ella con una tranquilidad y naturalidad.
ʟєɢaʟʍoʀвo ©