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TODORELATOS » AMOR FILIAL » SECRETO FAMILIAR/MADRE HIJO (2)
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Fecha: 18-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Amor filial

Secreto Familiar/Madre Hijo (2)

CamilitaRica
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Camila, luego de descubrir la relación incestuosa entre su madre y su hermano menor, termina escondida bajo la cama donde madre e hijo tendrán una sesión de amor y cariño. Ahí se entera que la perversión de ambos es cosa sería, también descubre que la depravación viene de familia. Version para imprimir

Frente a mí, una docena de sostenes y calzones. Todos eran míos. Algunos no los veía hace días, supuse -equivocadamente- que estaban en la ropa sucia. Otros los había usado apenas ayer. Me aventuré nerviosa a tocar uno. Estaba tieso como piedra. Otro estaba aún húmedo y viscoso. Se me escapó un poco de vómito que me obligué a tragar. Javier no solo se estaba follando a mamá por las noches, también usaba mi ropa interior para masturbarse. Estaba rodeada de mis calzones llenos de semen. La perversión de mi hermano no se dirigía solo a mi mamá, también pensaba en mí de manera sexual. Sentí una mezcla de miedo, asco, ansiedad y angustia. Pero también, algo más apareció. Algo que en ese entonces no sabía describir.

Algo se apoderó de mí, algo desconocido y caliente. Estiré mi brazo con un calzón blanco, uno que usaba para andar por casa. Lo palpé y noté que el semen estaba frío, pero aún humano. Acerqué la tela a mi nariz y di una profunda olfateada. No me gustó el olor, pero no pude parar de succionar las esencias mezcladas de mí y hermanito. Algo primitivo me incitaba. En medio de una euforia pasé la lengua por mi propia ropa interior mientras llevaba mi mano bajo mi falda. No me di cuenta en qué momento comencé a tocarme mientras olfateaba mi ropa mezclada con el semen frío de mi hermanito menor. Y cuando se acabaron los fluidos de la ropa la solté y busqué otra. Lo hice hasta con las que estaban secas. No sé qué me sucedió, era una euforia descontrolada, pero cuando estaba por correrme el estruendo de la puerta del baño me paralizó. 

Ambos adultos entraron a la habitación de Javier mientras yo seguía escondida bajo la cama.

-Tengo ganas de darte de perrito mami- dijo mi hermano.

- ¿Y si uso uno de esos vestidos de puta de tu hermana? - ofreció mi madre.

- Si, suena rico eso, su ropa siempre huele bien. ¿Por qué no podemos invitarla? Con lo puta que es estoy seguro de que aceptará-

- Eso sí que no, ella es la niñita de papá, él jamás te perdonaría, y menos a mí por meterla en esto. -

- Mejor anda a ponerte el vestido para metértela por el culo mami - La mando Javier. 

Esto había alcanzado otro nivel de enfermedad. La parálisis volvió y el sabor del semen comenzó a darme unas arcadas que me vi obligada a aguantar con todas mis fuerzas. Mamá llegó con un vestido de girasoles que me regaló papá cuando entré a la carrera de medicina. Se veía preciosa. Estaba recién bañada y el vestido le quedaba perfecto. Un escote mejor que el mío, principalmente porque las tetas de mamá eran más grandes que las mías. 

- Wow, te ves como Camila, pero con tetas más grandes- 

- Aquí estoy hermanito, tu hermana mayor vino para cuidarte de la mejor manera. Voy a usar todo mi cuerpo para hacerte sentir bien rico. - dijo mi madre intentando imitar mi voz.

- Me voy a comer esas tetitas y voy a romper cada uno de tus agujeros Camila. Nací para esto, nací para cogerte. - Pensé que sabían de mi escondite, pero solo era un juego de roles.

Javier se acercó a mi imitadora, la tomó de la cintura y la besó.

- Voy a romperte el culo Cami -

En ese momento ambos se dirigieron a la cama. Vi por primera vez el pene de Javier. Era algo que jamás imaginé. De todos los penes con los que me acosté en mi vida, nunca vi uno tan grande. No era tan largo, quizá llegaba a los 15 o 16 centímetros, pero era tan grueso como un latón de cerveza. No podía ser que eso entrará en mamá. Era una monstruosidad. Cosa que no evitó que mi mamá se colocase a cuatro patas sobre la cama de su hijo, y que luego su niño le penetrara el ano mientras clamaba mi nombre. 

Juro que pude escuchar como ese pedazo de carne se abrió paso entre las nalgas de mi progenitora. Se escuchaba claro. Más rudo. Ninguno de los dos contuvo sus gemidos. Eran estridentes, llenos de locura. Javier no paraba de azotar a su mamá, con su pelvis y con sus palmas. Ella gozaba de la intensidad de su hijo y yo, no pude contenerme un segundo más. Metí todos los calzones que pude en mi boca y me dejé llevar. Me masturbé con una intensidad descomunal, mis manos no eran lo suficientemente rápidas para mi calentura y solo podía pensar en el pene de Javier dentro de mamá. 

Me corrí como nunca. Si no fuesen por los calzones que amortiguaron mi alarido de placer y de los orgasmos de mi familia seguramente me hubiesen descubierto y quien sabe lo que hubiera pasado. Agotada me quedé ahí mientras ellos seguían cogiendo como conejos. Su energía parecía infinita, pero yo estaba confusa, cansada y disociada. No comprendía lo que sucedió con mi cuerpo. Me quedé ahí hasta que decidieron volver a la ducha. Arranqué la ropa interior de mi boca y como pude me arrastré hacia el patio. Me quedé escondida entre los arbustos shockeada por todo hasta que llegó la mañana.

En algún momento decidí entrar a la casa por la puerta principal haciendo bastante ruido para que creyeran que venía llegando de la fiesta y fui a encerrarme en el sótano. Me lancé a la cama y lloré hasta quedarme dormida. 

Los siguientes días fueron extraños. Estaba tan shockeada y confundida que me enfermé de verdad. A pesar de que pedí que me dejaran dormir en paz, tanto mamá como Javier insistieron en cuidarme. Más de una vez desperté con alguno de los dos sentados en mi cama acariciando mi cabeza. Gestos que antes eran de lo más comunes y tiernos en una familia, ahora tienen otro sentido. ¿Siempre fue así? Me imaginaba que Javier tenía ese monstruoso pene duro como piedra mientras me cuidaba. Tan mal me llegué a poner por la situación que tomé la decisión de terminar antes de tiempo mis vacaciones y volver a mi departamento. 

Parecían preocupados por mi decisión, después de todo me vieron enferma durante días. Pero logré fingir que mejoré un poco y expliqué que mi compañera de piso había roto con su novio. No sé por qué, pero inventé que la infidelidad había sido con la madre de mi compañera. Esa información hizo palidecer a mamá, pero Javier ni se inmuto. Salir de esa casa era la única forma de mejorar mi estado de salud. “Tengo que alejarme de estos enfermos” me decía a mí misma. 

Pasé los últimos días de vacaciones pensando que hacer y finalmente decidí fingir que no sabía nada. Pasaría este semestre con poco contacto y para cuando termine la carrera cortaría el contacto lo más posible. Al menos ese era mi plan, porque mi cabeza no podía abandonar el recuerdo del pene de mi hermano.  

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