Desperté pronto. Aún con la cabeza dándome vueltas, y el cuerpo cansado después de la noche de sexo que tuve con mi sobrina.
Elena seguía durmiendo. Parecía mentira que, la que ahora estaba a mi lado en la cama, con aquella dulce gesto, completamente dormida y relajada, pocas horas antes fuera una completa fiera que asaltó mi polla sin ningún miramiento, y que permitió que mi polla conociera y llenara cada uno de sus orificios, incluyendo su delicioso culo.
Me levanté, haciendo el menor ruido posible, para ir al baño sin despertarla. Después me puse un bóxer, y me dirigí a la cocina para prepararme un café y una tostada. Si Elena quería dormir, no sería yo quién se lo impidiera. Si había sacado el genio de mi hermana, no dejarla dormir lo que ella quisiera podría ser mortal para mi.
Me senté en una de las sillas de la cocina, absorto mientras recordaba lo vivido el día anterior, repitiéndome a mi mismo que tampoco era tan malo haber follado con mi sobrina, si ésta tiene 30 años y ha sido ella la primera que me ha comido la boca con la pasión y las ganas con que ella lo había hecho, nadie podrí pensar que me había aprovechado de ninguna situación ni que la había presionado de ningún modo.
Tras desayunar volví al dormitorio. Elena seguía durmiendo y no pude resistir la tentación de echarme de nuevo, a su lado. Yo me había puesto un bóxer, pero ella seguía aún desnuda.
Al echarme a su lado se movió levemente, para ponerse boca arriba, con sus suaves y dulces pezones apuntando hacia el techo, y con la rajita de su coño bien visible y al alcance de mis manos.
Traté de resistir la tentación. Intenté, con todas mis fuerzas, cerrar los ojos y pensar en otra cosa. Durante un par de minutos lo logré. Respiré profundamente, cerré los ojos y traté de pensar en mil cosas distintas, pero acabé abriendo los ojos, la contemplé, disfruté de la visión de su cuerpo de piel clara y suave, desnudo y a mi lado. Ver como su pecho se elevaba ligeramente cada vez que cogía aire en sus pulmones empujó a mis ojos a recorrer su cuerpo, me recosté de medio lado y continué la deliciosa excursión que su cuerpo suponía para mi vista, hasta que llegué al dulce y delicioso pliegue de su coño, joven y experto a la vez, qué tanto me había hecho disfrutar el día anterior, y que jamás podría olvidar.
Sin darme cuenta de lo que hacía, de forma instintiva y autómata, una de mis manos comenzó a acariciar su piel, suave y tibia. Desde el cuello descendió sin ninguna prisa, entreteniéndose durante bastante tiempo en cada una de sus tetas, rozando sus pezones, rosados y delicados. Estuve un minuto largo acariciándolos y moviéndolos suavemente de un lado a otro. Ella seguía profundamente dormida.
Después continué el descenso por su vientre, por su ombligo, para dirigirme directamente a los labios de su primoroso coño: perfectamente depilado, sin una sola señal o marca que distraiga la mirada de su forma perfecta, de sus abultados y rosados labios.
Recorrí sus labios con mis dedos, descendiendo muy despacio, para volver a comenzar una y otra vez. Elena se movió levemente, pensé que la habría despertado, pero no fue así, sus ojos seguían cerrados. Continué, por lo tanto, acariciando y recreándome en los labios de su vagina. Tanto la temperatura como la humedad de ésta comenzaron a aumentar, al mismo tiempo que mi polla también aumentaba su tamaño y su dureza.
Hice todo lo posible por que el dedo índice abriera levemente sus labios, para poder rozar su abertura con él, esta vez de abajo a arriba, hasta acabar en su clítoris, el cuál presioné muy levemente, haciendo un esfuerzo enorme por no ensartarle mis dedos en su coño, para buscar su punto G y devorar su clítoris con mi boca. Mi polla ya comenzaba a estar en plenitud de tamaño, y mi cabeza empezaba a volar sola.
De pronto, Elena despertó:
- Mmmmmm, Dani ¿te has despertado juguetón? –me dijo aún con la voz adormilada.
- Perdona, cariño. Te he visto así, tan…, accesible y tentadora, y no he podido resistirme –me disculpé.
- Me parece fantástico despiertes con ganas de mi. No dejes de hacer lo que hacías, por favor –me pidió, a la vez que abría sus piernas para facilitarme el acceso a su coño.
Volví a lo que estaba haciendo antes, aunque ahora un poco más intensamente. Mis dedos seguían acariciando sus labios, abriéndolos poco a poco, rozando su clítoris y comenzando a penetrar dentro de su cuerpo. Su humedad comenzó a mojar mis dedos, mientras mi polla recibió la dulce caricia de sus manos, a través del bóxer, haciendo que creciera aún un poco más, y que la punta del capullo escapara por la parte superior de mi ropa interior.
Mientras Elena se acomodó en la cama para ofrecerme un mejor acceso a su coño, yo hice lo mismo, y me puse de rodillas, junto a su cuerpo, para que mi verga quedara al alcance de sus manos, lo que aprovechó de inmediato, acariciando mi tranca, desde los huevos hasta la punta, aún por encima de la ropa interior, pero apretando y empujando cada vez con más intensidad, generando en mi la necesidad de liberarme de la prenda, cosa que hice de inmediato.
A la vez que dos de mis dedos entraron plenamente en su mojado y cálido coño, penetrándolo una y otra vez, hasta dónde la longitud de mis dedos alcanzaba, mi sobrina comenzó a pajearme, deslizando una de sus manos por el tronco de mi polla, subiendo y bajando por ella, alternando suavidad e intensidad, de manera magistral.
- Mmmm, tengo hambre, Dani –me dijo con la más melosa y dulce de sus voces.
- Yo también tengo habre, Elena –le respondí.
A continuación fui yo quien se echó en la cama, con la polla, dura y erecta, apuntando desafiante al techo, mientras que Elena se incorporó, colocando sus piernas a los lados de mi cabeza, sus pechos sobre mi vientre y su boca en mi polla.
Comenzamos con un 69 que fue absolutamente mágico y enloquecedor para nuestros sentidos. A la vez que Elena acariciaba mi polla con sus labios y con la lengua, mis labios y mi lengua hacían lo mismo con su coño y con su clítoris, el cuál ya estaba completamente excitado y endurecido.
Mi lengua ocupó el lugar que hasta hacía un momento habían ocupado mis dedos, entrando y saliendo de su coño, haciéndome saborear el sabor agrio y dulce de sus fluidos, cada vez más abundantes. Con el dedo índice de mi mano derecha comencé a jugar en su ano, inundándolo con los abundantes fluidos que salían de su coño y con mi propia saliva, antes de introducirlo dentro de su oscura y suave cavidad.
Por su lado, Elena hundía mi polla en su boca, haciéndola entrar un poco más cada vez, hasta lograr tenerla casi toda ella dentro de su húmeda boca, rozando en su garganta. Con sus manos acariciaba mis huevos, los masajeaba, empuñaba y estimulaba como nunca nadie me había hecho nunca. Después, con uno de sus dedos, y sin dejar de lamer, succionar y mamar mi polla, y sin dejar de acariciar mis huevos, decidió que también era buena idea jugar en mi ano, lo acarició y estimuló con suavidad, algo que nunca nadie me había hecho y que logró elevarme al séptimo cielo, haciéndome sentir un placer difícilmente descriptible, pero absolutamente inigualable.
Nos mantuvimos así durante un buen rato, sintiendo como mis huevos e iban llenando poco a poco con el semen que las caricias, mamadas y estimulaciones de mi sobrina, me estaba haciendo producir, a la vez que de su coño no dejaban de aflorar más y más fluidos, que llenaban mi boca con el sabor de su sexo excitado y caliente, además de penetrar con mi dedo en su ano, cada vez más profundamente, moviéndolo en suaves círculos dentro de él, y sacándolo casi por completo para volverla a penetrar con él.
Obviamente, de nuestras bocas escapaban una larga sucesión de gemidos y suspiros. Suaves y más parecidos a ronroneos a veces, profundos y sonoros otras. El placer, el deseo y la ansiedad del uno por el otro no dejaban de crecer. De nuevo, el ambiente que se respiraba en aquella habitación, era el de la más pura lujuria.
En un momento dado, con la mano libre, sacudí un sonoro palmetazo en el culo de Elena, lo que la hizo gemir con más estruendo. Apenas unos segundos después lo volví a hacer, a lo que ella respondió de nuevo con un sonoro gemido para, a continuación, tragar toda mi polla en su boca, y deslizar esta después en sentido inverso, ejerciendo una presión sobre mi polla que me hizo tocar las estrellas.
Elena comenzó a moverse con más fuerza que hasta ese momento. Su coño ya no se contoneaba con suavidad, si no que se arrastraba sobre mi boca, ejerciendo presión sobre ella, y permitiendo que mi lengua entrara y saliera de él, cada vez con más intensidad. En uno de aquellos vaivenes, alcancé el clítoris con los labios. Los utilicé como si fueran una pinza, presionando y tirando de su excitado y duro clítoris con fuerza. Elena se retorció de placer, gritando más que gimiendo, sacando mi polla de su boca, a la que comenzó a pajear con rabia, a la vez que siguió moviendo su pelvis, cada vez más deprisa y presionando más, sobre mi boca, sin poder parar de gritar y gemir.
Un instante después, sus piernas se cerraron sobre mi cabeza, su pelvis me presionó con mucha más intensidad, metiendo todo su coño en mi boca, al cual succioné y abracé con mis labios, también con fuerza e intensidad. Mi dedo presionó en su culo, hasta lo más profundo que pude. Varios movimientos convulsivos de todo su cuerpo dieron inicio a un fenomenal orgasmo, con el que, a la vez que de su garganta surgió un verdadero grito de placer, llenó mi boca con el reguero de fluidos que desbordaron su coño.
Sus manos continuaron pajeando con intensidad mi polla, a la cual volvió a besar y lamer de nuevo, con sus labios y con su lengua. Pero yo no quería correrme aún, por lo que, poco después, la hice cambiar de posición.
Hice que Elena se colocara sobre la cama, boca arriba, con las piernas encogidas sobre su propio pecho. Llevé mi polla hasta la entrada de su mojado y ardiente coño y, sin esperar un solo segundo, y de un solo empujón, ensarté la mayor parte de mi verga en tan maravilloso orificio, volviendo a provocarle un grito de placer, acompañado por un gemido de mi garganta, que más parecía el sonido gutural de un animal.
Comencé a bombear inmediatamente en su cuerpo con mi verga. Mi sobrinita estaba completamente sometida a mi cuerpo, a mi voluntad y a las embestidas que la propinaba. Con sus piernas apoyadas en su pecho, sobre las que mi cuerpo ejercía la presión de su peso, acompañado de mis constantes y fuertes embestidas.
Me producía un morbo inenarrable ver la cara de placer y de deseo de Elena. Poder contemplar su mirada ardiente, con la que me pedía que no dejara de follarla, que no dejara de meter mi polla en su cuerpo, hasta lo más profundo de sus entrañas, era algo maravilloso.
Con sus manos abrazaba mi cuerpo, acariciaba y me atraía hacia sí misma desde mi espalda, su boca entreabierta, gimiendo, jadeando y mostrándome su lengua, con la que unos instantes antes había lamido y acariciado mi polla, todo ello me hacía arder.
Pensar que estaba dentro del cuerpo de mi sobrina, follándola, llenándola con mi verga. Verga que su coño atrapaba y succionaba en cada embestida, envolviéndola con sus fluidos, cada vez más abundantes.
Todo ello me llevaba a un escalón más de deseo, morbo y placer. Jamás podría haber imaginado sentir todo aquello, con tal intensidad, y además, con mi propia sobrina, con la hija de mi hermana.
Mis huevos, ya llenos desde hacía un buen rato, resistieron poco tiempo más. Mis embestidas fueron cada vez más constantes, más profundas y más intensas. Con cada nueva embestida, todo el cuerpo de Elena temblaba, su boca gemía, sus ojos me imploraban más: más polla, más placer, más sometimiento.
Elena alargó una de sus manos y logró alcanzar con ella a su clítoris, el cual comenzó a acariciar, pellizcar y presionar, multiplicando así el placer que ya estaba sintiendo. Sus ojos se abrían y cerraban, enloquecidos y febriles, su boca era un constante gemido.
Cuando estaba a punto de correrme, alargue una de mis manos hasta su boca, inmediatamente ella sacó su lengua y lamió dos de mis dedos, atrayéndolos hacia el interior de su cavidad, para chuparlos y succionarlos, con la misma intensidad que antes hiciera con mi polla.
Bombeé aún con más fuerza, con más intensidad, penetrando todo lo que mi cuerpo podía dentro de su húmedo y cálido cuerpo, hasta que, por fin, una oleada de placer recorrió todo mi ser, desde lo más profundo hasta el último poro de mi piel, haciéndome gritar de nuevo, haciendo que mi polla estallara, con varios y potentes chorros de semen, que inundaron el interior del coño de Elena.
Mi sobrina, sintiendo la formidable descarga que había llenado todo su coño, haciendo cambiar el sonido de mis embestidas por un claro chapoteo de mi polla en el charco que habían formado sus fluidos y mi leche, volvió a correrse, ayudándose además con sus propios dedos en el clítoris.
Volvió, como antes, a convulsionar, a retorcerse, a gritar, a empujarme con su mano libre para sentir mi verga más dentro de su cuerpo, a la vez que su cuerpo estallaba en explosiones de placer, que se multiplicaron por cada poro de su piel, por cada parte de su cuerpo.
Durante varios segundos, en parte a la vez y en parte de modo consecutivo, ella y yo volamos hasta otro mundo, perdiendo la noción del tiempo y del espacio, tan sólo sintiendo un placer intenso, puro y único.
Después, cuando nuestros cuerpos comenzaron a relajarse, salí de su interior, con la verga completamente envuelta en la deliciosa mezcla que era sus fluidos y mi semen. Me eché a su lado, besando suavemente sus pechos y su boca. Elena me abrazó. Lo hizo con cariño, con ternura, con entrega y agradecimiento. Le devolví el abrazo con el mismo cariño, ternura, entrega y agradecimiento.
Sin duda, aquel viaje iba a ser el viaje que marcaría nuestras vidas.