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TODORELATOS » ORGÍAS » LAS REFUGIADAS 3 - LLEGADA AL INFIERNO
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Fecha: 13-Sep-23 « Anterior | Siguiente » en Orgías

Las refugiadas 3 - Llegada al infierno

JBWriter
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Pedro, Anastasia y Minerva llegan a Moscú en un vuelo amenizado también por la azafata. Version para imprimir

Esta historia está en la tercera parte de una saga. Si no la has leído y quieres leerla los capítulos publicados están en :

Las Refugiadas 1: https://www.todorelatos.com/relato/195640/

Con un resumen en: https://www.todorelatos.com/relato/203840/

Las refugiadas 2: https://www.todorelatos.com/relato/203244/

Con un resumen en: https://www.todorelatos.com/relato/204059/

Naturalmente en el resumen te vas a perder todas las escenas de sexo.

Y en cuanto a los capítulos de esta parte:

Susana: https://www.todorelatos.com/relato/204105/

Pilar y Susana: https://www.todorelatos.com/relato/204178/

Susana y Pilar: https://www.todorelatos.com/relato/204712/

Contrataciones: https://www.todorelatos.com/relato/204860/

Carmen la lesbiana: https://www.todorelatos.com/relato/204992/

Sara la sumisa: https://www.todorelatos.com/relato/205057/

Ama y puta: https://www.todorelatos.com/relato/205363/

El inicio de los problemas: https://www.todorelatos.com/relato/205594/

La importancia de las tetas: https://www.todorelatos.com/relato/205705/

Reclutamiento: https://www.todorelatos.com/relato/205746/

La fuga de Nuria: https://www.todorelatos.com/relato/205825/

Las curas de Nuria: https://www.todorelatos.com/relato/205917/

El castigo de Nuria: https://www.todorelatos.com/relato/205972/

Pilar y Jonatan: https://www.todorelatos.com/relato/206003/  Corregido: https://www.todorelatos.com/relato/206119/

Pilar follada: https://www.todorelatos.com/relato/206040/

Pilar: https://www.todorelatos.com/relato/206148/

Fallas de fuego y sangre: https://www.todorelatos.com/relato/206192/

Despedida: https://www.todorelatos.com/relato/206268/

Partiendo hacia el infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206476/

Ruta hacia el infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206528/

Y ahora os dejo con la historia:

Anastasia y Minerva, o lo que es lo mismo María y Ainhoa, viajaron en clase turista y en asientos separados, de hecho en filas distintas, de Londres a Berlín. Tras el aterrizaje en el aeropuerto Brandeburgo Willy Brandt y unas horas de espera Minerva-Ainhoa tomó el vuelo de SunExpress con destino a Ankara. Mientras María-Anastasia, se trataba de arreglar para dormir en la zona de tránsito de la terminal, pues su vuelo partiría al día siguiente. Pedro, tras su entrevista con su hijo, viajó en business al aeropuerto de Fráncfort del Meno. Allí, una vez pasó el control de aduna le esperaba Neumann con su limusina. Hicieron una parada en una lavandería, dónde esperó a tener la prenda el ayudante de Neumann mientras ellos dos hablaban con tranquilidad en un restaurante. Después reanudaron marcha hasta Berlín. Pedro le entregó el pasaporte a uno de los hombres de Neumann para que haciéndose pasar por él regresase de Berlín a Valencia con Lufthansa. Él durmió en el hotel y al día siguiente pasó el control de acceso y el de aduana con la identidad de Roberto Ben Amar Aguayo, periodista venezolano de padre iraní, con visado de entrada en Rusia como periodista. Los visados de María y Ainhoa eran de trabajo con un contrato para una sociedad situada en Srednyaya Akhtuba, Óblast de Volgogrado, la misma región donde se ubicaba el burdel en el que estaban residiendo Ulyana Aleksandrovna, Miroslava Fomina, Lidiya Zakharova y Lada Bogdanova las cuatro amantes rusas de Alexander y su gente. Por lo que explicó Neumann muchos negocios de la zona eran de Alexander, ya que su familia tuvo tierras en dicho lugar.

Pedro y Anastasia eran los únicos pasajeros de la zona de ocho asientos grandes de la clase business en el vuelo de Corendon Airlines con destino al aeropuerto de Antalya. Pedro dio una propina de quinientos dólares a la azafata para que no los molestase en el vuelo. Entonces se sentó al lado de anastasia.

—¿Sabes lo que es el club de los 30.000 pies? —preguntó Pedro

—¿Un club de atletismo?, ¿de maratones populares?

—No. —Se rio—. No, en absoluto. En realidad es una mala traducción del inglés. Deberíamos llamarlo el club de los diez mil metros, pues hace referencia a los que han follado a diez mil metros de altura, más o menos.

»Empieza por comerme la polla.

—¿Y la azafata?

—Ella no nos molestará.

Anastasia se arrodilló en el hueco del asiento de al lado. Abrió la bragueta y sacó la verga de Pedro que llevó a su boca. Pasaba la lengua por el capullo, retiró la piel del prepucio para estimularlo más con su abundante saliva y cuando estuvo bien duro se levantó. Sabía que él no buscaba vaciarse en su boca. Se sentó de espaldas a él, como si el hombre fuese su asiento, insertando la enhiesta verga en su coño lentamente. Cuando lo notó en el fondo, presionando su cuello uterino se elevó ligeramente iniciando un movimiento de sube y baja como si estuviese cabalgando, solo que su montura no era un caballo sino Pedro. Aún con el día de descanso en Alemania, la aventura con las gemelas lo había dejado lo bastante saciado como para darle aguante. Anastasia empezó a entender por qué tanto empeño en que hiciera ejercicio… y en concreto algunos ejercicios, que Pedro se había empeñado. Incluso en estaos últimos días que habían estado excavando la nueva mazmorra secreta, lo que implicaba bastante esfuerzo adicional. Al menos, pensaba Anastasia mientras subía y bajaba notando como su cuerpo generaba cada vez más flujo, el exceso de ejercicio que en estos meses había representado la excavación estaba acabando con el exceso de peso de ella, y de alguna otra, sin limitarles la comida. Conforme se movía iba creciendo la presión en su pubis, y no era porque el pollón de Pedro creciese mucho más. Era el preludio de un intenso orgasmo que la colmó cuando llevaba unos diez minutos de cabalgada. Su presión, disparada de forma innata, lanzó la de Pedro que la llenó con su semilla. Una palmada en el culo de Pedro, tras unos segundos de inactividad, fue la señal para que se levantase.

—Ahora a mear para limpiar el conducto —comentó Pedro soltándose el cinturón y levantándose.

—A su disposición, mi Amo —contestó Anastasia arrodillándose y abriendo la boca.

No era eso en lo que Pedro pensaba cuando hizo el comentario, pero ya que se le ofreció, pensó que por qué no, así que apuntando a su boca empezó a mear. Un chorro amarillo y potente llenó la boca de Anastasia que, tras las practicas con el botijo que todas hacían cada día, fue capaz de bebérselo todo sin llegar a cerrar la boca. Se levantó. Pedro la dio un morreo y una palmada en el culo.

—Ahora te toca a ti —le dijo al oído—, ves al baño, mea y límpiate.

El resto del vuelo trascurrió de forma más o menos aburrida mientras trataban de dormir un poco. Mientras, Minerva, con su identidad de Ainhoa había llegado a Ankara. Tras pasar los tramites de aduana y cubrirse la cabeza con un pañuelo salió del aeropuerto. En la puerta un chofer la esperaba con un cartel con su supuesto nombre.

—¿Señorita Jose? —preguntó el conductor cuando ella se acercó a él.

—Sí, soy yo. ¿y usted es?

—Soy Bülent Oğuz, su chofer de NDR, Nerdiest Robinson Security.

Minerva alzó una ceja. No esperaba que el conductor elegido fuera de la antigua empresa de Pedro. Quizás había preparado nuevos desafíos —se preguntó Minerva—, sea para su goce o para su aprendizaje. Pero no. Tras siete horas de aburrido viaje en carretera su chofer la dejó en la terminal de salidas del aeropuerto de Antalya.

Solo había tres personas en la clase Business del vuelo de Red Wings Airlines con destino a Moscú-Vnúkovo: Roberto Ben Amar Aguayo, Eva María Cuadrillero Benaches y Ainhoa Jose Aparicio.

Cada uno estaba en un bloque distinto. Pedro hizo una seña a Minerva para que se cambiase de asiento. Ella adelantó una fila hasta su posición.

—Muy bien ahora quítate las bragas y dámelas.

—Sí, Amo. —Se las quitó sin levantarse del asiento—. Aquí están.

—Cuando lleguemos a Valencia recuérdame que me debes un castigo. Transigí en que en el territorio turco llevaríais falda larga, pero os indiqué que el viaje, todo el viaje, lo haríais sin bragas ni sujetador.

—Perdón Amo… pero, aunque no se veían siento que voy desnuda cuando no los llevo.

—Esa es la idea. Ahora arrodíllate y chúpamela.

—Sí, Amo.

Minerva se inclinó sobre el asiento y empezó a chuparla. Solo se metía la punta en la boca, ya que no quería salivar demasiado y que cayese manchándole los pantalones. Cuando ya empezaba a estar dura Pedro apoyó su mano sobre la cabeza de Minerva y empujó hasta que sus labios tocaron la cremallera y su capullo llegó a la garganta. Contó hasta cincuenta. La soltó y dejó que se levantase y respirara.

—Ahora siéntate encima —la ordenó Pedro—, levántate la falda hasta la cintura.

Minerva arremangó su falda hasta quedarse con el coño y el culo al aire. Pasó una pierna por encima de las de Pedro y se sentó sobre él mirándole a la cara. Bajó lentamente, empalándose en el erecto miembro de Pedro.

—¿Le molesta? —preguntó en ruso a Anastasia la azafata, que salió de la cabina de pilotaje a la de lujo en el momento que Minerva se subía la falda—. ¿Quiere que les llame la atención?

—En absoluto —respondió Anastasia en ruso en tono normal, para luego subirlo—, hace más entretenido el vuelo. Igual hasta me invitan. —Le guiñó el ojo. La joven azafata se puso roja—. Sería adecuado un gin-tonic —añadió bajando el volumen.

La azafata cruzó la zona VIP hasta llegar a la separación con primera, donde tenía el espacio para las bebidas y una pequeña barra para preparar los combinados. Le trajo el gin-tonic mientras Minerva, que ya la había visto, mostraba un mayor color en sus mejillas, aunque solo ella sabía que no era del esfuerzo de moverse arriba y bajo como si cabalgase sino de la vergüenza de haber notado como la miraba la azafata.

—Creo que sería adecuado que preparase un ron con cola —ordenó Anastasia a la azafata—, si tiene algún ron bueno, sino un wiski, para el caballero y una ginebra, a solas, la más adecuada como decía Nelson, para las de la clase de la mujer. Después del esfuerzo lo necesitaran y así les pago el espectáculo. Cárguelo a mi cuenta.

—Sí, tenemos ron caribeño de cuba —replicó la azafata—, de quince años.

—Ese servirá. Tráigaselo solo y la cola sin añadir.

Pedro estaba aguantándose hasta que Minerva se diera por vencida. Pese a la vergüenza de haber sido pillada, o quizá gracias a ella, se corrió mientras la azafata entregaba el gin-tonic a Anastasia. Pedro lo hizo instantes después al notar la presión de los músculos de su coño. La abrazó y dejó que apoyase su cabeza en el hombro estando aún dentro.

En esa postura la azafata trajo las bebidas.

—La señora me ha pedido que les invite —explicó en inglés—. Un ron, con cola si la quiere añadir, para el caballero y ginebra sola, al estilo que decía Nelson, para la señorita.

Minerva se puso aún más roja y miró a Anastasia.

—¿Ginebra sola según Nelson? —le dijo en español en tono alto a Anastasia—. ¿En serio? ¿La que según el marino era la bebida de las putas? —Anastasia elevó su copa en un silencioso brindis—. ¡Anda ven y cómeme el coño!

—Con mucho gusto si me lo pides en ruso—replicó Anastasia en ruso mientras se levantaba—. Con el permiso del Amo Pedro —añadió en español, a lo que este asintió.

—Por favor señora —replicó Minerva en ruso, ya que sabia la costumbre de pedro de grabarlo todo y pensaba que tarde o temprano le traducirían la conversación—, seria tan amable de venir a limpiar con su boca los fluidos de nuestro común Amo que llenan mi coño.

—Túmbate en el respaldo, abre las piernas y arremángate la falda —replicó Anastasia acercándose hacia ella.

—Señoras, por favor —dijo la azafata, que pese a ello se apartó del camino entre ellas—. No queremos ninguna discusión. Por favor.

—No discutimos. —Anastasia pasó su mano sobre al coño de la azafata al cruzar a su lado a la vez que le lanzó un beso—. Solo hacemos más ameno el viaje.

Cuando la azafata se giró, siguiendo el camino de Anastasia a la que había estado mirando en su réplica a Minerva, vio que esta última se había dado la vuelta y estaba volcada sobre el respaldo del asiento de delante de Pedro, dejando caer el cuerpo , y la falda, en él, mientras el culo quedaba en lo más alto a la vista y las piernas caían visibles en el espacio vital el pasajero. Anastasia se deslizó en medio. Arremangó su falda sujetándola por la espalda a la cintura. Tomó la polla morcillona de Pedro con su mano y apretó en la base para forzar que retuviese la sangre un momento. Se sentó sobre ella estirándola de nuevo con los movimientos de sus músculos vaginales, que para eso Pedro la obligaba a entrenar todos los días. Una vez erecta pegó una fuerte palmada en las visibles nalgas café con leche de Minerva.

—Abre las piernas, puta —la ordenó en ruso—. Bien separadas, que me quepa la cara.

Minerva abrió las piernas y, ante la sorpresa de la azafata, Anastasia se inclinó hacia delante y empezó a comerle el coño a la mulata. Pedro tomó el vaso de ron de la mano de la asombrada azafata.

—Son como hermanas —comentó en inglés—, no pueden estar juntas sin pelearse, pero no dejan de amarse. ¿Quiere unirse a ellas?

—No gracias —replicó seca—. Debo informarle que las relaciones sexuales homosexuales están prohibida a bordo según la normativa de la empresa.

—¡Pero no es sexo homosexual! —replicó Pedro—. ¡Estoy yo! Y usted si quiere unirse.

La azafata se rio.

—Gracias, pero no. Yo soy más de tener una exclusividad, al menos en el momento.

—¡No me diga que nunca ha hecho un trio! —replicó Pedro manteniéndola cerca mientas Minerva se corría de nuevo, esta vez en los labios de Anastasia—. Es una experiencia única.

—Sí, lo he hecho… pero con dos hombres y yo en medio.

Pedro, entre la succión de Anastasia con sus músculos y la conversación , la tenía otra vez dura.

—Córrete —ordenó en español a Anastasia , la cual se dejó ir rápidamente—. Eso es porque la tenían pequeña —replicó en inglés—. Con una de verdad no podrías ponerte en medio… a menos que sea usando la boca. —Pegó una palmada a Anastasia—. Fuera zorras que los adultos tenemos que hablar —añadió en español—. Aunque siempre se está a tiempo si una lo desea de verdad. —Anastasia se incorporó y se cambió a la fila de delante del otro lado del pasillo, pero en lugar de sentarse se arrodilló mirando hacia atrás, Minerva terminó su «voltereta» levantando los pies y girándose una vez estaba en posición de pino para aterrizar en el pasillo. Ambas miraron a Pedro—. Aunque quizá primero quieras probar sus jugos, para comprender a la chica de la limpieza.

—No, gracias. Y tampoco suelo ser plato de segundo uso. Normalmente acaba sabiendo a poco.

—Con jóvenes imberbes o eyaculadores precoces puede, pero un hombre de verdad demuestra su aguante —La provocó Pedro en inglés, que no había cerrado su bragueta. Minerva se había puesto al lado de Anastasia en su misma posición y le traducía al ruso, sin bajar el tono de voz lo que Pedro pronunciaba en inglés.

La azafata se relamía viendo el tamaño de Pedro mientras él la invitaba. Miró a las dos mujeres y le quedó claro que no eran enemigas, ni de ella ni entre sí, luego miró el cipote enhiesto de Pedro. Bajó la bandeja del asiento del otro lado del pasillo y dejó la cola. Se quitó los zapatos de salón y se subió al asiento de Pedro poniendo los pies a los lados, entre él y los reposabrazos. Se acuclilló y llevó una mano a su entrepierna para apartar el tanga.

—Espero que puedas probar tus palabras —le exigió la azafata mientras se introducía su pene por el coño aprovechando los jugos de las otras dos mujeres como lubricante—. Pero a mí me gusta más mirar a la cara a los hombres que follo.

—Tú misma. —Pedro la morreó.

Tras el beso reclinó el asiento. Así tenía que encorvar la espalda para llegar a ella, a sus labios o sus tetas, en especial sus pezones, una vez terminase de desabrocharle la camisa y le bajase el sujetador. Eran unas tetas grandes, casi como las de Anastasia, pero más redondas y firmes, con varias señales de haber sido operadas, hinchadas. Pedro calculó en torno a 100D de talla. Anastasia tenía 115E, quizás algo más ahora con los estiramientos de los últimos meses. Sin embargo, mientras que las de Anastasia eran flexibles y algo caídas las de la azafata eran dos balones de balonmano: firmes y duras. Y bajo las grandes aureolas morenas se podía ver la media luna del corte.

Después del breve morreo pasó a succionarle los pezones. Por la forma en que ella se había puesto sobre él no tenía acceso a su clítoris a menos que metiera una mano hacia su polla. Al echar el asiento hacia atrás, cambiando la posición de su pelvis, Pedro esperaba que su verga se levantase más respecto a su cuerpo y por lo tanto presionase en el interior del coño de la azafata hacia delante buscando su clítoris por dentro, el famoso punto g, ya que por su posición nada lo rozaría por fuera. Ella se echó hacia atrás haciendo que los dientes de él pinzasen su pezón y lo estirasen. Un espasmo contrajo os músculos del coño apretando la verga de Pedro.

Este intentó mantenerla en alto dándole pellizcos en las nalgas. Ella se quejó tímidamente y sus primeras quejas fueron acalladas con un nuevo morreo , un mordisco más fuerte en el pezón y un «¿De qué te quejas si te gusta zorra?».

Su respuesta fue tratar de inclinarse hacia él. Entonces Pedro mordió en el exterior de la aureola, con el pezón al fondo de su boca y mientras la empujaba del abdomen para que cayese hacia atrás la sujetó apretando fuerte el mordisco, llegando a notar el sabor metálico de la sangre en su boca. Entonces movió su pelvis a la vez que con una mano buscó el clítoris y una vez capturado pellizcó a fondo. La humedad que resbaló por su polla y mojó su mano fue su recompensa. En ese momento sonó por megafonía el aviso de ponerse el cinturón para iniciar el aterrizaje.

—Lo siento —se disculpó la azafata en inglés—, es cierto que eres un machote resistente, pero yo me he corrido y tú no.

—Tranquila una de las chicas se encargará de la limpieza.

Minerva obvió la traducción y se situó al lado de Pedro. En cuanto la azafata se quitó de encima de él se sentó a su lado y aunque se abrochó el cinturón se inclinó sobre el asiento de él para empezar a mamarla y limpiar todos los jugos acumulados, así como conseguir su segunda corrida. La azafata se dirigió a la cabina , donde tenía su asiento para el aterrizaje.

Cuando algo más de media hora después los despidió al salir del avión entregó a Pedro un papel. Solo tenía un nombre Valentina Vasilyeva y un número de teléfono.

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