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Fecha: 28-Nov-22 « Anterior | Siguiente » en No Consentido

La madurita sometida

El Chantajista
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Hay un rumor sobre una madurita complaciente que se deja follar por jovencitos en los servicios de un pub. Pero debido a una sorpresa termina siendo la zorra obediente de uno de ellos. Version para imprimir

Pablo terminó corriéndose. La adolescente abierta de piernas que tenía debajo apenas soltó un gemido. Estaba tan borracha que apenas era consciente de lo que ocurría a su alrededor. “Ya” dijo al fin a sus amigos. Esta vez le había tocado ser el último. “Vale” Dijo Samuel que empezó a mear cerca de la pared. Pablo con la ayuda de Carlos llevaron a la joven semiinconsciente hasta el charco de pis, la pusieron de cuclillas con las bragas por los tobillos, cómo si estuviera meando y la dejaron caer. Y luego se fueron del discreto callejón, dejando a la joven tumbada en el suelo. Cuando se despertara pensaría que fue a mear al callejón y que se quedó dormida por la borrachera.

No era la primera vez que el trío se aprovechaba de una pobre borracha. Eran unos perdedores. Tenían poco éxito con las mujeres de su edad. Eran todos tirando a feos. Pablo era grueso, con algo de sobrepeso pero no gordo. Más bien grande, con pinta de gigante bonachón, era fuerte pero sin forma. Una fuerza natural sin entrenar.

“Que si, Me lo contó mi primo.” Decía Samuel. Y sin que esté borracha.

“¿En serio?” le interrogó Carlos. 

“Sí. Solo algo bebida. Parece que a esa madurita le va ese rollo. Sale, se viene a pubs, pero no de viejos, sino de los nuestros. Por lo que me contaron la primera vez fue cómo hace un mes. Le entró a uno y a los cinco minutos se la estaba follando en el servicio. Al fin de semana siguiente el tío se trajo a dos amigos y, después de unos cubatas rápidos, se la follaron en el baño uno detrás de otro. Al siguiente fin de semana, directamente cómo llegaba, le dieron tres cubatas que se tragó sin decir palabra e inmediatamente se fue al baño, sobre una taza de váter, se puso a cuatro patas y se dejó follar. Ese día mi primo se les unió y fue el cuarto. Pero es que el último fin de semana invitaron a dos más u los seis se la follaron uno detrás de otro. Y por lo que dicen aún pide más. Siempre está diciendo que le ponen muy cachonda los adolescentes y que cuanto más, mejor” le contó Samuel.

“Joder. ¿Y tu primo nos puede invitar?” preguntó Pablo.

“Ya lo ha hecho” dijo contento Samuel.

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Al fin de semana el trío fue directamente al pub que el primo de Samuel les había indicado. Llegaron un poco tarde porque desconocían donde estaba el pub. Era un pub grande. Tanto que tenía varios servicios. Fueron al que les habían indicado y se encontraron que tenía un cartel que ponía “No funciona” Extrañados llamaron a la puerta y alguien, el primo de Samuel, entreabrió la puerta. Cuando comprobó que eran ellos les dejó entrar.

Tan pronto entraron vieron a 6 jóvenes, de su edad. De hecho, reconocieron a dos compañeros del instituto. Víctor y Fernando, hermanos gemelos. De los que tenían éxito con las chicas. Y aun así aquí estaban follándose a una madurita cachonda. Uno de ellos estaba subiéndose la cremallera. Otro estaba entrando en un cubículo donde el trío no atisbaba aún a ver qué había dentro.

“Ostia. ¿Tú eres el primo de Ramón?” preguntó a Samuel, uno de los que Pablo conocía. “Pues a disfrutar. Pero vais los últimos, que lo sepáis” le dijo. Se escuchó un “Hummmmm. Si” del joven que acababa de entrar en el cubículo y luego una pareja de jadeos. Uno de ellos claramente femeninos.

“¿Así, sin más?” preguntó Pablo.

“Así, sin más. Entras, se la metes, te la follas, te corres y se la dejas al siguiente” dijo con una sonrisa malévola. “Cogedle por las tetas si queréis. Tiene unas tetas estupendas, la perra salida esta.” Dijo mientras tomaba un trago de su bebida.

Pablo, curioso, se acercó disimuladamente al cubículo. Vio a su compañero de instituto con los pantalones por los tobillos empujando una y otra vez. Se adivinaba una mujer al otro lado, tacones altos, piernas rectas y separadas, cuerpo doblado hacia delante con las manos apoyadas contra la pared. Jadeando. Desde luego que no estaba borracha, perdida. Borracha no podría mantener esa postura ni, muchos menos, los empujones salvajes del joven que se la follaba. Sí. Era cierta. La historia era cierta.

Todos esperaban su turno mientras el trío intentaba saciar su curiosidad. “Ni culo ni boca. Y nada de fotos ni videos” Les informaron “pero por el coño todo lo que queramos. Y le podemos llamar perra o zorra… le gusta. Vamos… que le pone muy cachonda ser el juguete sexual de unos adolescentes a la madurita esta” y susurrando “No le llaméis vieja. Lo lleva muy mal. Prefiere madurita”

Uno a uno fueron pasando los jóvenes. La mujer ni se movía de su postura entre una salida y la siguiente entrada. Los polvos no eran muy largos. Apenas tres o cuatro minutos o así. Era más una masturbación usando el coño de la madurita que no un polvo en toda regla. Así que apenas algo más de veinte minutos después empezaba a tocarle el turno al trío. Lo hicieron a suertes y a Pablo le volvió a tocar el último. Así que cuando al fin sus amigos descargaron su semen, él entró en el cubículo.

La mujer seguía en su postura. Piernas rectas ligeramente separadas, tacones altos que realzaban su trasero, inclinada hacia delante apoyando las manos contra la pared, sobre el váter tenía una larga melena morena y ondulada y la cabeza caída hacia abajo. Esa postura dejaba a la vista y totalmente accesible su rajita. Llevaba una falda corta, plisada, negra, que ahora mismo se encontraba alrededor de su cintura. Las bragas estaban alrededor de uno de sus tobillos. Llevaba un top rojo, ajustado, que ahora mismo estaba por encima de sus pechos. Sin atisbo de ningún sujetador. Esperando al siguiente adolescente dispuesto a penetrarla. Pablo iba a ser el noveno esa noche.

El cuerpo se adivinaba precioso, bien curvado, pese a su edad. Delgada. Pablo ni dijo hola. Nadie lo había hecho. Se sacó el miembro, apuntó y penetró ese coño usado y lleno de las corridas anteriores. Comparado con los coños secos de las borrachas que sus amigos y él violaban, era una gozada. Ni le importo que el lubricante fueran 8 corridas previas. La cogió por las caderas y empezó a bombear. La mujer empezó a jadear y eso envalentono aún más a Pablo que empezó con más fuerza. Ninguna queja surgió de la mujer. Solo jadeos tras jadeos. Desde luego esto era mucho mejor que las borrachas. Pablo siguió el consejo que le habían dado y pasó a cogerle de las tetas, casi no abarcaba con la mano. Eran una copa C o tal vez una D. Y naturales. Se notaban bien turgentes. Probó a apretar un poco y la madurita siguió complaciendo, solo emitiendo gemidos. 

Pablo se acercaba al clímax. Casi a punto de correrse tomó a la madurita por el pelo y se preparó. “Joder. Sí. Zorra. Qué gusto!” y tiró del pelo, forzándola a arquearse aún más mientras se corría. “Sí. Sí. ¡Córrete! Quiero sentir cómo disfrutas conmigo” le contestó la madurita

Pablo se quedó congelado, con la polla aun haciendo la guerra por su cuenta, corriéndose en el coño donde estaba aparcada. “¿Mamá?” dijo Pablo, sorprendido al reconocer la voz. La madurita giró la cabeza y abrió los ojos cómo platos “¿Hijo?”

“Mamá… hijo…” se oyó susurrar a uno de los otros adolescentes que estaban en el servicio.

La madurita se puso en pie, con un rictus de puro horror en el rostro, siendo muy consciente de que la última corrida que tenía en su coño era la de su hijo. Se puso apresuradamente bien el top ajustado para cubrir sus grandes pecho y salió corriendo del cubículo primero y del servicio después dejándose las bragas en el suelo. 

Se hizo un silencio sepulcral en el servicio. Pablo, aún con la polla al aire goteando los últimos restos de su corrida y sabiendo que el resto lo llevaba su madre en el interior. De repente empezó a oírse unas risitas… primero tímidas pero luego ya descaradas. De los dos compañeros del instituto de Pablo. Y luego de los otros cuatro, incluido el primo de Samuel. Sus amigos se les veía tan sorprendidos cómo él

“¿La madurita cachonda es tu madre?” dijo uno de ellos riéndose.

“Y te la acabas de follar” certificó el otro.

“Alucino” dijo un tercer desconocido.

Pablo apretó los dientes y salió corriendo. Por suerte no vio a su madre No sabía qué hacer. Acababa de follarse a su madre. Se había corrido de gusto. Y 8 personas le habían visto.

Pablo deambuló por la noche. Recibía llamadas de sus amigos, pero no quería contestar. Pasó de pub en pub bebiendo sin saber cómo digerir lo que acababa de correr hasta que se emborrachó. No demasiado, pero lo que algunos llaman un punto lucido.

Ya, sin saber que hora es, decidió irse para casa. Llegó y se encontró a su madre aún despierta. Su padre, cómo todos los fines de semana, tenía el turno nocturno de vigilante jurado en un polígono. Un mal turno pero mejor pagado. 

Su madre ya no iba vestida cómo una guarra. Sin maquillaje. Llevaba una bata discreta que le cubría hasta los pies, y se había asegurado de sujetársela al cuello con sus manos para no mostrar nada más de lo debido. Le dijo algo, pero solo reconoció la mitad de las palabras entre la niebla etílica en la que se encontraba su cerebro. Algo sobre olvidar lo que había pasado, no contárselo a nadie… sin escucharla, Pablo la cortó de golpe con un sonoro “Zorra!” Su madre se quedó congelada en el sitio.

Marta, así se llamaba su madre, delgada, con caderas y unos pechos generosos. Tan alta cómo él, aunque Pablo aún tenía que crecer, tenía una larga melena ondulada y unos ojos negros azabaches. Se empezaba a notar las trazas de la edad, pero a sus treinta y tantos aún retenía mucho de su belleza original.

¡Zorra!” volvió a balbucear Pablo arrastrando las palabras. "Así que te gustan los jovencitos” le espetó. “Y no solo eso. Compañeros de mi instituto. ¿Sabes cómo se va a reír de mí?”

“Yo… yo… los siento hijo… no pensé que tú… que fueras a…”

“¿No pensaste qué? ¿Qué no me iba a enterar? ¿Qué te gusta ser una zorra y que te follen los adolescentes formando filas detrás de tu coño? ¿Es eso? ¿Si no me hubiera enterado seguirías zorreando dejándote follar por mis compañeros?”

“No pensé que eran amigos tuyos… que tú fueras a… conmigo… No quería que fueras tú” balbuceaba Marta.

Marta veía los ojos de su hijo inyectados en sangre, iracundo, frenético. Pese a la borrachera, Pablo estaba tan enfadado que podía hablar lúcido de tirón.“Ya. Lo que te jode es que te haya follado yo. ¿No? Mis amigos pueden meterte un tren de pollas en el coño, pero yo no. Tu hijo, el monstruo, que no se come un coño. Que todas le rechazan. Hasta tú. Lo que te jode no es que te follen unos jovencitos por docenas, lo que te jode es que tu hijo el feo se te haya follado”

Marta iba a corregirle, pero antes de eso Pablo le cortó. “Yo soy un jovencito mamá” le dijo Pablo que de dos pasos cruzó la habitación y llegó hasta su madre. Le cogió de la pechera de la bata y de un tirón la lanzó hacia el sofá sin soltar la prenda. La bata se quedó en las manos de Pablo. Marta llevaba puesto el pijama con el que solía dormir., Un pantaloncito corto y un top de tirantes, apretado contra su pecho, que dejaba a la vista su ombligo. 

“Un jovencito de los que te gusta que te follen. Cómo jadeabas cuando no sabías que era yo. Y ahora te doy asco. Porque soy feo.”

Marta fue a contestar, pero no le dio tiempo. Su hijo se abalanzó sobre ella. Acabaron ambos en el sofá. El antebrazo de su hijo le apretaba el cuello y la inmovilizaba contra el sofá, además de no dejarle hablar. Marta sujetaba con fuerza ese antebrazo, pero no conseguía moverlo ni un centímetro. Su hijo era el doble de voluminoso que ella. Tanto en grasa cómo en músculo. “Pues si te gusta que te follen los jovencitos cómo a una perra, ahora mismo te voy a dar lo que te gusta” Marta se quedó en shock cuando notó la mano de su hijo forcejear con su pantaloncito, tirando de él hacia abajo hasta descubrir sus partes púbicas. Marta farfullaba algo ininteligible, ahogada por la presa del antebrazo contra el sofá, casi ahogándola, y los pantalones acabaron por desaparecer.

“Eso es…. Ahora vas a ver… te voy a follar, perra… no te atrevas a rechazarme cómo todas. Si es lo que quieres, Hoy te he visto cómo te han clavado 9 pollas sin rechistar” Marta, horrorizada, sentía cómo su hijo se había abierto ya el pantalón y notaba algo duro empujar en su rajita. El glande de su hijo. Ya tenía el miembro duro.

Marta solo pudo hacer una amplia O con la boca cuando notó la polla de su hijo entrar violentamente en su vagina. Esta vez no había sido un error. No desconocía quien se la estaba follando. Esta vez sitio exactamente como su hijo la penetraba violentamente, forzando la resistencia de su vagina.

Pablo aflojó la presa de su antebrazo y Marta empezó a musitar un “nonononono….”

“Sisisisi..” Le coreó en broma su hijo mientras empezaba a empujar una y otra vez su polla en el coño de su madre. “Qué pasa. ¿No te gusta? ¿Con tantos jovencitos que te has follado te doy asco o qué?”

“Claro que me da asco…” Sollozó Marta. Y en ese momento su hijo se frenó en seco. Marta miró a la cara de su hijo y pensó que le iba a estallar una vena del cuello. Los ojos seguían inyectados en sangre. Pura rabia. Pura ira. Puro odio.

Marta fue a corregir su afirmación. Quería decir que le daba asco tener sexo con su hijo, pero antes de decir nada su hijo le dio una fuerte bofetada. “¡Zorra! Cualquiera menos yo. ¿Verdad? Te doy asco. Cómo a todas. Ahora le apretó el cuello con una mano. Marta pensó por un momento que su hijo la iba a ahogar. Volvía a no poder pronunciar palabra. Y su hijo volvió a empujar, con ganas, a follarse a la zorra de su madre. Sin freno. Marta notaba el peso de su hijo, unos ochenta kilos, aplastarla una y otra vez. Intentaba liberarse de la garra de su hijo sin éxito. Apenas podía farfullar palabras, pero no era capaz de articular una frase inteligible entre la presa del cuello y el peso de su hijo, que la dejaba sin aire cada vez que se dejaba caer sobre ella. Pablo, con la mano libre empezó a jugar con los pechos de su madre. Apretándolos más allá de lo necesario. Cómo si liberara su rabia con una pelota antiestrés, pero en este caso la pelota era los pechos de su madre.

Al final Marta se rindió y se dejó hacer. En ningún momento su hijo liberó su presa del cuello. Marta solo sollozaba y dejaba resbalar algunas lagrimillas. Si su hijo se percató y las ignoro o sencillamente no se dio cuenta, Marta no podía saberlo. Pablo llevaba unas copas de más, así que, a diferencia de los polvos rápidos del servicio, Marta tuvo que aguantar durante un largo tiempo hasta que su hijo terminara satisfecho corriéndose en su coño, por segunda vez esa noche. Pablo se dejó caer sobre su madre y Marta volvió a sentirse aplastada.

Se hizo un silencio sepulcral. Después de unos instantes, sin decir palabra, Pablos se levantó arrastrando su polla flácida fuera del coño de su madre y se fue a su cuarto. Marta se quedó un rato en el sofá, incapaz de moverse. Intentando procesar lo ocurrido. Cuando al fin fue capaz de moverse se fue, casi corriendo al baño, a darse una ducha. Y cómo, unas horas antes, estuvo mucho rato intentando limpiarse el semen de su hijo del coño. Nunca le parecía lo suficientemente limpio.

El domingo fue muy raro. Con Juan, su padre. Durmiendo en el dormitorio marital. Marta no sabía cómo afrontar lo sucedido. Veía a Pablo y notaba aunque estaba lleno de ira. Veía cómo su hijo la miraba de reojo con el ceño fruncido. No se dirigieron palabra en todo el día. Hasta cuando su padre se despertó para pasar la tarde junto a su familia le sorprendió la tensión que se denotaba en el aire. Pero su mujer le dijo que no pasaba nada. Que serían imaginaciones suyas y lo dejó pasar.

llegó el lunes, de vuelta al instituto. Marta tuvo todo el día a solas para pensar. Intentaba encontrar una forma de afrontar la situación. ¿Cómo? Su hijo pensaba que era una zorra… y eso era cierto. Últimamente se sentía sola. Juan trabajaba mucho para mantener a la familia a flote, incluso tomando el peor turno. De noche. Pero eso había afectado muchísimo a su vida sexual. Y Marta quería sentirse deseada. Cómo hacía años que no se sentía. Un día unos jóvenes le silbaron al pasar y la llamaron MILF. Después de buscar el significado en internet se sintió otra vez deseada. Así que hace algo más de un mes salió a probar por los pubs donde salían los jóvenes. Tomó unas copas para armarse de valor, tonteo con uno… una cosa llevó a la otra… y por fin, después de muchos años, se sintió deseada. Y se sentía muy bien que esos guapos adolescentes se interesan por ella. Pero terminó siendo cómo una droga. Se enganchó enseguida. Sentir que joven tras joven venían a follársela le subía la autoestima. No podía imaginar que fueran compañeros de su hijo y, mucho menos, que su hijo se les uniera.

Le entró una arcada al recordar la primera vez que su hijo se la follo. Y otra más al recordar la segunda. Y además su hijo pensaba que lo que pasaba es que le daba asco por lo feo que era. Tenía que dejarle claro que el asco era por tener sexo con su hijo. 

Su marido ya se había ido a trabajar cuando su hijo volvió del instituto. El padre, durante la semana tenía un turno de tarde. Marta había reunido fuerza para hablar con su hijo, pero al entrar vio que tenía un moratón en un ojo, propio de un puñetazo.

“Hijo. ¿Qué ha pasado?”

“¿Qué ha pasado, Zorra? Pues lo que tenía que pasar. Que se han reído de mí. Que me han restregado lo bien que se lo pasaban con la zorra de mi madre. Que hasta te has corrido con ellos” A Marta se le encogió el corazón. Era cierto. “Ya es un rumor. La mayoría no se lo creerán, pero todos me señalan y se ríen de mí por culpa de mi madre, la zorra devora jovencitos. Me he metido en una pelea por tu culpa. Contra tres. Se han ido calientes, pero yo me he llevado esto” Se dijo señalando el moratón.

Marta se recompuso. Era duro, pero tocaba hablar de lo que había ocurrido. Tenía que cortarlo ya. Explicárselo a su hijo “No me llames Zorra” le ordenó su madre. “¿En serio? ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Estar en boca de mis compañeros, has estado en la polla de varios de ellos, me han partido la cara y lo único que te preocupa es que te llame lo que eres?” Pablo hizo una pausa “Zorra” volvió a decir esta vez con los dientes apretados prácticamente escupiendo la palabra.

Marta tenía que cortar esto de raíz y le dio una bofetada a su hijo. “No me llames Z…”

Marta no llegó a acabar la frase. Su hijo le devolvió la bofetada. Si bien la bofetada de Marta había sido un cachete correctivo, la bofetada de Pablo había sido un bofetón que había tumbado a su madre al suelo. Cómo tantas veces últimamente Marta se quedó en shock incapaz de reaccionar. Más cuando vio a su hijo quitarse el cinturón. ¿Por qué lo hacía? Se preguntó.

En seguida los averiguó cuándo su hijo descargó el primer golpe sobre su cuerpo con el cinto. “Zorra” le volvió a insultar. Marta se hizo un ovillo buscando protegerse. “Eres una zorra.” Le volvió a decir mientras descargaba otro golpe con su cinturón. Y otro y otro… “Ya no me engañas vestida así. Cómo si fueras una madre normal. Eres una Zorra” Marta solo imploraba que parase cubriéndose de los golpes cómo podía. “Pero ya no me engañas. Así que quítate esa ropa de mamá. No te la mereces” Pablo descargó un último golpe y al final dejó descansar a su madre. Y esperó. Jadeaba con fuerza por toda la ira acumulada.

Marta miró a su hijo. No podía decirlo en serio. ¿Le decía que se quitara la ropa? ¿Ahora? ¿Delante de él?” La confirmación de sus temores vino cuando su hijo insistió. “Venga. Quítate esa ropa. Zorra”

“Hijo… no puedes pedir…” antes de acabar la frase su hijo volvió a azotarla con el cinturón, “Quítate la ropa, Zorra. No tienes derecho a vestir cómo mi madre” le decía casi a gritos. Marta temió que los vecinos incluso pudieran escucharles.

“Para, para…” imploró Marta y empezó a desabrocharse la blusa. Allí, en el suelo, de rodillas. Pablo cesó los azotes. Marta ahora, sujetando su blusa desabrochada contra el pecho, miró a su hijo desde el suelo y empezó a implorar “Hijo. Por fav…” pero su hijo alzó la mano con el cinturón amenazando con otra ristra de golpes. Marta se encogió de hombros y empezó a musitar un “nonono…” y procedió a quitarse la blusa. Marta estaba aterrada. En los ojos de su hijo solo veía odio, ira, rabia…. Se quitó el sujetador básico blanco que llevaba. Le costó un infierno desprenderse de él y dejar a la vista de su hijo sus amplios pechos. Aun en el suelo, no se atrevía a levantarse, se quitó los jeans. Una vez más alzó la vista para implorar a su hijo, pero recibió la misma respuesta. Una mano alzada amenazante con un cinturón. Sobreponiéndose a la mortificación, Marta pasó sus pulgares por el cinto de sus braguitas blancas básicas y empujó hasta desprenderse de ella. Su coñito visible para su hijo. Bien afeitado. Solo una tira de pelo rectangular justo sobre su rajita.

“De rodillas” le ordenó su hijo. “Las manos detrás de la nuca” Marta obedeció mirando de reojo el cinturón de su hijo que aún colgaba de su mano derecha.

“¿Sabes? He pensado una cosa. Eres una zorra. Todos lo saben y ya no puedo hacer nada al respecto. Y voy a tener que sufrirlo. Toda mi vida. O al menos lo que me quede del instituto. Pero ya que eres una zorra que le gusta que se la follen, los jovencitos al menos voy a disfrutar de eso. Porque vas a ser mi zorra”

Marta puso los ojos cómo platos. Su hijo no podía estar diciendo eso en serio. “Hijo. No…” y otro azote, esta vez impactando en uno de sus pezones desnudos la callo de golpe. “Silencio, Zorra. ¿Qué vas a hacer? ¿Quieres decírselo a alguien? ¿Quieres que sepan que los jóvenes hacen fila para follarte? ¿Quieres que sepan que te follé? ¿Quieres que sepan que lo buscaste tú?”

Marta fue a decir algo para corregir la última afirmación, pero otra amenaza de cinturón volvió a callarla. “Porque eso es lo que diré. Que sabías que uno de los que te follaban era primo de un amigo. Que se lo diría a nosotros y que antes o después te follaría yo también. Le contaré a quien me pregunte eso. Y ya me encargaré de que mis amigos digan eso. ¿Quieres eso mamá?”

Marta no se atrevió a abrir la boca. Solo sollozaba y negaba con la cabeza. Tenía demasiadas cosas que ocultar. No había sido cosa de un solo fin de semana. Se había dejado follar cómo una perra más de un mes, cada fin de semana. Su hijo también…. ¿Qué sería de ella si todo eso se descubriese? Divorcio… ¿Cárcel? ¿Se creerían que había buscado follar con su hijo?”

“Abre la boca. Zorra” le dijo su hijo.

Marta no ocultó su sorpresa. Dada la situación cualquier cosa podía pasar, pero esto no parecía tener fin. Solo volvió a negar con la cabeza. Pero otra amenaza velada de un golpe de cinturón y Marta abrió la boca. 

Su hijo se colocó ante ella. Con parsimonia, pero sin soltar el cinto, se desabrochó el pantalón y se sacó el miembro, ya medio, erecto. “Chúpamela, Zorra”

Marta respiraba pesadamente. No podía hacer eso. Era su hijo. Pero no se atrevía a decir nada. “Chúpamela, Zorra” volvió a insistir, esta vez con un tono más amenazante. Pero Marta seguía sin moverse. Incapaz de reaccionar. Cómo si no estuviera en su cuerpo. Eso no podía estar pasando. 

Marta se sintió aliviada cuando su hijo se guardó el miembro. El alivio duró poco porque sin previo aviso empezó a azotarla con el cinturón. Ahora, sobre la piel desnuda, el picor era aún más doloroso. Marta solo podía implorar bajo los golpes que parara. Después de una corta, pero intensa sesión de azotes que terminó con Marta en posición fetal en el suelo, Pablo volvió a ordenarle “De rodillas, Zorra. ¡YA!” con un grito final.

Marta se puso de rodillas cómo un resorte. Y ya, sin que se lo ordenaran, con los brazos tras la cabeza, y la boca formando una O. Su hijo volvió a ponerse ante ella, repitió la acción de sacarse el miembro ya duro y repitió la orden “Chúpala, Zorra”

Marta está vez sí. Ya domada, se introdujo la polla de su hijo en la boca. Así, sin manos, se quedó quieta, sin atreverse a hacer nada. Pablo dejó caer su cinturón, que estaba recogido y doblado en su mano, pero sin soltarlo. Lo Dejó colgando a su lado, sin decir nada. Y ahora sí, recordando el picor de los azotes, Marta empezó a chuparle la polla a su hijo, a lamerla, a succionarla, a meterla y sacarla de la boca… muy torpemente. “¿Joder…. No sabes hacerlo mejor, Zorra?”

Marta paró, sacándose la polla de su hijo de la boca y apoyándola en su cara, incapaz de mirar hacia arriba y encarar a su hijo. “¿Es que no se la chupas a papá?”

Se escuchó un tenue “no”

“¿No?” volvió a preguntar Pablo.

“No”. Dijo esta vez más alto. “No me gusta. Me da asco”

Pablo se rió con ganas. “Es que no sabes ni ser una buena zorra. Eso habrá que solucionarlo, pero por ahora… si no sabes mamarla…” 

Pablo se fue y volvió con unas cuerdas. Las cuerdas de repuesto del tendedor. Marta no se había atrevido a moverse de su posición de rodillas con las manos tras la nuca. Sin decirle nada, Pablo tomó las muñecas de su madre y se las ató a la espalda. Marta seguía aterrada, incapaz de reaccionar, y apenas se dio cuenta de lo peligroso que era que además estuviera atada.

Su hijo le cogió del pelo y la levantó a la fuerza. “En pie, Zorra” y se llevó a su madre desnuda y atada a rastras hasta el dormitorio marital. Allí la lanzó a la cama. ¿Su hijo no pensaba parar? ¿No pensaría en…? Se temió Marta. Cómo si fuera una muñeca de trapo, Pablo movió a su madre sobre la cama hasta que acabó boca arriba con la cabeza colgando en el borde de la cama, hacia atrás. Por tercera vez pablo se liberó el miembro. Colocado delante de la cara de su madre ahora que la cabeza le colgaba hacia atrás. “Abre la boca, zorra” Marta dudó un instante. Su hijo insistía en llamarla zorra todo el rato. Ese instante de duda fue recompensado con una bofetada por parte de su hijo. Tan pronto cómo sitio la bofetada, Marta abrió la boca volviendo a formar una O.

Ahora, en esa posición, Pablo le introdujo la polla hasta la garganta. Marta empezó a tener arcadas y a ahogarse. A retorcerse, pero su hijo la sujetaba con fuerza. Y estando maniatada poco podía hacer. Su hijo sujetaba con fuerza su cabeza mientras le follaba la garganta una y otra vez. Ganándole arcadas a su madre que temía que fuera a ahogarse con su propio vómito si vomitaba. Había oído hablar de gargantas profundas, pero nunca había visto una. No imaginaba cómo una mujer podía soportar algo así. Le caían unos lagrimones de la cara, soltaba sonidos guturales cada vez que esa polla incestuosa le invadía la garganta. Y no podía hacer absolutamente nada. Se sentía mareada. A veces le faltaba el aire. Apenas podía tomar sorbos de oxígeno cuando la polla de su hijo salía brevemente de su garganta. Por suerte su hijo solo buscaba su satisfacción. Así que en unos minutos terminó corriéndose en su boca. Tan pronto se corrió su hijo, le cerró la boca con la mano. Marta tosió dos o tres veces, pero todo se le quedó en la boca. “Las Zorras no escupen, mamá. Las Zorras tragan. Trágate mi corrida, mamá”

No le gustaba que le llamara Zorra. Pero que le llamara mamá mientras le hacía estas salvajadas le gustaba aún menos. Le hacía sentirse aún más sucia si podía. No podía dejar de recordar que era su hijo el que la estaba… violando. Era eso. Su hijo la estaba violando. Pero seguía aterrada y quería librarse de esa asquerosidad que inundaba su boca, así que rápidamente se la tragó. Hasta hoy jamás había tenido una polla en la boca. Y ahora mismo se acababa de tragar una repugnante corrida de su hijo.

Pablo al fin se sentó junto a ella en la cama. “Joder. Me lo voy a pasar muy bien contigo, mamá. Mi zorra particular”

Marta aún tosió un par de veces más superando la tortura de su garganta. “Hijo. Esto no está bien. No podemos… somos…” Marta soltó un quejido cuando su hijo tiró de uno de sus pezones hasta prácticamente levantarla de la cama. 

“Si hijo. Quiero ser tu zorra” dijo Pablo con voz de falsete. “Venga mamá. Dilo”

Marta repitió la frase de su hijo sin ninguna emoción. “Si hijo. Quiero ser tu zorra”

“Haré todo lo que quieras” volvió a decir con falsete. Y su madre lo repitió con el mismo tono muerto.

“Quiero que me rompas el culo, hijo”” dijo otra vez con voz de falsete.

“Quiero…” pero esta vez Marta se paró al darse cuenta lo que iba a decir “No. Nunca lo he hecho…” y otra vez un tirón de pezón hasta casi levantarla de la cama la hizo entrar en razón. “Para, para!”

“Quiero que me rompas el culo” dijo Marta. Pero su hijo volvió a tirarle del pezón. Marta no cayó al principio porque la castigaba esta vez, pero al final se percató.

“Quiero que me rompas el culo. Hijo” dijo, y se sintió más humillada al mezclar en la misma frase petición, sodomía y progenie.

“Nunca. ¿Eh?” y con un tirón forzó a su madre a ponerse boca abajo. Enseguida empezó a tocarle el culo. “Tienes un buen culo, mamá. Nunca me he follado un culo. Voy a disfrutar mucho con este culito rompible particular. Vamos a hacer juntos algo que es la primera vez para ambos. Esto fortalece los vínculos madre hijo. ¿No, Zorra?” Dijo jocoso. “Bueno… dame unos minutos y te lo rompo”

Pablos se fue de la habitación. Marta no se atrevía a moverse. Tampoco sabía dónde podría ir. Al poco su hijo volvió con su portátil y una silla. Puso el portátil delante de su madre y puso a reproducir un video. Era una recopilación de mamadas. “Mira esto, mamá. Cuanto antes aprendas a hacer una buena mamada, antes dejaré de follarte la garganta. Tú misma. Yo me voy a correr de una forma y otra.” Pablo tiró del pelo de su madre para forzarla a levantar la cabeza y así, poder ver ese obsceno video pornográfico con mujeres tragándose rabos hasta las pelotas sin pestañear, lamiéndolos, chupándolos, y dejando que se corran en la boca o, otra cosa que le parecía igual de asquerosa, en la cara. De refilón veía a su hijo magreándose el miembro con una mano, buscando ponerlo duro otra vez, mientras su otra mano recorría el cuerpo de su maniatada madre. Acariciando su trasero, bajando hasta su rajita y jugueteando con ella…

La juventud hace que los jóvenes consigan erecciones en muy poco tiempo. Así que enseguida estaba listo para disfrutar de los orificios de su madre otra vez. Pablo separó groseramente las piernas de su madre, se puso entre ellas y se preparó para sodomizarla. 

A Marta le aterraba la idea. Si su hijo le daba por el culo cómo le folló el coño la noche del sábado la iba a desgarrar. “Hijo…” balbuceo… “No me niego” dijo rápidamente intentando evitar algún correctivo físico por parte de su hijo “Pero por favor. Usa algo de lubricante”

Su hijo se paró un momento. “¿Y por qué iba a hacerlo?” dijo. “Las zorras no necesitan lubricante. Ya están tan usadas que se entra sin problemas”

“Ya..” Balbuceo Marta. “Pero esta es mi primera vez… Por favor…” le imploro Marta. Notó que su hijo parecía… ¿Tener dudas? ¿Dándole vueltas a algo?

“Vale. Pero si yo hago eso, tú harás algo por mí”

“Claro. Lo que sea” dijo ignorante Marta. “¿El qué?”

“Me vas a dar el pin de tu móvil y me vas a enviar unos mensajes y unas fotos. Las que yo te diga y cómo yo te diga”

“¿Fotos?” dijo Marta. 

“Claro. Eres una zorra que deseaba que su hijo se la follara. Después de los del sábado me lo confesaste y me pediste más. Enviándome fotos guarras para convencerme”

Marta se quedó sin aire. Quedaría registrado en los móviles. Si se descubriera lo que está pasando parecería que realmente lo había buscado. Quedaría cómo una enferma pervertida.

“Hijo… no puedes pedirme eso…” y sin decir palabra Pablo se puso sobre su madre. “Voy a clavarte a la cama, zorra. Prepárate… o no. Me da igual.”

El terror volvió a apoderarse de Marta. “¡NO, NO, NO! ¡Vale! Lo haré. Lo haré.”

“Bien… Esta es mi Zorra ¿Cuál es tu PIN?”

Marta le dio el PIN de su móvil. Pablo lo cogió y los desbloqueo y se puso con ambos móviles, el suyo y el de su madre. Estuvo un rato pensando hasta que empezó a teclear. Iba diciendo en voz baja lo que iba tecleando. Haciendo pausas entre mensaje y respuesta.

          ‘Me gustó mucho que me follaras el sábado, hijo. Me alegró que tu amigo te invitara a mi gangbang. Deja de encerrarte en tu habitación y vamos a hablarlo.’

   ‘Mamá. No sabías que eras tú. Me siento muy raro por lo ocurrido. Estoy confuso’

          ‘Pues el sábado no estabas confuso. Bien que te corriste en mi coño. Aunque al principio no supieras que era yo, bien que lo disfrutaste’

   ‘Mamá. Esto no está bien. No sé qué pensar’

          ‘Pues déjame cuidar de ti. Que para algo soy tu madre. Sal de la habitación y vamos a hablar’

   ‘¿Solo hablar?’

          ‘Bueno. Si quieres algo más… Aquí te están esperando’

Pablo desató a su madre y le pasó el móvil. “Cumple con tu parte del trato. Ahora hazte una foto de las tetas y envíamela”

Marta se frotó las muñecas, tomó el móvil y miró asustada a su hijo. 

“Foto o desgarro anal. Tu misma”

Marta alejó el móvil y se sacó un selfie de sus tetas. Le devolvió el móvil a su hijo con la esperanza de que no lo enviara. Obviamente infundada. Tan pronto Pablo tuvo el móvil, lo envió y siguió escribiendo.

 

          ‘Bien que las cogías cuando me follabas. Me encantó. ¿Te gustaron?’

   ‘¿Estás desnuda en casa? Mamá. Creo que mejor no hablemos del tema. Sé lo que sentí. Y… no sé qué pensar. No sé si esto está bien o mal’

          ‘Está muy bien. Créeme. Soy tu madre. Confía en mí. Sal y esta vez podrás follarme de cara y verás cómo disfruto. Si tú disfrutas follándome y yo disfruto siendo tu zorra ¿Qué mal hay? Tu Padre hace tiempo que no me folla y necesito que el hombre de la casa me posea’

Pablo dudó un momento. “Mamá. ¿Tienes un vibrador?”

“Si…” balbuceo Marta. 

“¿Dónde?” insistió su hijo. Lo encontró en una caja en el armario.

“Toma. Ahora una foto tumbada, abierta de piernas, con esto en la boca y sonriendo”

Marta seguía dudando. “Habíamos hecho un trato. ¿Y qué más te da? Si ya estás pescada cómo un pez en el anzuelo” le insistió su hijo.

Marta tuvo que reconocer que con ese intercambio de mensajes iba a ser difícil que la creyeran. Y seguía aterrada de la violencia física de su hijo. Así que le obedeció y se sacó ese obsceno selfie, siguiendo las indicaciones de su hijo, desde abajo se veía claramente su coño, el vibrador en la boca y sonriendo. La sonrisa era falsa, pero con el vibrador deformándole la boca daba el pego. Parecía que estaba disfrutando enviando esa foto.

Pablo agregó el mensaje 

          ‘Sal de tu habitación y hablaremos, hijo’

Y nada más. Pablo dejó ambos móviles.

Marta se sentó en la cama, apesadumbrada, con la cabeza entre sus manos. Acababa de crucificarse. Si alguna vez alguien revisara los móviles, no habría duda de que ella lo instigó. Quedaría cómo una enferma perversa. Ya no tenía salida.

“¿Y bien mamá? ¿Tienes lubricante?”

Marta nunca había tenido que usar. Así que no tenía. ¿Y ahora qué? ¿Pensó en aceite, en crema hidratante, y al final le vino a la cabeza la película “último tango en París”

“No. Puedes usar mantequilla” dijo desganada, cómo si esto ya no fuera con ella.

Su hijo fue a la cocina y volvió raudo. Mientras tarareaba “me voy a follar un culo, me voy a follar un culo” Feliz cómo un niño. Y aunque Pablo ya era un adolescente para Marta, había momentos en que seguía siendo su niño.

“Ponte a cuatro patas en el suelo, mamá” Marta decidió obedecer. La desobediencia solo llevaría a una violación salvaje de su ano. Su hijo ya no iba a parar, y era más fuerte que ella. A cuatro patas sintió cómo los dedos de su hijo impregnaban su ano de mantequilla, cómo sus dedos se metían en su recto, incomodandola, cómo la embadurnaba bien. Al menos su hijo había cumplido su parte del trato. Marta aún estaba aterrada. Aun con lubricante no iba a ser agradable.

Notó el glande de su hijo apuntar a su entrada trasera. El exceso de mantequilla hizo que se resbalara un par de veces, pero al final notó el glande de su hijo dilatar su ano e introducirse en él. Suavemente. “¿Ves mamá? Si eres una zorra obediente no hace falta que me ponga duro. ¿No vas a agradecérmelo?”

Marta se negaba a esa humillación. Agradecer a su hijo que tuviera cuidado al violarla analmente. Oyó un refunfuño detrás de ella y notó como su hijo la cogía del pelo y la cadera y respiraba calmadamente. Marta adivinó que iba a entrar de golpe y entró en pánico. “Gracias hijo por darme por el culo con cuidado” casi gritó. “Gracias… de verdad…”

“No era tan difícil. ¿Verdad Zorra mía?” y poco a poco siguió empujando. Marta notó cómo lentamente su ano se dilataba, dejando entrada al miembro de su hijo, hasta el fondo de su recto. Marta apretaba los dientes. Era muy molesto, e incluso algo doloroso. Y por un momento se imaginó cómo hubiera sido si su hijo hubiera entrado de golpe sin lubricante. La hubiera desgarrado y hubiera acabado en urgencias sin poder dar ninguna explicación que no la comprometiera aún más.

“Hummmm…. Qué gozada… joder que apretado…. hum…. No podía imaginarme que sintiera tan bien… ostia…. Tu culo me está succionado la polla, mamá”

“Me alegró que te guste” dijo tontamente Marta temiendo contrariar a su hijo si no se mostraba solicita y complaciente.

“Oh! Ya lo creo mamá. Hmmm…. ohhh sisisi… Esta va a ser solo la primera vez” y Pablo aceleró el ritmo.

Y solo ahora Marta fue muy consciente que este iba a ser solo el primer día de su sometimiento a manos del pervertido de su hijo. Ahora si Marta agradeció en silencio que su hijo la hubiera dilatado lentamente el ano con la mantequilla. La sensación de su polla entrando y saliendo de su ano le daba náuseas, notaba un ligero ardor con el roce y se sentía sucia. Sin la preparación hubiera sido un infierno. Se tuvo que alegrar haber colaborado con su hijo. La alternativa hubiera sido peor.

Pablo le tiró del pelo a su madre y la forzó a levantar la cabeza mientras se la follaba. Marta no se había percatado que se había puesto mirando al espejo del armario empotrado. Ahora podía ver la cara de total placer de su hijo mientras la sodomizaba, como nunca había visto a nadie disfrutar. El ano estrecho y virgen de Marta estaba dándole una sensación que jamás había sentido su hijo. Se sentía sucia, viéndose a sí misma siendo follada por su hijo. Se daba asco. Y se insistió que debía claudicar. Que ahora cualquier otra opción es peor.

El vaivén de las caderas de su hijo arreciaron. La incomodidad aumentó. El alivio de saber que se había librado de algo mucho peor al notar cómo aún podía acelerar más volvió a reconfortar a Marta. Se decía una y otra vez que había hecho lo correcto dada su situación. Un empujón más fuerte y acabó en el suelo. Sus pechos aplastados, todo el peso de su hijo sobre su frágil cuerpo y las caderas de este subiendo y bajando mientras oía los gruñidos de placer de su hijo justo junto a su oreja, Cómo resoplaba haciendo temblar el pelo, cómo notaba sus escupitajos contra su mejilla con cada resoplido. Y cómo, al fin, su hijo soltó un gruñido más fuerte y se corrió de gusto en el culo de su madre.

Pablo se levantó ya satisfecho. Su madre, en el suelo, seguía muy bien sin saber cómo comportarse ante la perversa situación, inimaginable para ella hace unas horas. “Por ahora ya estoy servido. Zorra. Si quiero follarte más, ya te lo diré” y salió del dormitorio de sus padres. Marta tardó un poco en decidirse a levantarse. Pero terminó levantándose y fue en busca de su ropa. Se encontró a su hijo que se la llevaba al servicio. “No, no… mamá. Eres una zorra. Cuando este papá sí que puedes disimular y vestirte. El pobre no tiene por qué sufrir. Mejor vamos a dejarlo engañado y que piense que eres una buena madre. Pero cuando estemos tú y yo solos irás desnuda. Eres una zorra y a las zorras les dura poco la ropa encima”

“Pero… tu padre…”

“Papá suele llegar hacia las 11. Ya lo sabes. Vístete entonces. Y si llega antes te metes al servicio antes de que te vea, dices que está ocupado y te vistes con tus ropas de falsa buena madre”

Así que Marta se quedó allí, parada, sin saber muy bien qué hacer, totalmente desnuda y con restos de semen en la comisura de la boca y en su ano. Así que al final terminó decidiendo que necesitaba una ducha. Otra vez intentó quitarse esa sensación de inmundicia del cuerpo. Y otra vez le fue imposible. Bajo la refrescante agua intentó sopesar sus opciones. Negarse no parecía ser una de ellas. Su hijo podría forzarla y, entonces, aún sería peor. El chat que acababa de falsificar era una espada de Damocles. Ya no podría nunca salir de su chantaje. Y solo colaborar con su hijo podría hacer que la tortura fuera más suave. Así que terminó la ducha y continuó cómo pudo su vida, cómo si nada hubiera pasado. Sin pensar en que estaba totalmente desnuda. A ratos tenía náuseas y mareos. Se mortificaba odiándose por cómo había acabado. Pero intentó mantener su frágil entereza.

Siguió con sus tareas. Lavadora, cena… Se le hizo muy raro cenar con su hijo cómo si nada hubiera pasado. Cómo si sus dos enormes pechos no estuvieran a la vista. La cena fue bastante ligera. Eran las 9. Marta rezaba en silencio para que su hijo no quisiera seguir disfrutando de ella.

Pero una hora después su hijo la llamó a su habitación. “Mamá. Ven aquí” le gritó. Marta llegó hasta la puerta temblorosa. “Túmbate en mi cama y ábrete de piernas, zorra” Por la cabeza de Marta pasaron las sesiones de azores de cinturón de esa tarde, tembló temiendo que se repitieran y acabó en la cama de su hijo, abierta de piernas. Su hijo se preparó, le metió los dedos por la rajita y, cómo con las borrachas, lo encontró algo seco. Pensó en escupir en el glande para lubricar, pero se le ocurrió mejor idea.

“Venga zorra. Mójame bien la polla. Así te la meteré mejor”

Su hijo buscaba su vagina esta vez. Casi agradeció que buscara algo de lubricación aunque fuera de su boca. Ella, que nunca antes había mamado una polla, se volvió a meter la polla de su hijo en la boca, salivó con profusión y se la dejó bien mojada. En seguida, su hijo se puso en posición y con relativa facilidad, su polla abrió los labios vaginales de su madre y la penetró. Marta soltó un suspiro de desasosiego al sentir, por tercera vez, la polla de su hijo clavada profundamente en su vagina. Y otra vez, en esa postura, Marta podía ver cómo su hijo estaba disfrutando. Sus manos no se frenaron de jugar con los amplios pechos de su madre, recorriendo su cuerpo bajando por las caderas, hasta cogerla por el culo para poder penetrarla más profundamente. Marta giró la cabeza y dejó hacer a su hijo. Apenas era una muñeca de goma ahora mismo. Se forzaba en recordar qué. Si su hijo la hubiera forzado físicamente, el resultado no solo sería el mismo, sino peor y más doloroso. Su hijo gruñía con cada empujón, disfrutando de la docilidad de su madre. Él, que jamás había estado con una mujer que no estuviera borracha, disfrutaba ahora de una totalmente sobria. Y menudas tetas que tenía su madre. Nunca había visto otras reales tan grandes. Los empujes aceleraron y Marta terminó con otra corrida de su hijo en el fondo de su vagina. Llamando a su cérvix y buscando su útero.

“Ya estoy satisfecho por hoy. Zorra. Ya puedes disfrazarte de mamá” y la echó de su habitación. Marta reprimió unas lágrimas. Fue al baño y, al fin, pudo vestirse. A la media hora llegó su marido, el padre de Pablo. Y cómo hacían normalmente, pasaron su horita de la tarde antes de que Marta se fuera a dormir. Por sus horarios, el padre de Pablo tenía unos ciclos de sueño muy raros. Normalmente dormía de mañanas. Entre semanas trabajaba de tardes y los fines de semana de noches.

A la mañana siguiente Marta se despertó y cómo siempre le preparó el desayuno a su hijo. La vida seguía. Poco después de levantarse llegó su hijo. “Buenos días, mamá” la saludó cómo si nada fuera de lo normal hubiera pasado el día anterior. Pero la palmada en el trasero le sacó de su error. “Hijo: Tu padre… está durmiendo aquí al lado”

“Pues eso. Está durmiendo” le dijo mientras empezaba a meterle mano por debajo de la camiseta en busca de sus tetas. Marta, por instinto, se resistió. Un error. Su hijo le cruzó una bofetada y le dedicó un rictus muy serio mostrando su enfado. “De rodillas Zorra” le dijo cabreado.

Marta miró de reojo el pasillo, preocupada pero obedeció. Su hijo se sacó la polla, se la puso en la cara. “A mamarla, zorra” Marta, asustada de la situación, temiendo una catástrofe, se afanó en chupársela a su hijo, pero seguía siendo una pésima chupadora. A mitad de mamada su hijo se deshizo de ella. “La chupas de mierda, mamá. Te voy a poner deberes. Mejor te pones a ver videos de mamadas. Hasta que no la chupes como es debido te seguiré atando y follando la garganta.

Marta se llevó la mano al cuello recordando esa tortura. Esa mañana no hubo final para la mamada. Pablo desayunó cómo hacía normalmente y se fue al instituto. “Y mejor que te acuerdes de las reglas, zorra” dijo sin especificar nada más.

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Pablo llegó al instituto. Las miradas de reojo le seguían allí donde iba. Era la comidilla del instituto. Ese rumor incesante de lo que había ocurrido el sábado. Sus amigos intentaban darle apoyo.

En un intercambio de clases, Pablo se cruzó con Víctor. Lleno de rabia se encaró con él. “Panda de cabrones. Al menos os lo podíais haber callado. ¿Os folláis a mi madre y luego la tiráis a los perros? ¿Y a mí con ella?”

“Eh. Cálmate colega. Yo no he abierto la boca. Fueron Miguel y Pedro. Que también vienen a este instituto, aunque creo que no los conoces. De hecho, si solo es un rumor y no más es porque cuando nos preguntan a mi hermano y a mí lo negamos todo. Y creo que Ramón también”

La afirmación le sorprendió a Pablo. “¿Lo negáis?”

“Sí. Claro. No somos tan cabrones, capullo. Nos lo pasamos muy bien follándonos a tu madre. No veo por qué iba a joderla de esa manera. ¿Y ahora qué? ¿Te vas a molestar porque diga que me gusta follarme a tu madre?” dijo Víctor con chulería. No era tan grande, ni fuerte cómo Pablo, pero estaba en mejor forma. A saber quien ganaría en una pelea entre ellos.

“No. La verdad es que mi madre tiene un polvazo. Lo sé”

Víctor se rió al rebajarse la tensión. “Pues sí. Aunque supongo que se acabó lo de follarla el fin de semana. Una pena, aunque, por otro lado… la verdad es que tu madre estaba desatada. A veces me daba miedo. Por ella. Parecía que no tenía suficiente. Que siempre estaba dispuesta a más. Si hubiera continuado…. Era solo cuestión de tiempo que hubiera acabado en un escándalo”

“¿Sí? Cuenta más sobre lo que te decía mi madre” le pidió Pablo.

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Pablo llegó a casa. Tenía en mente castigar a su madre cuando llegara a casa y se la encontrara vestida. Pero la agradable sorpresa es que su madre le esperaba totalmente desnuda. Siguiendo sus reglas. Ver a su madre desnuda y obediente le dio a Pablo una erección instantánea. Sin decir palabra, la cogió y la forzó a doblarse sobre la mesa de la cocina. Un escupitajo para lubricar un poco el glande y procedió a empujarlo en la vagina de su madre. El glande resbaló y entró suave, sin problemas hasta el fondo. Pablo sintió que su madre se había puesto ya lubricante antes de llegar. No solo en el coño. En el culo también. Por si acaso. Para más tarde, pensó Pablo. El silencio de la casa solo se veía roto por los gruñidos y jadeos de Pablo. No habían dicho ni una palabra hasta ese momento. El calentón de golpe hizo que Pablo se corriera enseguida.

Ahora sí, satisfecho, Pablo le preguntó a su madre “Hola mamá. ¿Qué tal el día?” cómo si fuera un día normal.

Marta no dignificó esa pregunta con una respuesta. Seguía siendo una esclava sexual prisionera en su propia casa. “Esperó que no… te moleste que me ponga lubricante. Creo que es mejor para… los dos”

“No. Para nada. Tu coño lubricado es una gozada, mamá. Y ese culito… Hummm… ¿Sabes? Vamos a tu dormitorio, me enseñas cómo usas el vibrador que tienes para que me la pongas dura y luego te doy por el culo.” Y con tono más jocoso, cómo si le hiciera un favor a su madre “pero con cuidado. ¿Eh?” y le guiño un ojo con sorna.

Marta esperaba no tener que pasar por otra sodomía, pero era lo suficientemente lista cómo para saber que, después de lo que había disfrutado su hijo, no iba a perder la oportunidad de darle por el culo otra vez. Así que fueron al dormitorio. Marta siguió siendo obediente y complaciente, temiendo otro ataque violento de su hijo. Sacó el vibrador, lo puso en marcha y empezó a follarse el coño con él. Bien abierta de piernas, ante su hijo. Tenía un aspecto obsceno.”Eso es mamá. Hmmm… que zorra que eres. Y cómo me pones” le decía Pablo mientras jugaba con su miembro que, poco a poco, producto de la magia de la juventud, volvió a ponerse dura. “¿Ves como cuando quieres, puedes?” le dijo mofándose, mostrándole la erección que su pequeño espectáculo erótico había producido. 

Su hijo se subió a la cama con ella y la tumbó de espaldas. Por un momento Marta pensó que se libraría de la sodomía, aunque eso significase que su coño volvería a ser horadado. Pero no fue así. Pablo levantó las caderas de su madre y preparó su miembro justo frente a ese ano profusamente lubricado. Marta sintió cómo su hijo, con una delicadeza que casi temía agradecerle, empujaba lentamente y poco a poco su miembro iba enterrándose en su culo. “Hummmm…. Tu culito sigue siendo delicioso. Notó cómo me chupa la polla. Y es tan estrecho…. Joder…. No voy a aguantar mucho” puso sus manos sobre las tetas de su madre y empezó a sodomizarla. Lentamente, al principio, pero la excitación hizo que poco a poco fuera celebrando. Para Marta era desagradable y tenía un punto doloroso, pero después de dejar prácticamente medio bote de lubricante en su ano, pudo soportarlo. Era más doloroso ver la cara de placer de su hijo mientras la sodomizaba. Realmente disfrutaba con su entrada trasera. Tanto que, por supuesto, acabó corriéndose otra vez.

Pablo se separó de su madre y puedo ver como su ano se cerraba rápidamente cuando le sacaba el miembro. Eso le hizo gracia. “¿Quieres algo más, Pablo?”

“No. Por ahora estoy satisfecho y tengo que estudiar.”

“Vale. Pues si te parece bien, yo también… estudiaré unos cuantos videos. Por favor. Dame algo de tiempo para… aprender. No me vuelvas a hacer…. eso” le dijo acariciándose la garganta. La faceta colaboradora y complaciente de su madre le agradaba a Pablo. “Vale mamá. Pero mejor que aprendas rápido.”

Y así prosiguió la semana. Cada mañana Marta intentaba darle una buena mamada a su hijo, pero seguía siendo muy torpe. Y cada tarde su hijo se la follaba. A veces una. A veces tres. Siempre al menos una vez por el culo.

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El viernes Marta se libró de recibir a su hijo, desnuda. Su marido trabajaba los viernes y sábados de noche. Así que tuvieron una tarde normal de familia. Pero tan pronto su padre se fue de casa a trabajar, Pablo se quedó mirando a su madre con cara seria. Está adivino lo que quería su hijo. Hizo ademán de irse al dormitorio a desnudarse, pero un seco “No” de su hijo la retuvo en mitad del salón.

Su hijo se sentó en el sofá y empezó a tocarse el paquete sin quitarle la mirada de encima. Esperando. Desde que su padre se había ido apenas un minuto no habían intercambiado más palabras que la seca negación de su hijo. Sin necesidad de dar ninguna orden, Marta empezó a desnudarse ante su hijo. La camiseta primero, seguida de los vaqueros. Sujetador y bragas detrás. Marta se sentía muy sucia. Le pareció que desnudarse ante su hijo era más humillante que recibirlo desnudo. Además, hasta que acabó no se dio cuenta de que, al hacerlo reticentemente, lo había hecho lentamente. Y eso le había dado un toque sexy. Cómo si quisiera poner cachondo a su hijo. Y aunque había sido un error, aún se sintió más sucia.

“Menuda zorra eres mamá. Me la has puesto bien dura. Trae aquí esas tetas y hazme una cubana. No sé por qué no se me había ocurrido hasta ahora”

“Hijo… por favor… deja de llamarme Zorra. No lo soy” Pero los hechos contradecian sus palabras. En seguida estaba de rodillas ante su hijo, abrazándole el miembro con sus pechos, cómo un guante, rodeándolo por completo.

“¿No lo eres? ¿Y cómo llamarías a dejarte follar por desconocidos en los servicios de un pub?”

“No… no eran desconocidos” dijo Marta torpemente cómo si eso tuviera mucha importancia. Subiendo y bajando sus pechos. Pablo la apartó un momento y le escupió varias veces entre las tetas. Marta se sintió humillada por los escupitajos, pero cuando su hijo le ordenó que siguiera volvió a su faena de masturbar a su hijo con sus tetas, ahora con algo de lubricación.

“¿No?” dijo Pablo cabreado. Sacó su móvil y busco una foto que se la enseñó a su madre. “¿Dime… reconoces a alguien?” Era una foto de un grupo de jóvenes. Una docena. Marta no reconoció a ninguno. “Pues dos de esos te han follado dos veces. Y dime el nombre de los que te han follado”

“Pu… pues… Víctor…” que fue el primero pensó “y… y….”

“Y Pablo. Yo. Ni siquiera te sabes el nombre de mis amigos que, por cierto, también te han follado” Marta bajó la mirada avergonzada. Era cierto. Ni se había molestado en fijarse en los jóvenes. “He tenido unas charlas interesantes con Víctor. Me ha contado que estabas desatada. Que no parabas de insinuar que trajera a todos sus amigos, sin importar el número. Cada fin de semana pedías más. Eso es ser muy zorra, mamá. Hummm…. si… eso es… sigue con esas tetazas mamá”

“No. Eso no es cierto.” Intentó defenderse Marta mientras seguía con la cubana. 

“¿No? ¿Sabías cuántos nuevos íbamos a ir el último fin de semana, o el anterior, o el anterior? Ni preguntabas. El último fin de semana ni hablaste. Así como llegaron los seis te fuiste al servicio y te pusiste en posición. Víctor te dijo que luego vendrían más y ni preguntaste cuantos. Fuimos tres, pero igual te daba que hubieran sido veinte”

“N… n…” intentó negar sin éxito. Era verdad.

“Hummmm…. Qué bueno… siiiii… Eres una zorra desatada, mamá. Lo mejor que te ha ocurrido es que te descubriera. Si no, antes o después habría saltado el escándalo. Una madre de familia dejándose follar por un centenar de jóvenes después de semanas, aumentando el número. Sería una noticia de portada en todos los telediarios. Aunque dijeras que no te hicieran fotos, era cuestión de tiempo que aparecieras en las webs pornos de amateurs. No tenías límite. Joder… que gustazo que tengas esas tetazas”

Marta ya se calló. No encontraba argumentos. En el fondo sabía que era verdad.

“¿Sabes mamá? Ya sé que no me rechazaste por ser feo. Eso ya me di cuenta cuando se me pasó el cabreo del enfado. Que era porque soy tu hijo. ¿Pero sabes? Eres una zorra que ha puesto los cuernos a mi padre y me has jodido en el instituto. así que te mereces este castigo. Si eres una zorra, te trataré cómo una zorra. Porque ¿Sabes? Me encanta follarte Me da igual que seas mi madre o tal vez por eso me guste más. Y porque no puedes hacer nada por evitarlo y así vas a ser muy obediente y vas a hacer todo lo que quiera. Y eso me pone aún más. Mi zorra esclava particular Pero también así te protejo de ti misma. Vas a hacer lo que yo te diga. Y así no cometerás ninguna locura.”

Marta seguía callada. Con la cabeza agachada, sumisa, con la punta de la polla de su hijo a centímetros mientras seguía refortandole las tetas.

“Aún tienes fantasías de ser la zorra de un gangbang de jovencitos. ¿Verdad? uffff…. Sigue, sigue…más rápido”

Marta se negaba a contestar pero aceleró el ritmo.

“¿Verdad?” insistió Pablo aún más enfático

“s… si….” Dijo Marta con un hilillo de voz. Y de repente su hijo empezó a correrse en la cara. Marta, absorta intentando abstraerse de lo que estaba sufriendo, no se percató de la natural conclusión de su cubana y terminó con toda la cara cubierta con la lefa de su hijo.

“Hummmmm… que a gusto me he quedado. Mejor que tus mamadas ¿Ves? Eres una zorra que aún ansia que unos jovencitos se la follen sin parar. Ahora límpiate y trae tu vibrador mamá. Quiero que te masturbes mientras te veo para que me ponga dura otra vez y así te doy por el culo”

Marta, obediente, fue en busca de su vibrador al dormitorio.

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Sábado noche. El padre de Pablo ya se había ido a trabajar. Marta, siguiendo las instrucciones de su hijo, ya estaba desnuda. No sabía cuando iba a llegar su hijo, pero no quería importunar. Seguía temiendo las represalias que podría tener con ella.

Era pronto. Cómo a las 10 cuando escucho la puerta. Los fines de semana su hijo no llegaba hasta pasadas las tres. Así que se alegró de haber sido precavida y estar ya lista. Pero le sorprendió…. le pareció oír… ¿Varias personas?

Marta estaba en el salón cuando Pablo entró con otros cinco jóvenes. Marta reconoció a Víctor y a su gemelo, aunque no sabía quién era quién. Pero los otros tres jóvenes eran desconocidos para ella. Traían unas bolsas con bebida. Cómo quien va a un botellón

“Pero… Hijo…” dijo a la vez que se ponía en pie y se cubría su desnudo cuerpo.

“No te atrevas a taparte, zorra” le espetó enfadado su hijo. Marta, cómo un resorte, obedeció y descubrió sus pechos y su pubis.

“Pablo… Hijo… que…“ Balbuceaba 

“Joder, tío…” dijo uno de los gemelos. “¿En serio? ¿Estás seguro de que…?” pero Pablo le cortó pidiéndole que esperara un momento, alzando la mano.

“Hola mamá. Cómo hoy no sales a que te follen, te los he traído a casa”

“Pe… pero…”

“¿Qué pasa? ¿No es lo que querías? Llevas haciéndolo más de un mes. Ayer mismo me lo confesaste. Que aún te ponía cachonda la idea de ser la zorra de un gang bang con jovencitos. Son tus palabras” En realidad eran de Pablo, pero Marta las aseveró el día anterior. Esta solo supo bajar la cabeza avergonzada.

“Eres tan zorra que ni los reconoces. Seguro.”

“A Víctor y a su hermano los reconozco” dijo torpemente Marta intentando no parecer tan zorra. Tan desatada que ni recordaba las caras de sus folladores.

“Ramón, Samuel y Carlos son los otros tres. Y los tres te han follado. Ramón incluso más de una vez. Y ni reconoces sus caras”

“Estabas desatada. Víctor me contó lo que le dijiste. Cuando hablabas. Porque últimamente ni hablabais. Te ponías en posición y esperabas que se turnaran”

“Así que, mamá, en realidad no ha cambiado nada. Vas a ponerte en posición y vas a dejar que te follen. Que es lo que te gusta, zorra. Bueno… Algo sí que cambia primero aquí estás segura. No va a haber sorpresas de que te descubran. Y luego estos jovencitos, cómo te gusta llamarlos, han sabido mantener tu secreto. Si no fuera por ellos ya sería público lo zorra que eres. Pero gracias a que negaron y dejaron cómo mentirosos a los otros tres, nadie se cree ya la historia de la madurita que se los folla de 9 en 9, incluido su hijo”

“Deberías darles las gracias mamá, por no decirle a la gente lo zorra que eres”

Marta calló, pero vio la férrea mirada de su hijo. No era un comentario retórico. Realmente quería que lo hiciera.

“Gra… gracias”

“¿Por qué?” insistio su hijo.

“Gracias por no decirle a nadie que… soy un a zorra” 

“Pues sí. Ellos te van a follar, y bien follada. Y esta vez sin límites. Nada de ponerse melindrosa con tu culo y tu boca. Se lo debes. Y lo van a hacer porque saben guardar un secreto. Que es lo que necesitas. Que te follen cómo una zorra, pero que no lo vayan diciendo por allí ¿Está claro? Y seré yo quien te manda a follar. Yo te pondré el límite que tú no eras capaz de ponerte. Que si por ti hubiera sido te habrías dejado follar por veinte”

Marta estaba un poco en shock. En realidad, casi todo lo que decía su hijo tenía sentido y era cierto de una forma retorcida.

“¿Está claro?” insistió más alto Pablo.

“s… si” balbuceo Marta.

“Pues mamá, ponte a cuatro patas y pídeles que te follen cómo has hecho los últimos fines de semana”

Marta no se movió del sitio. Se negaba ella misma a ponerse en una posición tan sumisa y 

“mamá. O lo haces o se acabó el silencio. Ellos lo confirmarán todo y yo les enseñaré nuestro chat privado del lunes. Así que, obedece Zorra. Ponte a cuatro patas cómo una perra y pídeles que te follen”

Marta no se creía en el fondo lo que estaba haciendo. Se puso a cuatro patas, en mitad del salón, y dijo “Folladme”

Fernando fue el primero en ponerse detrás de Marta. “Joder… tiene el culo lleno de vaselina o algo así. ¿Seguro que no nos estaba esperando?”

“A vosotros no. Con cuidado. Esta zorra aún no está bien entrenada” apostilló Pablo.

“Joder” dijo Víctor junto a Pablo. “Me parece que cuando el otro día dijiste que tu madre tenía un polvazo sabía de lo que hablabas”

Pablo le contestó con una media sonrisa de superioridad. Samuel acababa de arrodillarse ante la Madre de Pablo. "Mamá. Abre esa boca y empieza a chuparle la polla a Samuel” Marta, con aire triste, abrió la boca y dejó que el joven se la metiera.

“Muy obediente está tu madre. Casi diría que no lo hace por gusto.” Comentó Víctor.

“Mi madre es mi zorra obediente y hará lo que yo diga. ¿Algún problema?”

“No. Para nada. Pero si esto sale mal y preguntan diré que no tenía ni idea de lo que pasaba y que me invitaste tú.”

“Dilo. No lo negaré. Pero también que te dije que era idea de mi madre”

“Vale. Lo que sea. La verdad es que es mucho mejor así. 5 veces me he follado a tu madre y aún no le había visto las tetas. Joder. Son preciosas. Y podemos ser… creativos”

“Sigue siendo discreto y te la follarás muchas más. Y ya me dirás a qué te refieres con creativo, pero si no te vas de la olla ya te digo que si”

Marta no oía esa conversación. Estaba ocupada resistiendo el asco de tener una polla en la boca. Estaba juntando fuerzas para empezar a chuparla cuando notó esa desagradable presión en su ano, abriéndolo, y dejándose invadir por otra polla. Marta cerró los ojos y se concentró en aguantar la invasión. Gracias al lubricante era soportable. Pero aún le daba algún mareo. Cuando la notó metida a fondo, Fernando la tomó por las caderas y empezó con su rítmico movimiento. Marta agradecía que hubiera seguido las instrucciones de su hijo. Ahora, más calmada, retomó el asqueroso asunto de chuparle la polla al tal Samuel.

“Hummm… qué culito más delicioso” “Y que mamada. Es la primera vez que comen la polla” “Dios. Sin ropa que buena que esta. Qué cuerpo” “Pues deberías verle las tetas. Te falta mano para cogerlas” 

Ni se dirigen a ella. Solo hablaban de ella cómo si fuera una cosa, algo que estaban usando. Y así era. Aunque a su hijo no le terminaban de convencer sus mamadas a Samuel por lo visto, sí. Sin previo aviso notó como el miembro del joven escupía su veneno y le llenaba la boca con esa desagradable sustancia que parecían flemas. Por un momento se le ocurrió escupirlo, pero enseguida llegó la temida orden de su hijo. ”Las Zorras tragan, mamá. Así que… ¿Qué vas a hacer?” Marta sabía perfectamente cuál era la respuesta correcta y trago cómo una puta barata. El gemelo disfrutando de su culo, con su polla metida hasta las entrañas, tardó más en correrse. Pero también terminó demostrando a Marta cómo había disfrutado con ella dejando su recto manchado de semen.

Ahora fue el turno de Víctor de disfrutar de ese agujero trasero hasta ahora prohibido. Siguiendo las instrucciones de Pablo, también fue delicado, pero a diferencia de su hermano llevó a Marta hasta el sofá, se sentó e hizo que ella se sentara sobre él, dándole la espalda, pero de frente a todos. Su propio peso acabó de empalar el miembro del que había sido su primer amante de pub. Tan pronto la tuvo bien sentada, Víctor le cogió las piernas y las abrió, obscenamente. Cualquiera podía ver el miembro de Víctor bien enterrado en el ano de Marta. Pero además el coño de Marta está bien expuesto, abierto y disponible.

“Venga. Seamos creativos. ¿Alguien para una doble penetración?” comentó jocoso Víctor. Ramón casi salió corriendo a ponerse entre las piernas de Marta que se sentía sucia, con las piernas así de abiertas, obscenamente, y con ese miembro tan claramente clavado en su culo. Verse tan expuesta pasó a un segundo plano cuando el joven Ramón aprovechó la invitación y empujó su glande contra la rajita de Marta. “Joder. Se ha puesto bien de vaselina. Casi me resbalo dentro” y desde luego, con algo más de fuerza de la esperada, el glande de Ramón acabó a apenas una pulgada del de Víctor, pero cada uno por distinto orificio. 

Así ambos jóvenes acompasaron sus movimientos y Marta acabó averiguando lo que se siente al ser doblemente penetrada. Los jóvenes empujaban sin preocuparse muchos de Marta. Solo buscando su propia satisfacción. Esta vez su sodomía fue algo más molesta. La falta de vaselina, gastada en la anterior sodomía, y que fuera la gravedad de su propio cuerpo al caer la que dictara la fuerza de la penetración le resulto molesta. El joven de delante no paraba de mirarle las tetas mientras se la follaba y no perdía oportunidad de jugar con ellas pese al riesgo de perder el equilibrio.

Y cómo los dos anteriores, los sustitutos también acabaron depositando su lefa, acompañados de jadeos y algún comentario obsceno. Víctor, ya sin preocuparse mucho del decoro y siguiendo el estilo de Pablo, comentó un “Toma Zorra.” Mientras se corría.

Los jóvenes dejaron a Marta en el sofá, dejando sitio a los siguientes, pero esta vez fue Pablo el que se adelantó. “Ahora solo yo mamá”

“¿T… tú?” tartamudeo mirando de reojo a la concurrencia. Una cosa es comportarse cómo una zorra delante de su hijo. Otra muy distinta es ser la zorra de su hijo delante de testigos. Carlos, que pensaba unirse, se paró en seco. Todos sospechaban que podía pasar, pero, menos, a los gemelos, les costaba creer que realmente Pablo se volviera a follar a su madre. Esta vez sin confusión de por medio.

Pablo ni se dignó a contestar a su madre. Llegó al sofá, la abrió de piernas y le metió la polla sin más ceremonia ante todos. Marta soltó un “ah” de sorpresa cuando notó el miembro de su hijo separarle sus labios vaginales y ocupar su vagina. “Llevo toda la semana follándome por todos tus agujeros, mamá. Hoy no va a ser distinto” Marta miró de reojo asustada a los amigos de su hijo, algunos de los cuales soltaban alguna exclamación, sorprendidos y otros solo sonreían divertidos. Y justo ahí Marta se rindió. Todos sabían no solo que era una zorra, sino que era la zorra de su hijo, y en cierto sentido se vino abajo y se dejó llevar. Estaba mortificada, dolorida, intentó no pensar mucho en lo que estaba ocurriendo.

Y por sorpresa se corrió. Fue como despertarse de un sueño. Pesadilla más bien. No recordaba cuánto tiempo llevaba su hijo follándosela, pero de repente se encontró cogiendo con fuerza el respaldo del sofá, jadeando cómo una perra, temblando cómo una colegiala asustada y soltando un sonoro “Ah!”

Pablo se congeló por un instante, sorprendido. Pero en seguida volvió con su rítmico empuje acompañando con un “Lo dicho. Eres una zorra. Si te corres con la polla de tu hijo. Cerda pervertida” Marta no comprendía lo que había pasado.

Los jóvenes no eran amantes particularmente hábiles ni lo intentaban. Cómo la mayoría de los jóvenes eran unos egoístas que solo querían su satisfacción. Se la metían a Marta, empujaban una y otra vez hasta que se corrían. Sin preocuparse de más. Puede que uno no activara la magia suficiente para arrancar un orgasmo a Marta. Pero dos consecutivos si. Donde no llegaba uno, si que llegaba el siguiente. Pero Marta eso no lo entendía. Solo sabía que se había corrido con su hijo. No solo eso… delante de un montón de testigos. ¿Que clase de zorra pervertida era? Su hijo tenía razón. Todos tenían razón. Aunque lo quisiera negar era una puta zorra.

Los jóvenes se reían. “¿No me jodas? ¿Se ha corrido?” “Ya lo creo. Y con su hijo.” “¿Y qué?” “Y qué, qué? Si tú no podrías. Looser.” “¿Cómo que no?”

Y mientras esta perversa conversación de fondo continuaba, Pablo acabó corriéndose en el coño de su madre, ya perdiendo la cuenta de las veces que lo había hecho en la última semana. “Lo sabía” le susurro a su madre “Vas de buena madre, pero en el fondo eres una puta zorra que le pone cachonda todo esto” y se levantó diciendo “Siguiente” cómo quien da pasó en la carnicería. Y la metáfora no andaba muy alejada. 

Ahora fue Carlos, al fin, quien pudo meterla en caliente. Pero mientras se follaba a Marta, los gemelos idearon un juego de los de beber. El que se corriera sin hacer correr a Marta bebía un chupito. 

Así que se organizaron. Uno le follaba el coño mientras Marta ponía a tono el siguiente con su boca. Cómo conejos tan pronto se corría uno, otro le sustituía. Y siguiendo las reglas del nuevo juego “Haz correrse a la zorra” el que no había conseguido hacer que Marta se corriese, bebía.

Marta se sintió humillada y abusada, reducida a un mero juego de follar y beber. Y pensó que no le iba a sacar ni un orgasmo más. Pero se equivocó. Prácticamente, cada dos o tres penetraciones, Marta se acababa corriendo. Y no era mujer capaz de disimular los orgasmos. Donde a los jóvenes les faltaba habilidad, les sobraban erecciones. Donde les faltaba resistencia les sobraban números. Cuando Marta empezó a notar que empezaban ya todos una segunda vuelta, empezó a desfallecer.

La energía de los jóvenes era superior a ella, desde luego. Tres rondas completas hicieron los jóvenes. 18 penetraciones con sus correspondientes corridas. En el marcador de Marta se corrió 7 veces. Y para más mortificación 2 veces fue con su hijo.

Ya los jóvenes más desahogados y más bebidos se calmaron un poco. “Buff…. Casi que mejor descansamos un poco del coño de tu madre” dijo uno. “Vale. Pero es mejor tenerlo a mano. Mamá. Vete a tu dormitorio. Túmbate en la cama abierta de piernas por si mis amigos quiere otro polvo con la Zorra de la casa” 

Marta resoplaba. Si ellos estaban cansados, ella estaba destrozada. En realidad había sido menos de una hora, pero estaba dolorida y agotada. Agradeció incluso la orden de su hijo de enviarla a la cama. Aunque cuando se percató que se la iban a follar en la cama en la que dormía con su marido volvió a sentirse sucia.

Los jóvenes siguieron con su botellón en el salón. Pusieron algo en la tele y empezaron a charlar. Aun desde el dormitorio los oía y la mayor parte de la conversación era sobre ella, sobre lo zorra que era, lo buena que estaba, las tetazas que tenía… 

Y de vez en cuando aparecía alguno que ya había recargado las pilas de los huevos para otra ronda más. Alguno más disfruto del culo de Marta. Un par le sacaron unas cubanas. Y su coño recibió la visita de alguna polla más. Casi sin saludar. Marta se sintió ofendida, pero luego se recordó a sí misma, en los baños, con el culo en pompa, recibiendolos sin ni un saludo y se avergonzó de reconocer que en el fondo no había cambiado nada.

La fiesta acabó después de algo más de dos horas. “Nos vamos mamá” dijo Pablo desde el salón. “Volveré cómo siempre” y todos los jóvenes se fueron de la casa al fin.

Marta enseguida se fue a la ducha. Intentando quitarse tanta inmundicia sobre su piel. Notaba cómo ese desagradable líquido se le escurría desde la vagina hasta el interior de sus muslos, cómo prueba de la cantidad de semen que le habían metido dentro. Tardó bastante en salir de la ducha. Se decía una y otra vez que esto no era lo que quería. Que no era una zorra. Una y otra vez…

Cómo si quisiera convencerse a sí misma.

Marta dudó, pero pensó que nada había cambiado. Siguió desnuda, se lubricó por si acaso y esperó a que su hijo volviera de juerga. Rezando que ya se hubiera quedado satisfecho con el gangbang de su madre.

Y sí. Su hijo llegó. Y por desgracia aún le quedaba energía. Así cómo entró, sin decir palabra, tomó a su madre del brazo y se la llevó a su dormitorio donde la lanzó a su cama. “Que polvazo tienes mamá. Ábrete bien de piernas que te la voy a volver a clavar”

Marta miró a otro lado y obedeció en silencio, sumisa y sometida, mostrando su pubis accesible para que su hijo volviera disfrutar de lo que nunca debería haber catado. Marta ya tenía asumido por completo su situación, así que se relajó y dejó hacer a su hijo. 

Pero en seguida se percató de un cambio de actitud de su hijo. Donde antes era rápido y repetitivo, ahora era más lento, pausado, disfrutando del momento, alargándolo. Las Manos de su hijo acariciando sus pechos, las caderas acompañadas empujando su miembro una y otra vez. 

Marta soltó un gemido y se tapó la boca. En seguida su hijo le parto las manos. Ahora, con una mano le sujetó ambas muñecas sobre la cabeza. Con la mano libre siguió disfrutando del cuerpo de su madre y con sus caderas siguió penetrándola, acelerando cada vez más el ritmo.

Marta casi puso una cara de terror cuando empezó a jadear de nuevo. Su cuerpo le traicionaba. El lento acelerar de su hijo estaba consiguiendo su objetivo. Su madre estaba cada vez más y más excitada. Se retorcía. Intentaba evitarlo. Pero no podía. Cuando el ritmo de su hijo aumentó al máximo, Marta no pudo resistirse y volvió a correrse una vez más esa noche. Su hijo volvió a pararse en seco. “Ja. Lo sabía. Pones cara de modosita, de que no te gusta lo que te hago, lo que te hacen mis amigos, pero luego te corres cómo una perra. Te follarías cualquier cosa. Si te corres hasta con tu hijo. ¿Qué cerda pervertida se corre de gusto con su hijo?”

Marta se quería morir. Era cierto Y no era la primera vez en toda la noche. Pero había sido el más intenso. De dejó caer en la cama, hundida, mientras su hijo volvía a bombearle la polla en el coño. Que su madre se hubiera corrido no era excusa para que no acabara su trabajo y se dejará follar hasta que su hijo obtuviera la misma recompensa.

Cuando acabó Pablo la largo con un “Vete ya a tu dormitorio, Zorra”

Marta se alegró de que al fin acabara la noche del infierno. Tan hundida estaba que ni se limpió la última corrida de su hijo antes de ponerse el pijama.

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El domingo llegó. Madre e hijo se despertaron tarde. Recuperándose de la orgía del día anterior. Y algo más tarde, cómo siempre su padre. Lo suficientemente tarde para que Marta le diera a su hijo su mamada matutina. Pasaron un día en familia cómo si nada hubiera pasado. Comieron juntos. Padre, madre e hijo. Marta salió a pasear con su marido, quedaron con amigos, fueron al cine…. Volvieron a casa y pasaron el resto del día con su hijo. Viendo la televisión juntos. Cómo cualquier otro domingo. Cómo una familia normal.

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Pablo se levantó el lunes, fue a la cocina y se encontró a su madre. Llevaba una bata abierta y nada debajo. No solo eso. El cinto de la bata estaba anudado detrás de la espalda de su madre, de forma que forzaba a la bata a estar abierta, mostrando claramente sus amplios pechos y su coñito perfectamente depilado. La parte de atrás de la bata también estaba levantada y cogida con el cinto. Dejando a la vista su trasero. Pablo no disimuló su sorpresa.

“Ho… hola hijo” dijo nerviosa Marta mientras le servía el desayuno. Pero a Pablo no le dio la impresión que fueran esos nervios de la última semana previos a que le exigiera a su madre una mamada. 

“¿Y ese look, mamá?” dijo mirando de reojo al pasillo. Su padre nunca se levantaba a estas horas, pero…. “¿Y si sale papá?”

Marta, con un rápido tirón, desató el cinto atado a su espalda y rápidamente se lo anudó delante. Volviendo a parecer una discreta madre, ama de casa en un instante. Marta le dio una nerviosa sonrisa a su hijo a modo de respuesta. Y enseguida deshizo el cambio, abriéndose bien la bata, atándola por detrás de su espalda y subiendo la falda trasera para dejar su culo al descubierto.

“He pensado que… te gustaría más así por las mañanas. si voy a ser tu zorra…”

“Desde luego que sí, pero… a qué viene este cambio de actitud tan... complaciente”

Marta tomó aire. Lo había pensado mucho. “¿Sabes hijo? Ayer le estuvo dando vueltas. ¿Sabes lo que ha cambiado desde las últimas semanas?”

Pablo esperó a que su madre continuara.

“Nada. Hace algo más de un  meses ya era una zorra que se dejó follar en unos servicios por un jovencito, Y en las siguientes semanas fueron aumentando. Y luego seguía con mi vida y no pasaba nada, no cambiaba nada. Para todos seguía siendo la misma buena madre y esposa. Para tu padre, para nuestros amigos, para nuestros vecinos… todo sigue igual.”

“Porque tienes razón. Soy una zorra, y una guarra. Le pillé el gusto a serlo cuando me atreví a probarlo y cómo veía que nada cambiaba cada vez quería más.”

“Y también tenías razón. Estoy desatada. No puedo controlarme. Cada vez iría a más, y a más… hasta que todo me explotara. Lo siento dentro. No puedo controlarme”

“Por eso lo he estado pensando y sí que creo que es buena idea que sea tu zorra. Solo hay una cosa que me aterra de verdad. Y es que se haga público lo zorra que soy. Las guarradas que hago. Y sé que yo sola, terminaría haciendo alguna tontería. Y ocurriría”

“Quiero que me controles. Que me digas cuando follar y cuando no. Que abuses de mí y me hagas hacer guarradas perversas, con tus amigos, con quien sea… porque sé que lo harás de forma segura. Porque no vas a querer perderme. No vas a perder el poder abusar de mí, una zorra dispuesta a hacer todo lo que quieras. Y si no quiero sabes que puedes forzarme. No puedo denunciarte. No puedo hacer nada. O saltará mi mayor miedo. Que se sepa lo guarra que soy. Lo que he hecho. El chat que me forzaste a hacer…”

“Imagínate que estoy tan descontrolada que si para poder vivir mis fantasías de forma segura tengo que someterme a ti, mi hijo, y ser tu obediente juguete sexual… estoy dispuesto a pagarlo. El sábado me decía una y otra vez que me asqueaba la situación, pero me mentía a mi misma. Fue la mejor noche de sexo de mi vida. Incluso con las humillaciones y los abusos.”

Marta esperó nerviosa la reacción de su hijo, pero enseguida se percató de la amplia sonrisa que tenía y esa mirada llena de lascivia. Eso la tranquilizó un poco. Le había dado muchas vueltas a aceptar su situación, a aceptar la realidad de que sí que era una zorra y una guarra y que ansiaba aún más. Y lo incapaz que era de controlarse. Le seguía asqueando dejarse follar por su hijo. Era una perversión que realmente traspasaba sus límites. Pero oye, se dijo. A su hijo le gustaba y ella quería lo mejor para su hijo. Seguía siendo su niño querido. Y su hijo la controlaría… férreamente. O eso esperaba.

“Entonces mamá. ¿Quieres ser mi zorra sumisa y obediente? ¿Harás todo lo que te ordene, cuando yo diga, cómo yo diga, donde yo diga, con quien yo diga y por donde yo diga?”

A modo de sumisión, Marta se puso de rodillas frente a su hijo, manos tras la nuca, las rodillas ligeramente separadas. “Sí, quiero” dijo a modo de perversa mofa de una aceptación de matrimonio.

Pablo se puso ante su madre, se sacó el miembro y se lo puso en la cara sin decir nada. Esta se lo beso primero y, enseguida, se afanó en mamársela.

“Bufff…. Voy a disfrutar mucho contigo, mamá. Pero aunque eres un pedazo de zorra, te falta aún habilidad. ¿Sabes? Voy a invitar a la panda esta tarde para el día de la mamada. Vas a estar chupando pollas hasta que lo hagas bien. Día tras día.”

Marta se sintió ofendida Realmente le estaba poniendo ganas, pero no llevaba ni una semana chupando pollas. Pero pese a su deficiente habilidad, consiguió que su hijo se corriera antes de irse al instituto. ¿Eso pensaban el resto de los jóvenes que se la follaban? ¿Que tenía limitaciones? De alguna forma eso le molesta.

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Llegó la tarde y Marta recibió a su hijo cómo lo hacía últimamente. Totalmente desnuda. Pero a diferencia de la semana pasada, ahora su hijo llegó con los que se iban a convertir en sus amantes residentes. Los amigos de Pablo seguían alucinados con la obediencia de su madre. No solo eso. Si bien el domingo la vieron nerviosa y renuente. Hoy se la veía incluso sonriente.

La llevaron al salón donde todos se sentaron menos ella. En un portátil pusieron una recopilación porno de mamadas A ratos las veía, a ratos Marta ponía en práctica lo que había visto saltando de polla en polla de los jóvenes con su boca.

Pablo sacó su móvil y empezó a sacarle fotos mientras su madre se la mamaba a sus amigos. Hasta le pidió que posara mostrando el pulgar hacia arriba o haciendo el signo de la victoria. Marta sabía que eso terminaría siendo más material de chantaje. Hasta le hizo fotos antes y después con la boca llena de semen antes de tragarlo.

En algunos salían gargantas profundas. Marta era incapaz de repetir lo que veía aunque lo intentaba. Incluso cuando le empujaba la cabeza aunque intentaba no resistirse le era imposible. su reflejo era demasiado fuerte.

“Parece que vamos a tener que enseñarte a tragar pollas, mamá. A la fuerza”

“¿En serio, tío? Preguntó Fernando. ¿Quieres que forcemos a tu madre a tragar nuestras pollas? ¿Crees que se va a dejar?”

Sin contestar, Pablo ordenó a su madre que se pusiera de rodillas. Pablo se puso detrás de su mano y le cogió bien de su ondulado pelo negro, sujetándole la cabeza para que no pudiera mover. “Mamá, pon los brazos en cruz” Y Marta, sumisa y obediente, siguió las instrucciones de su hijo.

“Samuel, Pablo. Sujetadle los brazos y que no pueda soltarse”

Sus amigos extrañados pensaban que Marta pondría algo de resistencia. Pero no fue así. Solo respiraba preocupada pero sin poner ninguna oposición. 

“Ahora mamá abre la boca con forma de O”

Y su madre obedeció, de rodillas, inmovilizada y con la boca dispuesta para ser invadida.

Pablo le hizo una señal a Fernando. “Prueba a ver. Mi madre quiere ser una buena zorra pero le cuesta. Tiene que aprender. Imagina lo bien que nos lo vamos a pasar cuando pueda hacer esas gargantas profundas que vemos en los videos porno. Pues para eso tiene que aprender”

No era su madre, pensó Fernando. Si se dejaba no iba a ser tan tonto de desaprovecharlo. Incluso se permitió coger a Marta por la cabeza para sujetarla aún más y le metió la polla hasta el fondo. Marta se retorció ahogada, con náuseas, pero incapaz de moverse o resistirse. Los jóvenes la sujetaban con fuerza. Fernando empezó a empujar una y otra vez. La nariz de Marta acababa una y otra vez enterrada en el pelo púbico del joven que le follaba la garganta. Follada que acabó con su correspondiente corrida. Esta vez Marta no la saboreo porque la corrida fue directamente a su garganta.

Marta no paraba de toser. Le molestaba la garganta. Tenía náuseas que se reprime. “Siguiente” dijo Pablo.

“¿No le vamos a dar descanso?” preguntó Víctor.

"Mamá. Abre la boca” Después de un par de toses y arcadas más, Marta abrió la boca y esperó.

“Joder” dijo Víctor que enseguida se puso ante Marta e imito a su hermano follándole bien la garganta cómo solo podía haber imaginado después de verlo en esos videos pornos donde tratan a las mujeres cómo si solo fueran carne.

Así se fueron turnando dos veces más ese día. Pablo y Samuel se follaron la garganta de Marta antes de decidir dar por acabada la ’clase’.

Toda la semana siguieron las clases. No siempre venían todos, pero cada día Marta se podía pegar más de una hora comiendo pollas, hasta que se le entumecía la mandíbula. Y siempre terminaban con una sesión especial de entrenamiento para su garganta. Esa semana, antes de que llegaban los jóvenes, Marta vio horas y horas de videos pornos de mamadas.

En una semana los jóvenes tuvieron que admitir que se había vuelto en una chupapollas muy competente. Lo de la garganta profunda le costó más, pero con el tiempo también lo consiguió.

Fue mucho más duro cuando su hijo decidió que cómo buena zorra siempre tenía que estar preparada. Y que no siempre habría lubricante. Así que la “entrenó” para que le dieran por el culo a pelo. Horas y horas de clases de tarde de sodomía continuada con sus amigos. Y también con el tiempo era capaz de recibir con facilidad los pollazos de sus amantes, aunque entraran con la fuerza de un toro en una plaza sin necesidad de ningún lubricante.

Por el coño sin problemas. Ahora que había aceptado que era una zorra, enseguida estaba mojada. Incluso con su hijo.

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Bonus track

Puede que uno de los días más felices de Marta fuera el día del cumpleaños de Víctor y Fernando. Más populares que Pablo asistieron más de veinte jóvenes. Marta, con una máscara capucha de bondage que le cubría toda la cara menos la boca y los ojos, fue la diversión principal. Hasta el pelo estaba recogido bajo la capucha para no dejar nada que pudiera identificarla más allá de sus enormes pechos. Aunque había algunas chicas, la gran mayoría eran chicos. Los padres de los gemelos les dejaron la casa para ellos solos, un adosado de dos plantas. Totalmente desnuda, menos por la máscara y unos zapatos de tacón alto, Marta empezó sirviendo copas, primero escuchando comentarios subidos de tono sobre sus grandes tetas, sobre su cuerpo, bromas de mal gusto sobre sus hábitos sexuales… pasaron luego a manosearla sin problemas cuando pasaba junto a los jóvenes. Repartía sonrisas y alcohol sin problemas. Y jóvenes y alcohol no es una buena combinación. Uno se atrevió a ir más allá y, por sorpresa, le metió los dedos en el coño. Enseguida se los sacó y los mostró en alto, húmedos, riéndose de lo mojada que estaba Marta. Y era verdad. 

En una de las veces que estaba en la cocina preparando cubatas dos jóvenes la rodearon y empezaron a tocarle más descaradamente, incluso a besarle. Acabó entre los dos jóvenes. Sin previo aviso notó cómo el miembro del que tenía detrás se le metía por el coño. Ni se inmutó. Luego el que tenía delante también intentó meterla y se encontró el orificio ocupado. “Tio… que me la quería follar yo.” “Tarde” se mofó el otro que ya estaba haciendo que Marta se pusiera de puntillas una y otra vez. “Que tiene dos agujeros. Vamos a organizarnos” “¿Tú crees que se va a dejar?” El que se había encontrado el púbico aparcamiento de Marta ocupado, tiró de ella para darle la vuelta, sacando la polla de su amigo en el proceso. “Es una Zorra. Y las zorras se dejan” el joven levantó una pierna de Marta y, en seguida, empujó su glande en el ano entrenado de Marta. Entró sin problemas. Ya bien empalada, la levantó por ambas piernas, abriéndolas obscenamente frente a su amigo “¿Ves? Organización. Clávasela ahora”

Ahora entre los dos jóvenes, apretada cómo si estuviera en una prensa, los jóvenes la subían y bajaban con facilidad sobre sus pollas y Marta empezó a gemir. “Será zorra” dijo uno. Y Marta se dijo en silencio “Ya lo creo que lo soy”. Después de un rato y la aparición de algún curioso que otro, los jóvenes se corrieron a gusto dentro de Marta.

El rumor de lo ocurrido corrió por la fiesta. Algunas jóvenes estaban escandalizadas, otras mostraban curiosidad, y todos los chavales se estaban poniendo cachondos.

Marta no hizo más que salir al pasillo y se encontró con otro joven. “¿también la chupas?” le preguntó. “Qué pregunta más tonta. Dijo el joven que acababa de encularla también salía de la cocina. “Le acabó de dar por el culo. Seguro que la chupa”

Marta se arrodilló en el mismo pasillo, le sacó el miembro al joven y empezó a chupárselo. Los jóvenes pasaban por el pasillo. Marta escuchaba cómo la llamaban zorra una y otra vez. Algunos con expectación, otras con asco. Más aún cuando el joven se corrió en su boca y, sin ninguna instrucción, Marta se lo trago.

Cuando Marta acabó al levantarse se encontró rodeada de cuatro jóvenes más. “¿Entonces nos han dado permiso?” preguntó uno. “Sí. Dicen que podemos usar el dormitorio de invitados.” “Pues vamos, dijo el otro” mientras la cogía por el brazo y la subía escaleras arriba.

Los jóvenes, frenéticos, en cuanto llegaron al dormitorio se desnudaron y, sabiendo ya que no había ningún orificio limitado, volvieron a hacerle un sandwich, esta vez en la cama, con una polla en cada orificio inferior y con su boca saltando de una polla a otra de los dos restantes. Los jóvenes seguían siendo unos egoístas que no se preocupaban más que de su placer. Pero seguía funcionando que, donde la dejaba a medias uno, la acababa el siguiente. En mitad de ese servicio a cuatro acabó teniendo su primer orgasmo de la noche “¿Se ha corrido? La muy zorra” dijo el joven en su coño que ante lo excitante del momento también terminó corriéndose.

El resto aún no tenían su corrida y continuaron empujando el cuerpo de Marta con sus vaivenes. El recién corrido se desligó del grupo y se fue. Marta pudo ver de reojo que en la puerta se estaba formando cola. Uno de la cola intentó entrar, pero otro de los que estaba siendo mamado se le adelantó y aparco en el coño de Marta. Los jóvenes se organizaron y decidieron que tres era el número máximo de los que Marta debía servir a la vez.

Marta, cómo una muñeca trapo, fue recibiendo a los invitados del cumpleaños, siendo jalada de un lado a otro cómo un hueso entre perros, penetrada una y otra vez, corridas en todos sus orificios. Sus pechos magreados sin consideración, su trasero azotado, le daban pollazos en la cara o se la cubrían de lefa que tenía que limpiarse antes del siguiente. Posiblemente, cómo una hora estuvo siendo usada y abusada y corriéndose una y otra vez cada dos o tres pollas en su coño aproximadamente.

Después de las novedades y la vorágine de polvos en la que nadie quería perder su turno, la cosa se calmó un poco. Después de que todos se hubieran corrido al menos una vez con Marta, empezaron a venir de uno en uno. Uno, después de preguntar a los gemelos, y estos a Pablo, propuso atarla a la cama cómo había visto en una peli porno. Tanto las muñecas cómo los tobillos al cabecero, haciendo que se abriera de piernas obscenamente. Y así satisfizo su fantasía ese joven, además de un par más. 

Entró una pareja cuando estaba atada. Novios. Marta se percató que la mirada de la joven no era de asco, sino de excitación. “¿Estás seguro, Vanesa?” le preguntaba el novio. “Sí. ¿No ves que lleva una máscara de BDSM? A esta le va lo duro. quiero ver cómo te follas a esta zorra a saco” le contestó ella. El joven enseguida aceptó la propuesta de su novia y se abalanzó sobre Marta. Mientras se la follaba, Marta vio cómo la joven se metía la mano bajo la falda y se empezaba a masturbar. “Más fuerte” le decía a su novio. “¿Ves que no se queja? Tírale de los pezones. Apriétale las tetas…” Los otros jóvenes hasta ahora solo se habían limitado a follársela, pero este joven empezaba a subir la presión a instancia de su perversa novia. Le recordaba a algunos de los polvos que le echaba su hijo.

La joven, de repente, se quitó las bragas y se sentó sobre la cara de Marta. “Cómeme el coño, zorra” le ordenó. Marta nunca había estado con una mujer. No sabía muy bien qué hacer. Pero tanto tiempo, siendo una sumisa obediente, le hizo actuar sin pensar, sacando su lengua y empezando a lamer esa rajita. Al principio, torpemente, cómo su primera mamadas, pero luego se esforzó en recordar lo que le gustaba a ella. Así que empezó a lamerle el clítoris y a meterle la lengua dentro de la raja. Y así, atada, Marta tuvo su primera experiencia lésbica. 

La pareja había cerrado la puerta. Así que nadie les había visto. O eso pensaban. Pablo primero, y luego Víctor y Fernando, cuando Pablo le es avisó, lo estaban viendo a través de la webcam oculta que habían puesto en el dormitorio.

Y poco después todo se calmó. Pasada ya la novedad, los jóvenes no hacían cola para tener su turno. Y Marta hasta lo agradeció. En algo más de una hora había satisfecho como una veintena de jóvenes, de dos en dos o de tres en tres. Y algunos incluso habían repetido. Tenía calambres en su vagina de tantos orgasmos, pero también tenía dolorido tanto el culo como el coño de tanto uso.

Ya que nadie venía a seguir disfrutando de ella, Marta decidió lavarse el cuerpo cubierto de semen y bajar a socializar. Que era lo que le había ordenado su hijo. Socializar con los invitados, ser simpática y dejarse hacer lo que quisieran.

Ahora ya más calmados y todos habiendo descargado su lefa en el interior de Marta al menos una vez los jóvenes estaban disfrutando del cumpleaños. Alguno de los invitados le pidió bailar y, enseguida, sus manos estaban sobre su trasero y apretado contra los pechos de Marta. En otro momento la invitaron a sentarse y charlar. Por supuesto que cuando se sentó los dos jóvenes que la flanqueaban empezaron a meterle mano mientras charlaban. Incluso a besarla cómo si fuera una novia. Algo que desconcertó un poco a Marta. Sus amantes residentes raramente la besaban. Era todo más físico y sexual. Le siguió la charla a los jóvenes de forma muy dicharachera.

La charla fue una mezcla de halagos soeces sobre lo buena que estaba y un interrogatorio sobre sus habilidades sexuales. En seguida surgió el tema de sus tetazas y si hacía cubanas. Cuando confirmó que las hacía, el joven le pidió una…. Ahí mismo.

Todos los jóvenes en general ya estaban bastante contentos por el alcohol. Y desinhibidos. Así que allí mismo, a la vista de todos, Marta se arrodilló ante el joven, le sacó el miembro, y ella misma se escupió entre las tetas. “Espera que te ayudo” le dijo el joven que también procedió a escupirle. Marta no sabía si realmente quería ayudarla, pero se sintió humillada. Aun así satisfizo al joven. Rodeó su miembro con sus tetas y, ante todos, mostró sus habilidades haciéndole una cubana. Marta oía de fondo los comentarios asombrados de los espectadores, así cómo algún “pero será guarra esa” y mofas de otros diciendo “Lo que pasa es que tenéis envidia de esas tetazas”. 

También alguien preguntó por sus habilidades tragando pollas. Había corrido el rumor de la profundidad de su garganta. Así que hizo varias demostraciones, manos a la espalda, de su capacidad de besar las pelotas mientras se tragaba una polla.

También les pareció divertido jugar con nata y el cuerpo de Marta. Le cubrieron los pechos para lamerlos. Alguno se puso la nata en la polla y se la dio a comer a Marta y, lo que más le sorprendió, varios embadurnaron su pubis con nata y le comieron el coño.

Pero por supuesto que se la follaron más veces. Algunos discretamente en el baño o el cuarto de las escobas. Otros, más desinhibidos por el alcohol, en el pasillo o en el mismo salón. A diferencia de los primeros polvos donde se la follaron cómo conejos rabiosos que se corrían en apenas unos minutos, ahora alguno sí que tardó bastante en culminar debido al alcohol. Una docena más de polvos sumó Marta a la veintena que había apuntado antes. En varias horas. Término desfallecida.

La fiesta acabó. Los jóvenes se fueron marchando. Y Vanesa se encontró con el problema de que su novio estaba borracho, perdido, inconsciente en un sofá. “¿Podéis ayudarme alguno a meter al borracho de mi novio en un taxi?” preguntó a Fernando. 

“Espera un poco Vanessa” le contesto mientras Fernando miraba cómo se iban los últimos invitados de la fiesta. Ya solo quedaban los seis amantes residentes de Marta, además de Vanessa y su novio inconsciente.

Cuando se cerró la puerta, Pablo le mostró un video en el móvil a Vanesa. Era ella cabalgando la cara de Marta. “Seréis…. Cerdos” Dijo Vanesa. Parecía asqueada pero también divertida. “¿Y qué? ¿Qué queréis? ¿Que os haga algo a cambio del video? Que os den. No soy tan blandengue. Si queréis lo subís a internet y ya os meteré una demanda que os vais a cagar. Puedo aguantar que me vean cabalgando la cara de una zorra en un video”

“No, no… lo que queriamos si aceptas es ver cómo la zorra te lo come. Un pase privado… digamos…”

Vanesa le miró divertida. Parecía que estaba sopesando algo. “Vale… pero con una condición”

“No lo grabaremos.” Le dijo Pablo que llevaba la voz cantante. A Vanesa le extrañó un poco que siendo la casa de los gemelos fuera Pablo el que parecía estar al mando.

“No había pensado en eso, pero sí. Eso desde luego. No. Lo que quiero es que os la folléis a saco delante de mí. No esos polvos fáciles que hacéis. Que le deis bien. Cómo una actriz porno de esas películas de hardcore”

Los jóvenes se mostraron confusos. “¿Es lo que te gusta?”

“¿Para mí? Nooooo. Pero me pone muy cachonda ver cómo degradan y abusan de una zorra. Me pone a cien. Reventadla y luego que me coma el coño, delante de vosotros. ¿Qué? ¿Hay trato?”

Los jóvenes se miraron entre sí. “¿Te estás planteando lo que me has comentado? ¿Seguro?” le preguntó Víctor a Pablo. Y otra vez a Vanesa le extrañó que Pablo parecía al cargo. Y que se supone que habían hablado antes.

“Sí. Sería una buena incorporación.” Pablo miró a Vanesa con una mirada que a la joven le pareció enigmática. ¿Qué estaba pasando allí?

"Mamá, Ven” gritó Pablo. Vanesa se sorprendió. ¿Mamá? Pero aún más le sorprendió cuando llegó la zorra enmascarada, desnuda, los zapatos ya perdidos hace tiempo, y cubierta de semen. Se intentaba limpiar con algo de papel de cocina.

“¿Mamá?” exclamó y luego miró de reojo a su novio en el sofá, temiendo despertarlo. “No te preocupes por tu novio. Nos hemos encargado de emborracharlo bien para que no moleste y poder proponerte esto. Mamá, quítate la máscara”

La zorra se quitó la máscara. Se le veía nerviosa, preocupada a ojos de Vanesa. Ahora absolutamente nada la cubría. Vanesa descubrió algo que sospechaba. Que era una madurita de buen ver.

“Espera” dijo Vanesa “ya recuerdo. Ese rumor de que te habías follado a tu madre…”

“Es cierto. Pero ya sabes cómo acabaron los que lo dijeron. Todos piensan que son unos troleros.”

“Sí. Sobre todo porque aquí los gemelos se encargaron de dejarlos cómo mentirosos” dijo Vanesa.

“Mi madre es mi zorra obediente. Y dejó que estos amigos se la follen de vez en cuando.” Continuó Pablo

“Bastante de vez en cuando” se medió mofo Fernando.

“Y nos gustaría que te unieras a… mi selecto grupo de amigos que dejó que se follen a mi madre. Queremos verla con una mujer”

“¿Y queréis follarme con ella también? Cerdos. No soy una zorra… al menos no soy de ese tipo de zorra”

“No. Nunca hemos visto a mi madre con otra mujer. Y queremos agregar eso al menú de las… perversiones que hacemos con ella”

“Bueno… pero si quieres…” dijo Carlos, pero la mirada de asco de Vanesa lo cortó en seco.

“¿Y hace todo lo que quieres?” le preguntó a Pablo mirando a su madre desnuda con cierta cara de malicia. Marta estaba incómoda. Era la primera vez que la exponían claramente a otra persona desde que se convirtió en el juguete sexual de su grupo de amantes, cómo le gustaba llamarlos. Y desde luego que no tenía tendencias lésbicas. Pero tenía tan impregnada su sumisión que ni se planteaba negarse.

“Se la han follado varias veces cómo veinte tíos porque le he ordenado que lo haga. ¿Tú qué crees?”

Vanesa se mordió el labio, excitada. “¿Y tú también te la follas?”

“Si” contestó Pablo. “Prácticamente, todos los días por lo que sabemos” dijo por lo bajo Samuel.

“Quiero verlo. Quiero ver cómo revientas a tu madre” dijo Vanesa claramente excitada.

“En un par de horas mi padre llegará a casa, así que no tenemos mucho tiempo. No quiero apurar. Mi madre no podría explicar qué hacía fuera de casa tan tarde” al mencionar a su padre Pablo vio que la cara de Vanesa se mostraba aún más excitada. “Tenemos tiempo para una ronda. Así que nos la follaremos Víctor, Fernando y yo. Y luego… tu espectáculo.” Samuel, Carlos y Ramón se sintieron un poco rechazados, pero ya tenían asumido ser los últimos del grupo. Pero la verdad es que pertenecer a este grupo valía la pena ser de los últimos. También era cierto que Víctor y Fernando eran más propensos a ponerse duros que estos tres.

“A saco, dices. ¿No?” dijo Pablo que en dos pasos llegó hasta su madre, la cogió del pelo y la forzó de rodillas. “Abre la boca, zorra” Marta obedeció sin pensar y enseguida la polla de su hijo le obturó la garganta. Víctor y Fernando la sujetaron por los brazos. No es que ya hiciera mucha falta, pero seguro que daba la impresión de que estaban forzando a Marta y seguro que eso excitaba a Vanesa. Y así era. Sin ningún tipo de límite, Pablo se follaba la garganta de su madre con golpes fuertes y profundos, de una forma que Vanesa solo había visto en algún video hardcore. En seguida, Vanesa se llevó la mano bajo la falda y empezó a masturbarse.

Fernando mandó a uno de los otros tres a por las cuerdas que habían atado a Marta a la cama y procedieron a atarle las manos a la espalda. “Continuad vosotros” dijo Pablo. Los gemelos llevaron en volandas a Marta hasta el sofá, donde, boca arriba, sobre el reposabrazos, uno de los gemelos empezó a follarle la garganta mientras el otro se la metía por el coño con violencia. Cada vez que el que le invadía el coño empujaba, Marta saltaba por los aires y solo la polla que tenía en la boca impedía que saliera volando. En realidad terminaba con esa polla aún más metida dentro.

Vanesa se acercó a Pablo. “Así que tu madre es tu zorra obediente. ¿Y qué le haces?” le dijo con cara de lascivia.

“Lo que quiero. Cada mañana me despide con una mamada y cada tarde cuando vuelvo me recibe desnuda. Mi padre trabaja todas las tardes y los viernes y sábados de noche. así que tengo mucho tiempo para follármela cuando quiera y por donde quiera.”

A Pablo le sorprendió cuando Vanesa se acercó a él hasta pegársele al cuerpo. Era una chica guapa. De las que normalmente ni le mirarían. Algo más baja que él, pelo negro y liso hasta pasados los hombros. De cara afilada tenía unos bonitos ojos azules. No tenía tanto pecho cómo su madre, pero no le faltaba volumen.

“¿Y invitas a tus amigos a que se la follen cómo una perra?” La mano de Vanesa empezó a recorrer el cuerpo de Pablo hasta su miembro aún húmedo con la saliva de su madre.

“Casi todas las semanas” contestó Pablo intentando mantener la compostura. Extrañado del comportamiento de Vanesa. Una chica que hace unas semanas ni le hubiera dicho hola.

Vanesa se arrodilló ante Pablo “Quiero ver cómo le rompes el culo a la zorra de tu madre. Así que voy a ponerla bien dura” Y sin más dilación, Vanesa empezó a chuparle la polla a Pablo. Qué maestría. Su madre había mejorado mucho, pero Vanesa tenía una técnica, rodeando el miembro con la lengua, lamiendo de arriba abajo, chupando las pelotas, succionando el glande… Por un momento Pablo temió correrse antes de cumplir el deseo de Vanesa.

Se oyeron sendos jadeos y gruñidos anunciando que los gemelos acababan de correrse. Marta apenas soltó un par de toses cuando la liberaron. Ya sin problemas tragando pollas hasta las pelotas, aunque esta vez había sido intenso.

Pablo, cachondo perdido, cogió a Vanesa del brazo y la arrastró con él. En seguida cogió a su maniatada madre por el pelo y la puso de rodillas encarando el sofá.”¿Quieres que se la meta bien a mi madre? Pues apúntame la polla a su culo” le dijo a Vanesa. Esta seguía con la cara desencajada, disfrutando de la mejor experiencia de su vida. Tomó el miembro que hace un momento estaba entre sus labios y lo apoyó justo en la entrada del ano de Marta. Pablo embistió con fuerza, casi aplastando la mano de Vanesa por el camino. Aún tenía sujeta a su madre por el pelo, así que esta no se movió un ápice. Los ojos de Vanesa se abrieron cómo platos al ver ese pedazo de carne desaparecer en un instante en el recto de Marta. Esta soltó un quejido, pero por lo demás se dejó hacer. En seguida, cómo un martillo pilón, la polla de Pablo salió y volvió a entrar a toda velocidad. Vanesa había visto en pocos videos una sodomía tan intensa. Y la muy zorra lo estaba aguantando sin pestañear.

A toda prisa se quitó las bragas y se sentó abierta de piernas en el sofá, ante Marta. Pablo pudo ver perfectamente el coño depilado de Vanesa. Hasta el tatuaje de mariposa que tenía en el pubis. “Cómeme el coño, zorra” le ordenó. Pero para su sorpresa, Marta no hizo nada. Vanesa se percató de la sonrisa de superioridad de Pablo que con chulería ordenó. "Mamá. Cómele el coño a Vanesa” y ahora si Marta se inclinó más y acabó con su lengua entre los labios vaginales de la joven del pubis tatuado. Para reforzar la orden, Pablo empujó la cabeza de su madre hasta que terminó aplastada contra el pubis de Vanesa. A partir de allí Vanesa le cogió de los pelos y se refrotó la cara de Marta por el coño para luego dejarle hacer. Marta apenas tenía equilibrio con las manos atadas a la espalda. Con su hijo empujándola violentamente con cada embestida de su polla en el recto. Tenía que apoyarse con la cara en el pubis del joven y aprovechaba la situación para obedecer las instrucciones de su hijo, comiéndole bien el coño.

Los jadeos iban en aumento. Tanto delante como detrás de Marta. En un momento dado, Marta casi da un salto cuando notó cómo un escupitajo en la cara. Los jadeos de la joven aumentaron al mismo tiempo que una especie de lluvia fina salía salpicada de su coño. Los jadeos de su hijo también anunciaron que este terminaba satisfecho con la sodomía.

Ahora Marta, ya un poco más libre pese a seguir maniatada, se quedó de rodillas y pudo mirar alrededor. Los jóvenes habían hecho un círculo alrededor y habían visto en muy primera fila todo el espectáculo. La joven jadeaba con fuerza, aún abierta de piernas y con el coño húmedo. Con una maquiavélica sonrisa plena de satisfacción. Después de unos segundos que la joven dejó a todos admirar su pubis, se bajó la falda y se levantó.

“Ha sido divertido. Tenemos que repetirlo” dijo jocosa. “¿Alguien me ayuda a llevar a mi novio a un taxi? Ya que lo habéis emborrachado es lo mínimo” Carlos y Samuel fueron los voluntarios. Cuando Vanesa ya se iba se giró y le preguntó a Pablo “¿Qué haces mañana? Me parece que mañana mi novio no va a ser persona”

“Qué ansía tienes. Mañana mi padre libra. Y es el único día que tiene para estar con mi madre. Los domingos mi madre cierra las piernas por descanso semanal”

“No estaba pensando en tu madre ahora” y le lanzó un beso “Los gemelos tienen mi número. Llámame” dijo seductora. Y también le lanzó sus bragas “Quedatelas de recuerdo”

Y desaparecieron. Pablo quedó anonadado. “Parece que has ligado, Pablo” dijo uno de los gemelos.

“¿En serio?”

“Tío. No te has dado cuenta, pero en los últimos meses has cambiado. Mucho más seguro de ti mismo. Y eso las tías lo notan. Si hicieras deporte y te pusieras en forma arrasarías. Por cierto. Gracias por prestarnos a tu madre. Nuestro cumpleaños se va a ser legendario”

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Efectivamente. A Vanesa le ponía mucho la actitud de Pablo con su madre. Y participó en muchos gangbang. Aunque ella solo se dejó follar por Pablo. Durante meses el novio de Vanesa fue el mayor cornudo del instituto. Vanesa follaba con Pablo prácticamente todas las semanas. Al principio normalmente con su madre. Pero luego, cada vez más, ellos solos. Cuando el novio se enteró y se encaró con Pablo, además de cornudo, acabó apaleado.

Y sí. Pablo empezó a hacer deporte. Rugby en particular. Y se volvió una mole.

Para Marta esa fiesta fue grande. Durante mucho tiempo había tenido fantasías similares. Que una manada de adolescentes la cogieran y se la follaran hasta reventarla. A veces se masturbaba con esa fantasía hasta que le dolía el clítoris. Pero obviamente le aterraban las consecuencias. Que su hijo hubiera encontrado una forma de hacerlo realidad sin que nadie, bueno, casi nadie, supiera que era ella y así poder seguir con su vida normal de madre normal fue un regalo para ella.

Vanesa y Pablo acabaron juntos. Y los tríos en casa de Marta eran muy comunes. Terminaron casándose bastante jóvenes. Y fue Marta la que, otra vez con una máscara de bondage, acabó siendo la stripper de la despedida de soltero de su hijo, follada por varios invitados, algunos familiares de una y otra familia

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